sábado, 28 de septiembre de 2013

Alit lectio: La observación es un buen hábito

Se arrodilló de cara a Cadfael y se inclinó para abrazar el cuerpo de su padre. Cadfael se agachó para impedírselo, con una mano apoyada sobre la hierba bajo la axila derecha de Rhisiart.
- ¡No! ¡No toques nada! ¡Todavía no! Déjale solo, ¡tiene cosas que decirnos!
(...)
Se inclinó hacia el otro lado del cuerpo y comprobó lo mismo. ¡Curioso! ¡Muy curioso! Su mente tomó nota para estudiarlo más tarde porque había otros detalles que analizar.

Estamos acostumbrados a pesquisas similares en tierras británicas, pero la particularidad de éstas es que tienen lugar en la Alta Edad Media.

Era [fray Columbano] un joven muy apuesto y de excelente planta, cuya redonda e impresionante cabeza denotaba a las claras su pertenencia a una noble familia normanda. (...) ¡No se puede pertenecer a una noble cuna normanda sin destacar en todo! Fray Cadfael, que descendía de una antigua familia galesa sin pretensiones sobrehumanas, se compadecía de las víctimas de semejante trampa y toleraba con ecuanimidad a fray Columbano.

Pero el mozo es un alltud, ¡un forastero!
- ¿Sajón? –preguntó Cadfael.
- De cabello rubio. Sí, hoy le habéis visto.

Como vemos, aún se mantienen las diferencias tras la llegada de Guillermo el Conquistador, y es que, la trama se desarrolla al principio del segundo tercio del siglo XII.

También vemos la presencia de frailes, lógicamente, pues el protagonista es Fray Cadfael, fraile benedictino en la Abadía de Shrewsbury, (“¿a que no imaginas que de joven participó en una cruzada? Estuvo con Godofredo de Bouillon en Antioquía, cuando los sarracenos se rindieron. Y se hizo a la mar cuando (...)”), por lo que los horarios y trabajos que acompañan la trama son acordes a ello.

La tercera misa del día no era solemne y, a su término, los monjes benedictinos de la abadía de Shrewsbury se dirigían en procesión desde el coro hasta la sala capitular donde todos ocupaban ordenadamente su escaño, encabezados por el abad Heriberto.

Se vio obligado a regresar a tiempo para el capítulo, que, según decreto del prior Roberto, tenía que celebrarse diariamente como en la abadía, por muy breves que fueran los asuntos a tratar.

Fray Cadfael llevaba levantado desde mucho antes de prima.

Haremos vigilia en la capilla desde después de completas hasta prima.

Aunque tampoco está demasiado presente la Liturgia de las Horas, pues sólo destacan en la trama vísperas y completas, escasas a prima, alguna referencia a maitines y creo que ninguna a laudes.

Otro aspecto que se aprecia en la novela es el papel favorecedor de la cultura eclesial en cuanto a la comunicación entre las personas:
No es esencial tener a alguien que hable correctamente el galés dado que el obispo domina sin duda el latín.

Aunque no siempre resultara suficientemente efectivo:
Se quejó de no teneros a vos como intérprete porque a duras penas se entendían en latín.

Aunque también es cierto que no es la cultura eclesial la única ayuda posible en cuestiones de idiomas:
Era una excelente elección de palabras, pensó Cadfael, sorprendiéndose de que una galesa utilizara el inglés como si fuera su propia lengua o como si lo hubiera aprendido por amor.

En la novela se van dando pinceladas sobre la sociedad y costumbres de la época:
La denegación de hospitalidad estaba totalmente excluida. Los huéspedes eran sacrosantos y no debían ser interrogados sobre la duración de su estancia, por ruinosa que ésta pudiera resultar.

En las deliberaciones de los hombres libres, las mujeres no tenían parte, como es natural. Tampoco los siervos de la gleba, aunque podían influir indirectamente a través de los hombres libres con quienes mantenían relaciones de amistad.

Y también religiosas:
Podéis hacer lo que ella desea con plena tranquilidad de conciencia. La joven sólo pide perdón, y eso todo hombre puede otorgarlo, no absolución.

- Así lo haré, padre –contestó Peredur–. No quiero un inmerecido perdón. Acepto la penitencia de buen grado.
- Siendo así, no tienes que desesperar de la gracia.

Con todos estos mimbres, la intriga se desarrolla, curiosamente, no en la misma Abadía de Shrewsbury o sus alrededores, sino en la parroquia de Gwytherin, en el cercano País de Gales, “donde era bien sabido que en el pasado los santos y santas abundaban tanto como las setas en otoño y eran tenidos en tan poco aprecio como éstas”.

Y se desarrolla bien, con el adecuado ritmo en la presentación de los personajes, de sus características e intereses, y de las pruebas, sospechosos, pistas e indicios, y dudas; incluso se practica una cuasi autopsia:
Debió de haber previsto la necesidad de examinar el cuerpo pues lo había dejado desnudo. (…) La herida por debajo de las costillas ofrecía ahora un desagradable aspecto y tenía los bordes azulados (…)

Naturalmente, no sólo al caso, sino también a otros distintos problemas, se da solución, de modo que “Cadfael se congratuló por haber conseguido hacer felices al mayor número de personas posible”.


* En el centenario del nacimiento de Edith Mary Pargeter (Ellis Peters) *

Créditos:
Cubierta y extractos de Un dulce sabor a muerte, de Ellis Peters, primera obra de la serie de Fray Cadfael, según traducción de María Antonia Menini, tomados de la segunda edición (noviembre de 1989) realizada por Grijalbo (pp. 102-103, 11-12, 65, 8, 14, 136, 7, 157, 33, 221, 54, 41, 71, 164, 203, 16-17, 152, 269), de la biblioteca del autor.

1 comentario:

  1. Ay, que me vas a hacer que me lo lea, Posodo de mis entretelas, y mi cabeza está como tus estanterías: sobrecargada :P

    Abrazos

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