“Porque al otro lado de las fronteras, la masa expectante de los
Invasores no había cesado de crecer, y era una reserva de excelentes guerreros.
Nuevas tribus se añadían incesantemente a las antiguas; y su presión aumentaba.
Desde las revoluciones del siglo III, los Bárbaros, mejor agrupados, habían
adquirido mayor conciencia de su fuerza. Desde el Mar del Norte hasta el Mar
Caspio, constituían una sucesión de fieras dispuestas a saltar. La mayor parte
la formaban los Germanos, rama Aria venida de los brumosos países del Báltico y
que se había detenido allí después de muchas migraciones; en su mayoría
eran recios, fuertes, turbulentos y ambiciosos; estaban organizados, casi por
todas partes, en comunidades a la manera de tribu, muy disciplinadas y muy
sometidas al «principio del jefe». Hacia el año 400 el mapa de los Bárbaros
estaba trazado, poco más o menos, así: a orillas del Rhin, desde el Mar del
Norte hasta el Main, se situaba la confederación de los Francos, los cuales
rodeaban en la cuenca del Weser y hasta el Elba a los Sajones y entre el Elba y
el alto Main, a los Lombardos; un poco más al Sur, habían llegado desde
Brandenburgo hasta el Rhin, frente a Maguncia, los gigantescos Burgundios. Los
Alamanos, frenados momentáneamente, en 357, por las victorias del Emperador
Juliano, se habían instalado, desde entonces, desde el Main hasta el Danubio y
ocupaban las antiguas tierras romanas de los Campos Decumates; eran grandes
merodeadores y se contaban entre los más peligrosos. Quedaban los Marcomanos en
Bohemia, y los Rugienos y los Hérulos, en los alrededores, pero tenían menos
importancia. Por el contrario, en el Danubio se alineaban las Confederaciones
Germánicas más fuertes; hasta Austria actual habitaban los Vándalos, a quienes
Tácito había descrito ya como feroces y hábiles para las astucias guerreras, y,
más allá, los Godos, que, llegados originariamente del Vístula hacía setenta y
cinco años, eran dueños ahora de Dacia, aquel antiguo bastión de Trajano, y
estaban divididos en dos grandes grupos: «los Godos brillantes u Ostrogodos»,
que miraban hacia el Mar de Azov y los «Godos prudentes o Visigodos» que daban
cara al Imperio. Y, a retaguardia, más allá de esta alineación de pueblos,
esperaban y empujaban otros: los Anglos y los Jutos de la actual Dinamarca, los
Esciros en Galitzia, los Noruegos, Getas y Suecos en Escandinavia; y, en las
llanuras rusas, los Eslavos y los Wendos en el Norte, los Cuados y los Gépidos
en el Sur, los Alanos a orillas del Mar Negro, y hacia el infinito de las
estepas asiáticas, se extendían, fluctuaban, se entremezclaban y se preparaban
las Tribus Uralo-Altaicas, aquellos amarillos cuyo empujón iba a figurar en el
origen del drama y cuyos representantes más célebres fueron los Hunos.”
Como podemos observar,
los Bárbaros eran, en realidad, una barbaridad de pueblos muy distintos, aunque
cada vez menos distantes, del Imperio Romano y también entre ellos mismos.
Según el plan de estudios
que se haya ‘sufrido’, uno conocerá o le sonará un número mayor o menor de los
pueblos enumerados (e incluso echará alguno que otro en falta). En cualquier caso, seguro que sabe de la
existencia de los Hunos.
Lo que sucede es que más
allá de aquello de «Atila, el azote de Dios», San León Magno, y la batalla de
los Campos Cataláunicos, poco se han extendido los libros de texto acerca de
los Hunos (o, al menos, yo no lo recuerdo).
Por eso, no dejó de
resultar chocante (al menos para mí, ya digo) saber de las andanzas de los
Hunos contra el Imperio… Chino, y ello gracias a… una película.
Situada en la época de la
dinastía Han, la historia de Mulan nos muestra cómo el Imperio Chino consiguió
resistir ante el empuje de los Hunos.
“El origen concreto de la sacudida que a comienzos del siglo V debía
lanzar a las tribus al asalto del Imperio [Romano], hay que buscarlo en las mismas condiciones de la vida de los Bárbaros.
(…) En efecto, los Hunos, los terribles Hiong-Nu que, desde hacía varios siglos,
eran el azote de China, al verse arrojados de allí por el heroísmo de los
Emperadores Han, y apartados de las tierras amarillas por la construcción de la
Gran Muralla, se habían vuelto hacia el Oeste. Y sus escuadrones habían ido
aplastando, sucesivamente a los Sármatas del bajo Volga, a los Alanos, a los
Ostrogodos y, por último, a los Visigodos. La Gran Invasión de comienzos del
siglo V, no fue, pues, más que el contragolpe del Ataque Mogol, que desencadenó
y dirigió en un sentido único a las inestables fuerzas del Mundo Germano.”
En resumen, que si no
llega a ser por Mulan, el siglo V en
Europa y la posterior historia del continente hubiera podido ser muy, pero que muy
distinta.
Créditos:
Extractos de los apartados Barbarie y Las etapas del drama, del capítulo II El huracán de los Bárbaros y los diques de la Iglesia, en el Tomo
III La Iglesia de los tiempos bárbaros,
de la obra de Daniel Rops, Historia de la
Iglesia de Cristo, tomado de la edición especial realizada para Círculo de
Amigos de la Historia, en 1970 (pp.
48 y 50), de la biblioteca del padre del autor.
Tuve la fortuna de trabajar en Vietnam, admirable pueblo que, entre otras muchas cosas, me enseñó que tampoco se lo pusieron fácil a los de Atila.
ResponderEliminarUn saludo.
Vaya, URUMO, no hubiera imaginado que los hunos llegaran tan al sur, habiendo llegado tan al este.
ResponderEliminarBueno, y tampoco sabía lo de que habías estado trabajando allí. Ya contarás.
Un saludo.