“Oracio enim humiliantis se nubes penetrat”
“Nota octo modos orandi:
Primus diciter elevando oculos ad celum.”
Como ya sabemos, el cuarto domingo de Cuaresma de 1404 predicó por primera vez San Vicente Ferrer en Suiza, en concreto, en Friburgo. Domingo de Laetare, o de la luz, es decir, este pasado domingo (la casulla color rosa palo, o algo así – está claro que hace casi cuatro meses, no me enteré muy bien de en qué domingo era). Y mejor o menos bien traído, resulta que hoy se celebra la festividad de San Vicente Ferrer en todo el orbe católico… excepto en Valencia.
“Nótanse ocho modos en la oración:
El primer modo consiste en la elevación de los ojos hacia el cielo. Y éste procede de la gran confianza que deposita la criatura en su Creador; más todavía si dicha criatura ha sido abandonada por los demás. (…)
El segundo modo consiste en bajar o inclinar el rostro y los ojos hacia el suelo. Tal modo procede de la humildad y la vergüenza producida por los pecados propios, de forma similar a lo que nos muestran los niños cuando, reprehendidos por los padres o maestros, no osan alzar los ojos hacia ellos por vergüenza. (…)
El tercer modo consiste en elevar las dos manos hacia el cielo. Y este modo tiene su origen en la gran indigencia en que nos encontramos, tanto de alma como de cuerpo, en mayor grado que el resto de criaturas. (…)
El cuarto modo consiste en cruzar los brazos ante el pecho, sobre el corazón. Dicho modo procede de la conciencia, a través de la cual tenemos conocimiento de los propios pecados (…)
El quinto modo consiste en golpear el pecho, cerrados todos los dedos de la mano derecha, a la altura del corazón. Y éste procede de la contrición de corazón, como si el pecador dijera a Dios: «Un corazón contrito y humillado, ¡oh, Dios!, no lo desprecias!» (…)
El sexto modo consiste en la inclinación hasta las rodillas. Y dicho modo emana de la devoción sincera, porque la devoción del espíritu no es sino un cierto desfallecimiento o debilidad del alma languideciente por el amor de Cristo (…)
El séptimo modo consiste en doblar ambas rodillas. Tal modo proviene de nuestra total sumisión, por lo que nos sometemos a Cristo tanto en cuerpo como en alma. (…)
El octavo y último modo consiste en postrarse totalmente sobre la tierra. Y este modo emana del acabamiento natural, por el cual: «polvo eres, y al polvo volverás» (…) Y este modo lo observa el sacerdote en la misa durante la Semana Santa, cuando, refiriendo la pasión de Cristo, y tras decir: «Expiró», el mismo sacerdote y todos los fieles a una vez se postran en tierra.”
Hasta ocho modos, ¿y cuál practicamos?
Créditos:
Transcripción parcial del inicio (en latín) y del conjunto (en español, según traducción de Daniel Gozalbo Gimeno) del primer sermón en Friburgo, según la edición crítica, y de la introducción a la misma, a cargo de Francisco M. Gimeno Blay y Mª Luz Mandingorra Llavata, de la obra San Vicente Ferrer. Sermones de Cuaresma en Suiza, 1404, editada en 2009 por el Ayuntamiento de Valencia.
Fotografía de San Vicente Ferrer, óleo sobre tabla de Vicente Macip, de principios del siglo XVI, en el Museo de la Catedral de Valencia, de agosto de 2010, del autor.
Fotografía de frailes rezando, en una iglesia de Florencia, la tarde del Domingo de Resurrección de 2008, del autor.
“Nota octo modos orandi:
Primus diciter elevando oculos ad celum.”
Como ya sabemos, el cuarto domingo de Cuaresma de 1404 predicó por primera vez San Vicente Ferrer en Suiza, en concreto, en Friburgo. Domingo de Laetare, o de la luz, es decir, este pasado domingo (la casulla color rosa palo, o algo así – está claro que hace casi cuatro meses, no me enteré muy bien de en qué domingo era). Y mejor o menos bien traído, resulta que hoy se celebra la festividad de San Vicente Ferrer en todo el orbe católico… excepto en Valencia.
“Nótanse ocho modos en la oración:
El primer modo consiste en la elevación de los ojos hacia el cielo. Y éste procede de la gran confianza que deposita la criatura en su Creador; más todavía si dicha criatura ha sido abandonada por los demás. (…)
El segundo modo consiste en bajar o inclinar el rostro y los ojos hacia el suelo. Tal modo procede de la humildad y la vergüenza producida por los pecados propios, de forma similar a lo que nos muestran los niños cuando, reprehendidos por los padres o maestros, no osan alzar los ojos hacia ellos por vergüenza. (…)
El tercer modo consiste en elevar las dos manos hacia el cielo. Y este modo tiene su origen en la gran indigencia en que nos encontramos, tanto de alma como de cuerpo, en mayor grado que el resto de criaturas. (…)
El cuarto modo consiste en cruzar los brazos ante el pecho, sobre el corazón. Dicho modo procede de la conciencia, a través de la cual tenemos conocimiento de los propios pecados (…)
El quinto modo consiste en golpear el pecho, cerrados todos los dedos de la mano derecha, a la altura del corazón. Y éste procede de la contrición de corazón, como si el pecador dijera a Dios: «Un corazón contrito y humillado, ¡oh, Dios!, no lo desprecias!» (…)
El sexto modo consiste en la inclinación hasta las rodillas. Y dicho modo emana de la devoción sincera, porque la devoción del espíritu no es sino un cierto desfallecimiento o debilidad del alma languideciente por el amor de Cristo (…)
El séptimo modo consiste en doblar ambas rodillas. Tal modo proviene de nuestra total sumisión, por lo que nos sometemos a Cristo tanto en cuerpo como en alma. (…)
El octavo y último modo consiste en postrarse totalmente sobre la tierra. Y este modo emana del acabamiento natural, por el cual: «polvo eres, y al polvo volverás» (…) Y este modo lo observa el sacerdote en la misa durante la Semana Santa, cuando, refiriendo la pasión de Cristo, y tras decir: «Expiró», el mismo sacerdote y todos los fieles a una vez se postran en tierra.”
Hasta ocho modos, ¿y cuál practicamos?
Créditos:
Transcripción parcial del inicio (en latín) y del conjunto (en español, según traducción de Daniel Gozalbo Gimeno) del primer sermón en Friburgo, según la edición crítica, y de la introducción a la misma, a cargo de Francisco M. Gimeno Blay y Mª Luz Mandingorra Llavata, de la obra San Vicente Ferrer. Sermones de Cuaresma en Suiza, 1404, editada en 2009 por el Ayuntamiento de Valencia.
Fotografía de San Vicente Ferrer, óleo sobre tabla de Vicente Macip, de principios del siglo XVI, en el Museo de la Catedral de Valencia, de agosto de 2010, del autor.
Fotografía de frailes rezando, en una iglesia de Florencia, la tarde del Domingo de Resurrección de 2008, del autor.
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