“Es mucho mejor la escuela viva. La que (…) acostumbra moderadamente a
los alumnos a interesarse y a tomar parte en la vida y los acontecimientos de
su propio país y del mundo.
Digo «moderadamente». En efecto, estoy convencido
de que los alumnos pueden discutir útilmente en clase, pero no va conmigo el
que puedan faltarle al respeto al profesor, ni ponerse a decir palabrotas, o a
hacer gestos obscenos en su presencia. Yo sé que tanto la Constitución italiana
como el concilio Vaticano II reconocen el derecho de huelga, pero no soy capaz
de ver este derecho en ciertas huelgas de alumnos, que terminan a pedradas contra
los cristales de la escuela o con destrozos peores.”
Tras año y medio de las
revueltas instigadas en Valencia contra el Gobierno de España con la excusa de
la educación, y que ya tuvieron su primer premio con el aprobado general a
final de curso, ahora parece que tienen su segundo premio con la prescripción
de los hechos dada la demora en la tramitación judicial de los mismos.
Ya hemos visto en estas páginas
la descripción de la situación en la enseñanza en la Italia (y, en general, en
Occidente) de hace cuarenta años. Leíamos entonces:
“¿Que los estudiantes están hartos de notas y calificaciones? Pues fuera
las calificaciones, que son discriminantes e indignas de una sociedad
igualitaria. ¿Alguien quiere ejercer la medicina? ¿Quién puede impedirlo
habiéndose matriculado –se haya o no examinado, haya o no estudiado– durante
seis años en la Universidad?”
Esos planteamientos
siguen vigentes en sectores de la enseñanza española, si no amplios, sí muy
visibles, y, desde luego, intolerantes, con la ayuda cómplice y de cobardes de otros.
Desde luego, los hay que
viven muy felices:
“[Vivat] Maecenatum charitas.
[Viva] la generosidad de los mecenas.”
Con el dinero de los demás,
claro.
Y no les preocupa cambiar de estrofa:
“Pereat diabolus, / quivis antiburschius, / atque
irrisores.
Muera el diablo, / cualquier persona en contra de
los estudiantes, / y quienes se burlan.”
Eso sí, olvidándose del
verso anterior:
“Pereant osores.
Mueran los que odian.”
Por supuesto, de esta
otra estrofa, ni hablar:
“Vivat nostra societas! / Vivant studiosi! / Crescat una veritas, / floreat
fraternitas, / patriae prosperitas.
¡Viva nuestra sociedad! / ¡Vivan los que estudian!
/ Que crezca la única verdad, / que florezca la fraternidad / y la prosperidad
de la patria.”
Y es que, al fin y al
cabo, ¿qué se puede esperar de algo que está en latín?
Créditos:
Extractos de la carta
que, bajo el título A nuevos tiempos,
escuela nueva, dirigió a Quintiliano Albino
Luciani (luego Papa Juan Pablo I), y publicada originalmente en abril de 1974,
tomados de la recopilación Ilustrísimos señores, según traducción de José L. Legaza, José L. Zubizarreta, Manuel
García Aparisi y Gonzalo Haya, en edición de Biblioteca de Autores Cristianos del 7 de diciembre de 1978 (pp. 249-250), de la biblioteca del autor.
Fotografía de la pintada contra el ministro Wert existente en el pretil del antiguo cauce del río Turia, en el Paseo de la
Pechina, en Valencia, en agosto de 2013, del autor.
En el título y en el
texto, distintos versos del Gaudeamus
igitur, tomados de la correspondiente entrada en la Wikipedia.
La enseñanza sigue siendo la gran asignatura pendiente... Pero mientras nadie logre poner el cascabel al gato seguirán mareando la perdiz...
ResponderEliminarSaludos.
Sí, la verdad es que el asuntito está que da asco.
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