domingo, 4 de enero de 2009

¡Quién te ha visto...!

El carácter cambiante de la población nativa gracias a la presión inadvertida de unas fronteras porosas; la creación de una burocracia pesada, lerda y rígida cuyo único propósito es mantenerse a sí misma; el desprecio que las familias de abolengo guardaban por los militares y los esfuerzos que hacían para no prestar el servicio al tiempo que la carrera militar ofrecía oportunidades sin precedentes a un sector marginal que antes no hubiera podido entrar a sus filas; el respeto, de dientes para afuera, por unos valores en los que ya nadie creía; la pretrnsión de qur aún eran lo que habían sido; la brecha creciente de la población entre ricos y pobres mediada por un sistema fiscal corrupto y la desesperación inevitable subsiguiente; el fortalecimiento del poder ejecutivo a expensas del legislativo; la legislación poco eficiente pero presentada con bombos y platillos; la vocación moral del hombre que estaba para mantener el orden a cualquier costo y que era ciego a los crueles dilemas de la vida ordinaria

¿A qué momento y sociedad se corresponde esta descripción?

Una pista:
En aquel momento, por lo menos, el emperador no podía pasarles el peso de su lastre económico a la posteridad mediante la creación de una deuda pública a largo plazo porque el concepto de activo circulante aún no existía. La única riqueza de la que se podía hablar eran los frutos de la tierra

Los textos transcritos están tomados de la obra De cómo los irlandeses salvaron la civilización, de Thomas Cahill, según la traducción de Juan Manuel Pombo Abondano, en la primera edición de septiembre de 2007, de Verticales de Bolsillo.

1 comentario:

  1. La humanidad siempre cree que su época está en decadencia. Textos de todas las épocas recogen ese sentimiento pesimista que puede resumirse en "¿Dónde vamos a ir a parar?"

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