“Se
arrodilló de cara a Cadfael y se inclinó para abrazar el cuerpo de su padre.
Cadfael se agachó para impedírselo, con una mano apoyada sobre la hierba bajo
la axila derecha de Rhisiart.
-
¡No! ¡No toques nada! ¡Todavía no! Déjale solo, ¡tiene cosas que decirnos!
(...)
Se
inclinó hacia el otro lado del cuerpo y comprobó lo mismo. ¡Curioso! ¡Muy
curioso! Su mente tomó nota para estudiarlo más tarde porque había otros
detalles que analizar.”
Estamos acostumbrados a pesquisas
similares en tierras británicas, pero la particularidad de éstas es que tienen
lugar en la Alta Edad Media.
“Era
[fray Columbano] un joven muy apuesto
y de excelente planta, cuya redonda e impresionante cabeza denotaba a las
claras su pertenencia a una noble familia normanda. (...) ¡No se puede pertenecer
a una noble cuna normanda sin destacar en todo! Fray Cadfael, que descendía de
una antigua familia galesa sin pretensiones sobrehumanas, se compadecía de las
víctimas de semejante trampa y toleraba con ecuanimidad a fray Columbano.”
“Pero
el mozo es un alltud, ¡un forastero!
-
¿Sajón? –preguntó Cadfael.
-
De cabello rubio. Sí, hoy le habéis visto.”
Como vemos, aún se mantienen las
diferencias tras la llegada de Guillermo el
Conquistador, y es que, la trama se desarrolla al principio del segundo
tercio del siglo XII.
También vemos la presencia de frailes, lógicamente,
pues el protagonista es Fray Cadfael, fraile benedictino en la Abadía de Shrewsbury,
(“¿a que no imaginas que de joven
participó en una cruzada? Estuvo con Godofredo de Bouillon en Antioquía, cuando
los sarracenos se rindieron. Y se hizo a la mar cuando (...)”), por lo que los
horarios y trabajos que acompañan la trama son acordes a ello.
“La
tercera misa del día no era solemne y, a su término, los monjes benedictinos de
la abadía de Shrewsbury se dirigían en procesión desde el coro hasta la sala
capitular donde todos ocupaban ordenadamente su escaño, encabezados por el abad
Heriberto.”
“Se
vio obligado a regresar a tiempo para el capítulo, que, según decreto del prior
Roberto, tenía que celebrarse diariamente como en la abadía, por muy breves que
fueran los asuntos a tratar.”
“Fray
Cadfael llevaba levantado desde mucho antes de prima.”
“Haremos
vigilia en la capilla desde después de completas hasta prima.”
Aunque tampoco está demasiado presente la
Liturgia de las Horas, pues sólo destacan
en la trama vísperas y completas, escasas a prima, alguna referencia a maitines
y creo que ninguna a laudes.
Otro aspecto que se aprecia en la novela
es el papel favorecedor de la cultura eclesial en cuanto a la comunicación
entre las personas:
“No
es esencial tener a alguien que hable correctamente el galés dado que el obispo
domina sin duda el latín.”
Aunque no siempre resultara
suficientemente efectivo:
“Se
quejó de no teneros a vos como intérprete porque a duras penas se entendían en
latín.”
Aunque también es cierto que no es la cultura
eclesial la única ayuda posible en cuestiones de idiomas:
“Era
una excelente elección de palabras, pensó Cadfael, sorprendiéndose de que una
galesa utilizara el inglés como si fuera su propia lengua o como si lo hubiera
aprendido por amor.”
En la novela se van dando pinceladas
sobre la sociedad y costumbres de la época:
“La
denegación de hospitalidad estaba totalmente excluida. Los huéspedes eran
sacrosantos y no debían ser interrogados sobre la duración de su estancia, por
ruinosa que ésta pudiera resultar.”
“En
las deliberaciones de los hombres libres, las mujeres no tenían parte, como es
natural. Tampoco los siervos de la gleba, aunque podían influir indirectamente
a través de los hombres libres con quienes mantenían relaciones de amistad.”
Y también religiosas:
“Podéis
hacer lo que ella desea con plena tranquilidad de conciencia. La joven sólo
pide perdón, y eso todo hombre puede otorgarlo, no absolución.”
“-
Así lo haré, padre –contestó Peredur–. No quiero un inmerecido perdón. Acepto
la penitencia de buen grado.
- Siendo
así, no tienes que desesperar de la gracia.”
Con todos estos mimbres, la intriga se
desarrolla, curiosamente, no en la misma Abadía de Shrewsbury o sus
alrededores, sino en la parroquia de Gwytherin, en el cercano País de Gales, “donde era bien sabido que en el pasado los
santos y santas abundaban tanto como las setas en otoño y eran tenidos en tan
poco aprecio como éstas”.
Y se desarrolla bien, con el adecuado
ritmo en la presentación de los personajes, de sus características e intereses,
y de las pruebas, sospechosos, pistas e indicios, y dudas; incluso se practica
una cuasi autopsia:
“Debió
de haber previsto la necesidad de examinar el cuerpo pues lo había dejado
desnudo. (…) La herida por debajo de las costillas ofrecía ahora un
desagradable aspecto y tenía los bordes azulados (…)”
Naturalmente, no sólo al caso, sino también
a otros distintos problemas, se da solución, de modo que “Cadfael se congratuló por haber conseguido hacer felices al mayor número
de personas posible”.
* En el centenario del nacimiento de Edith
Mary Pargeter (Ellis Peters) *
Créditos:
Cubierta y extractos de Un dulce sabor a muerte, de Ellis Peters, primera obra de la serie de
Fray Cadfael, según traducción de
María Antonia Menini, tomados de la segunda edición (noviembre de 1989) realizada
por Grijalbo (pp. 102-103, 11-12, 65, 8, 14, 136, 7, 157, 33, 221, 54, 41, 71, 164,
203, 16-17, 152, 269), de la biblioteca del autor.
Ay, que me vas a hacer que me lo lea, Posodo de mis entretelas, y mi cabeza está como tus estanterías: sobrecargada :P
ResponderEliminarAbrazos