jueves, 2 de septiembre de 2010

De aquellos polvos del desierto…

Tres días de sangre, fragor y humo en los bosques de Shaykan en noviembre de 1883 marcan el nacimiento del Estado Mahdista en Sudán. Fue el primer reino radical islámico y la única nación africana de la historia que consiguió ganar su independencia de un poder colonial por la fuerza de las armas. Su éxito provocaría una auténtica conmoción en el mundo occidental, que alcanzaría su momento más álgido durante la celebración del Jubileo de Diamantes de la Reina Victoria y cuya derrota se transformaría en la aventura culminante de la era colonial británica.

El éxito de la rebelión de El Mahdi, «el Elegido», supuso un serio peligro sobre el conjunto del Sudán, y una amenaza cierta sobre el mismo Egipto. Esto obligó, contra su voluntad, al gobierno del Primer Ministro Gladstone a tolerar o permitir la presencia del Mayor General Charles Gordon en Jartum en un desesperado intento de frenar el avance de la rebelión. Por dos días, no lo consiguió.

Diez años más tarde, el Reino Unido decidió acabar con la amenaza, con el resultado que, aun totalmente novelado, ya conocemos.

Un dos de septiembre de 1898 tuvo lugar la Batalla de Omburdam, con el triunfo de las tropas anglo-egipcias mandadas por Kitchener, y la consiguiente recuperación de Jartum.

Sin embargo, si bien las películas finalizan, la Historia no lo hace. Aunque los haya empeñados en olvidarla y no aprender.

Aunque la Mahdiyya murió en Umm Dibaykarat, no ocurrió lo mismo con el mahdismo. Simplemente se convirtió en algo sumergido que se perpetuó a lo largo de los cincuenta y siete años de gobierno anglo-egipcio. Tras la independencia de Sudán en 1956, los políticos islámicos volvieron a asomar su cabeza. Desde 1964 Hassan at-Turabi, un abogado doctorado en La Sorbona, se hizo con el dominio de la situación y su partido, el Frente Nacional Islámico, propuso una orientación islamista al país, similar a la que había impuesto el Mahdi y el califa Abdallahi.
Turabi y su cuñado, Sadiq al-Mahdi, nieto de Mohammed Ahmad y líder del Partido Mahdista Umma, fueron los promotores del golpe de estado que derrocó al ´regimen de Jaafar Numeiri en 1989, instalando en su lugar al actual presidente, Omar al-Bashir.
Fue gracias al patrocinio de Hassan at-Turabi que, en 1994, el terrorista saudita Osama bin Landen se instaló en Sudán, donde permanecería durante cuatro años. En este periodo, at-Turabi se convirtió en mentor de Laden, ejerciendo una profunda influencia en su ideología y ayudándole a convertir al-Qaeda en la organización terrorista que es hoy. Bin Laden dejó Sudán para trasladarse a Afganistán en 1998 convertido en un hombre muy diferente al que había llegado cuatro años antes. Sus declaraciones en contra de los norteamericanos y contra los regímenes musulmanes «apóstatas» del mundo árabe, se asemejan en algunos casos, palabra por palabra, a las afirmaciones del Mahdi. La tragedia del 11 de septiembre en Nueva York, tramada por bin Laden, resulta pues una expresión de los mismos sentimientos articulados por el Mahdi en su revuelta y, hasta cierto punto, vienen a ser un desquite por esos diez mil derviches que cayeron ante las armas de Kitchener en Kerrari, hace algo más de cien años.


Créditos:
Párrafo inicial y finales de Jartum. La última aventura imperial, de Michael Asher, según traducción de Carlos Ruiz Urribarri, editado por Inédita Editores en octubre de 2008.

Portada del mismo libro, representando General Gordon Last Stand, de G.W. Joy.

Retrato de Mohammed Ahmad, El Mahdi, y fotografía del momento de izar las banderas triunfantes tras la reconquista de Jartum, tomados del mismo libro.

3 comentarios:

  1. Gracias por el repaso histórico; ayuda a comprender mejor la implantación de un régimen de paz, amor y prosperidad, en el corazón de África.

    Un saludo

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  2. Un régimen listo para abanderar la alianza de civilizaciones, sí...

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  3. Tienen todas las cualidades para ingresar en la Alianza de Civilizaciones, promulgada por el pelotudo de ZP.

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