sábado, 20 de noviembre de 2010

Enteramente irreal...

Obviamente, ésta es una historia absolutamente inventada, enteramente irreal; es una farsa, en clave de humor.
Pero si ustedes piensan más en las anécdotas del contorno que en el inverosímil que las motiva, quizás coincidan conmigo en que, a lo mejor, algunas reacciones, algunas conductas, se harían reales si se diese esa imposible causa.
Saliendo al paso de susceptibilidades y enfados, comienzo declarando con la necesaria solemnidad que en este libro sólo se pretende plantear un juego burlesco, una broma. Como decimos los juristas, aquí únicamente existe animus jocandi; ganas de pasar el rato, de sonreir.
Mis literarias excusas a quienes no entendiéndolo así, puedan enojarse.


Fernando Vizcaíno Casas abre su novela con esta, digamos, advertencia. A continuación, se inicia la novela:

La prensa daba noticias como éstas:

Y siguen diversas noticias totalmente disparatadas, aunque supongo que reales. No puedo asegurarlo ahora, ya que se tratarían de acontecimientos de 1977, pues la novela se escribió en ese año, publicándose en enero de 1978 con el resultado de que en junio de ese mismo año (es decir, cinco meses antes del momento de la novela), iba ya por la undécima edición (o mejor dicho, supongo, décima reimpresión).

La novela, naturalmente, es … y al tercer año, resucitó.

Sí, y las escenas (y las noticias), totalmente disparatadas... entonces y treinta y tantos años después.

Créditos:
Fotografía de Fernando Vizcaíno Casas, tomada de internet.
Portada de … y al tercer año, resucitó.

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