domingo, 29 de septiembre de 2013

El riesgo ante un dragón es… no verlo

Sin embargo, existe el riesgo de ver al dragón como una metáfora del ser humano, especialmente si es una simple manifestación de un atributo humano, un peligro que nace del antropocentrismo y del materialismo que irradia Smaug. Para Tolkien, los dragones no son solo un mero producto de la imaginación, y mucho menos los conjura con el único propósito de impartir enseñanzas alegóricas. Por el contrario, encontramos dragones imaginarios en su historia porque encontramos dragones reales en la Historia. Estos monstruos reales no son como los dinosaurios, que son criaturas puramente naturales, como las ballenas o los elefantes, sino criaturas preternaturales, como los ángeles y los demonios. De hecho, los dragones, en la iconografía y las leyendas cristianas, son siempre seres demoníacos. No son simplemente grandes, como un tyrannosaurus-rex, sino que son diabólicos, como el propio diablo. Así, las representaciones artísticas de san Miguel derrotando al diablo retratan a Satán bajo los rasgos de un dragón. A su vez, la historia de san Jorge y el Dragón trata realmente del enfrentamiento entre el santo y Satán, no de la pelea entre un noble guerrero y una bestia grande y peligrosa.
Para los cristianos, y no hay que olvidar que Tolkien fue un católico practicante durante toda su vida, el diablo y los demonios son reales. Forman parte de la estructura sobrenatural de la realidad. Siendo así, comenzamos a entender que la presencia del dragón en la obra de Tolkien es la otra cara de su condicionada metáfora del ser humano. No es tanto que una criatura de ficción funcione como alegoría del hombre, sino que una criatura real, el diablo, se nos muestra bajo una apariencia que nos facilita su visión. Mostrándonos al dragón que devasta la tierra fantástica, Tolkien nos muestra al diablo que trata de volver baldías nuestras almas y las de todos los hombres. Considerar al dragón como una simple metáfora es verlo como un espejo que solo nos muestra la imagen superficial del comportamiento humano; verlo como representación de la presencia real de la maldad diabólica, tanto en la narración como en el mundo más allá de la historia, nos presenta un espejo que revela no solo la superficie del carácter del hombre, sino las profundidades de su alma y el combate espiritual que se libra allí.

* En la festividad de los Santos Arcángeles, y en particular, San Miguel *

Créditos:
Extracto del capítulo 9 El mal del dragón, de El viaje de Bilbo. Descubriendo el significado oculto en «El Hobbit», obra de Joseph Pearce, según traducción de Ángel García y Maite Barrera, publicada en 2012 por Ediciones Palabra en su colección Palabra Hoy (pp. 98-99), de la biblioteca del autor.
Fotografía de la estatua de San Miguel y el dragón, en los jardines de la Generalidad, en Valencia, en agosto de 2012, del autor. 

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