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¿Dónde me hallaba en aquel supremo momento de mi vida? Experimenté un vivo deseo de saberlo a todo trance, sentí enormes deseos de hablar e incluso, en el colmo de mu curiosidad, traté de desprenderme de la escafandra metálica protectora que aprisionaba mi cabeza.
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‘ATLÁNTIDA’
¡Qué rayo de luz iluminó mi mente! ¡Aquellas ruinas expuestas a mi contemplación y que conservaban todavía los testimonios palpitantes de su tragedia eran las d ela Atlántida!
La antigua Merópide de Teopompo, la Atlántida de Platón, ese continente negado por Orígenes, Porfirio, Jambique, que cargaban su desaparición a la cuenta de los legendarios relatos… ¡Era aquella sumergida región que existía separada de Europa, de Asia, de Libia, más allá de las columnas de Hércules, donde vivía el poderoso pueblo de los atlantes, contra el que se sostuvieron las primeras guerras de la antigua y remota Grecia!
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Tales fueron los recuerdos históricos que la inscripción del capitán Nemo hizo acudir a mi memoria. ¡Mi planta, conducida por el más extraño de los destinos, hollaba ahora una de las montañas de aquel desaparecido continente, tocaba con la mano aquellas ruinas mil veces seculares y contemporáneas de las épocas geológicas, marchaba por donde habían marchado los coetáneos del primer hombre, aplastaba bajo mis pesadas suelos los esqueletos de animales de los tiempos fabulosos, a los que aquellos árboles, ahora mineralizados, habían guarecido antiguamente bajo su sombra!
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Como ya he adelantado, hace mes y medio aproximadamente leí en ABC la noticia de que unas investigaciones, realizadas con el respaldo de la Nacional Geographic Society, apuntaban a que la ciudad de la Atlántida se encuentra bajo las aguas de Doñana.
El equipo de Richard Freund parece que tiene previsto acercarse un día de éstos para seguir con nuevas investigaciones sobre el terreno. Hasta entonces (y más allá, supongo), la discusión sobre si nos encontramos en un nuevo caso de literatura complementada con más o menos detalles científicos, seguirá abierta.
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Créditos:
Final del capítulo 32 Un continente desaparecido, de Veinte mil leguas de viaje submarino, de Julio Verne, según traducción de Heliodoro Lillo Lutteroth, e ilustración de Ballestar, en edición de Círculo de Lectores, de julio de 1969 (pp.163-166).
Recreaciones de la Atlántida, de Nacional Geographic, tomadas de ABC.
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