sábado, 28 de julio de 2012

Saber enseñar al que no sabe

Os animo a vosotros, profesores, comprometidos en todos los niveles de la instrucción y educación de las nuevas generaciones: formadlas en los valores morales y civiles, infundiendo en ellas un destacado sentido de los derechos y deberes, a partir del ámbito mismo de la comunidad escolar. Educar a la justicia para educar a la paz: ésta es una de vuestras tareas primarias
[del discurso pronunciado en la Jornada Mundial de la Paz, en 1998]

¿La escuela católica seguiría mereciendo este nombre si, aun brillando por su alto nivel de enseñanza en las materias profanas, hubiera motivo justificado para reprocharle su negligencia o desviación en la educación propiamente religiosa? ¡Y no se diga que ésta se dará siempre implícitamente o de manera indirecta! El carácter propio y la razón profunda de la escuela católica, el motivo por el cual deberían preferirla los padres católicos, es precisamente la calidad de la enseñanza religiosa integrada en la educación de los alumnos.
[de la exhortación apostólica Catechesi tradendae, de 1979]

Resulta revelador (y aun profético) que en el plazo de un año tras su elección como Pontífice, ya avisara (o denunciara) Juan Pablo II, recién llegado del comunista Este europeo, la actitud acomodaticia de la escuela católica en un Occidente en el que, entonces, aún no había cogido fuerza lo políticamente correcto, y, por ello, disimulada o indisimuladamente, lo anticristiano en general, y anticatólico en particular.

Créditos:
Textos tomados de «¡No tengáis miedo!», recopilación de extractos de discursos y documentos de Juan Pablo II, publicada como número 1 de la colección Libros Alfa y Omega, ante la visita apostólica a España realizada por Su Santidad los días 3 y 4 de mayo de 2003 (pág. 98)
(Las negritas son mías.)

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