Uno de los problemas de morirse es que,
de golpe, todos se acuerdan de uno. Es lo que le ha sucedido a Antonio Mingote.

El ‘por qué’ está muy claro, y merecido,
pero el ‘para qué’ no lo veo. Me explico: dudo que el Ayuntamiento la emprenda
ahora como hace algo más de un siglo, y decida abrir una nueva calle en pleno centro de la Villa, o suficiente centro. Por tanto, una de dos, o la calle es
nueva de trinqui, o sea, allá donde Cristo perdió el gorro; o es una calle (más
o menos) hecha y derecha, y por tanto, le cambian el nombre, para que se
acuerden de *** los vecinos, el cartero, el taxista,… el policía al que saludé…

Por ejemplo, el lugar donde se encuentre
(pues lo ignoro) el abeto que plantó en el Parque del Retiro, y junto al cual
han lanzado la idea de una estatua.
Ése podría ser un digno rincón madrileño
en el corazón de don Antonio.
Créditos:
Fotografía de los trampantojos en la
calle de la Sal, en agosto de 2007, del autor.
Fotografías de las placas conmemorativas
de la Farmacia León (octubre de 2007) y Casa Alberto (noviembre de 2007), del
autor.
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