“Un modesto joven se dirigía en pleno verano desde Hamburgo, su ciudad
natal, a Davos Platz, en el cantón de los Grisones. Iba allí a hacer una visita
de tres semanas.
Pero desde Hamburgo hasta aquellas alturas, el
viaje es largo.”
El pasado día 6, en la
sesión del Club de Lectura de Casa del Libro de Valencia, se confirmó que la
siguiente obra que se comentaría sería La montaña mágica, de Thomas Mann. Y se
comentaron diversos aspectos, a modo de aperitivio.
En primer lugar, claro,
se confirmó que “el viaje es largo”:
1.051 páginas hasta el fin del índice en la edición que estoy manejando. Por
ello, se marcaron tres etapas, es decir, tres sesiones del Club, que se
corresponden con los capítulos 1-3, 4-5 y 6-7. La primera
etapa, dentro de diez días, el 5 de marzo.
También se recomendó, ya que estamos en
ese mundo, una serie de televisión Los
Mann, la cual parece que refleja con bastante fidelidad el ambiente
familiar del autor y de su familia.
Entrando ya en materia literaria, por
parte de quienes ya habían leído la obra se insistió en varios aspectos de la
obra que pueden, tal vez, frenar a quien no esté acostumbrado:
- por un lado, en la narración hay mucho
retroceso en el tiempo.
- por otro, la obra es pródiga en la
abundancia de detalles.
Cosa ésta última que veo que ya nos
advierte el autor:
“La
contaremos [la historia] en detalle,
exacta y mninuciosamente; pues ¿cuándo ha dependido lo amena o lo larga que se
nos hiciera una historia del tiempo que requiere contarla? Al contrario, sin
temor al reproche de haber sido meticulosos en exceso, nos inclinamos a pensar
que sólo es verdaderamente ameno lo que ha sido narrdo con absoluta
meticulosidad.”
Aun así, la recomendación fue que no hay
que quedarse en los detalles, sino captar el ambiente… ambiente mágico, se
insistió.
(Eso sí, yendo un poco más a lo ‘prosaico’,
sobre los detalles del ambiente, se destacó el correspondiente a los balnearios.)
Una cosa que sí fue objeto de comentario
es la traducción. Según parece, La
montaña mágica ha sufrido traducciones con resultados muy dispares (de
hecho, en la edición que manejo se destaca en portada que se trata de una “nueva traducción”). Ya veremos, pues, qué
tal resulta.
“Pero
el viaje, que durante tanto tiempo transcurre con facilidad y en línea recta,
comienza de pronto a complicarse. Hay paradas y contratiempos. En Rorschach, en
territorio suizo, se vuelve a tomar el ferrocarril; pero sólo se consigue
llegar hasta Landquart, pequeña estación alpina donde hay que cambiar de tren.
Es un tren de vía estrecha, que obliga a una espera prolongada a la intemperie,
en una comarca bastante desprovista de encantos; y desde el instante en que la
máquina, pequeña pero obviamente de una tracción excepcional, se pone en
movimiento, comienza la parte realmente arriesgada del viaje, iniciando una
subida brusca y ardua que parece no tener fin. Pues Landquart aún se halla
situado a una altura relativamente moderada;…”
En resumen, hay que cogerlo con cariño,
sin agobios.
“…
aquí comienza el verdadero ascenso a la alta montaña, por un camino pedregoso
salvaje y amenazador.”
Créditos:
Extractos del inicio del capítulo 1, y de
Intenciones del autor, texto a modo
de prefacio, según traducción de Isabel García Adanes (de 2005), de La montaña mágica, de Thomas Mann,
tomados de la séptima reimpresión (septiembre de 2012) de la primera edición (abril
de 2009), realizada por Edhasa como número 233 de su colección Pocket Edhasa.
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