miércoles, 12 de agosto de 2009

Magia en la ciudad

Hace tiempo, observé una extraña alteración en la superficie de una acera, cercana a casa. Dudé entre achacarla a un defecto en la ejecución de la obra de urbanización de la calle, o a un pequeño síntoma del desplazamiento de las placas tectónicas con el resultado de colisión, suave, pero colisión.

Sin embargo, el paso del tiempo me aclaró las cosas. Y resultaron no ser tan inocentes como las alternativas que había barajado.

La medianera que se aprecia en la foto de conjunto, suele aprovecharse para la instalación de grandes carteles de publicidad. Por ejemplo, durante la celebración de la Copa del América estuvo ahí, casi fijo, un anuncio del equipo BMW-Oracle.

En julio, coincidiendo con el estreno de la última película de la serie Harry Potter (que no sabemos por qué en España el príncipe ya no es mestizo, como sí lo es en la novela y película originales); en julio, digo, se colocó un gran cartel de publicidad de la película.

A principios de mes, el cartel se vino abajo, afectando en su caída incluso a un par de focos luminosos.



La respuesta a lo sucedido me la dio el principio de la breve reseña de la película que se mostraba en la página de una cadena de cines de aquí de Valencia, los cines ABC: “Voldemort va tomando control tanto del mundo Muggle como del mundo de la magia, y Hogwarts ya no es el lugar seguro que solía ser”. Y, efectivamente, una de las primeras actuaciones había sido eliminar una publicidad tan grande de Harry Potter.

Sin embargo, Voldemort ignora que en Valencia actúa un grupo especial que resuelve numerosos problemas, y en cuyo nombre en clave se incluye el críptico número 72.

Este grupo especial reaccionó con presteza a la acción de Voldemort, y consiguió sellar la grieta por la que se había manifestado en este mundo. Ayer fui testigo de ello, pero realicé la foto una vez que los integrantes del grupo especial habían desaparecido, con el fin de preservar su identidad y que así, desde el incógnito, sean más eficaces a la hora de resolver estos problemas.

Y lo puedo decir ahora, una vez ha sido desclasificado el expediente.

jueves, 6 de agosto de 2009

Tiempo de libros. Serie 2: ¡Ánimas benditas!

Como ya he comentado, uno de los primeros libros que compré a través del sistema de listas, fue Los reinos de la casualidad, de Carlos Marzal. En esa anotación decía que aprovechando que se cumplían tres años de su compra, ya tocaba leerlo. Efectivamente, lo empecé ayer.

Por tanto, difícilmente pude decirle al autor cuánto me había gustado el libro cuando lo vi en la Feria del Libro en Madrid. Es más, le dije precisamente que todavía no había podido leerlo (y no, no es excusa que la novela tenga 773 páginas, de las que dos tercios son el último capítulo – y no, tampoco es que la foto recoja el momento en el que se lo dije).


Carlos Marzal es más poeta que novelista, por lo que me decidí por su último poemario, Ánima mía, de cuyos poemas en la solapa de la cubierta se dice que portan “timbre grave y profundo (…) pero con un lenguaje que es ahora una fuente inagotable de prodigios, para expresar la celebración de la existencia y el sentimiento de desamparo, la gravedad de la muerte y la exaltación de la vida a través de las diferentes magias que constituyen la realidad.

Aún no lo he leído, pero como avance, y tratándose de un escritor, la primera estrofa de un poema con título el del primer verso:

Si sé lo que escribir,

jamás escribo.

Si escribo es por saber lo que sabré,
aquello que aparece

al descubierto,

mientras uno lo escribe,
y se desnuda
sólo para nosotros,
y no aparece más en lo desnudo.

No de arriba, sino de altura

Esta tarde hemos ido con los chiquillos al cine, a ver “Up”. Sobre la película podemos encontrar comentarios tipo profesionales (como el de Santiago Navajas, en Libertad Digital, o de Andrés Arconada [“la gran película del año, yo diría”, y a partir del minuto 1:43] y otras reseñas en la página de COPE), o tipo público de cine, como elentir.

Todos coinciden, al menos los enlazados, en que se trata de una película muy buena, con lo que estoy totalmente de acuerdo. Santiago Navajas finaliza su artículo diciendo: “Película para todos los públicos, en su más noble acepción, la última entrega de Disney-Pixar es un argumento perfecto para quienes sostienen que todavía merece la pena ir al cine”. En mi caso concreto, ir, lo que se dice ir al cine, puede decirse que sólo voy a ver estas películas de Disney-Pixar. El resto del cine que veo, es en casa, y ni siquiera en un canal de televisión, sino en vídeo (aunque sea en formato DVD, se entiende, ¿no?), y no diré que las películas que veo sean todas en blanco y negro, porque sería una exageración, pero la proporción no estará muy alejada del famoso fifty-fifty (porque, eso sí, cine español, muy poco, bueno, más bien, como se diría en un análisis químico, trazas, y casi todo del siglo pasado y en blanco y negro).

En las reseñas y comentarios se habla sobre los aspectos técnicos, sobre la delicadeza con que, sin palabras, se nos cuenta una historia de amor, sobre cómo se establece una relación paterno-filial,… y sobre lo anómalo que resulta en la actualidad que el protagonista sea un anciano.

Así como en “Wall-e” los títulos de crédito finales eran un guiño a otra versión de la Historia, en “Up” son una forma técnica de rendir ese homenaje a los ancianos, a la edad y a la experiencia, a lo que ahora se ha decidido apartar: toda la tipografía es de una máquina de escribir.

Lo que me recuerda…

Por el humo se sabe...

Caragüevo ha iniciado una serie titulada “Fumando espero” donde muestra a diversas celebridades, famosas y conocidas en actitud de fumar un cigarrillo. Naturalmente, si fotos de este tenor ya son provocativas en estos tiempos, confeccionar una serie con ellas, más aún. ¡Ánimo!

No sé si la idea germinal de la serie puede residir en la noticia con que finalizó el mes de julio: “El Gobierno se plantea endurecer la ley contra el tabaco”.

Advertencia previa: se da el caso de que yo no he fumado nunca, y por tanto, no milito en las filas de los conversos furiosos: vamos, ni siquiera me molesta que fumen (otra cosa distinta es que por el capricho del humo, éste vaya íntegramente contra mi cara).

"Hay una cosa en la que tengo una profunda convicción y es que es muy importante que actuemos desde todos los frentes para erradicar el tabaquismo de la vida de los ciudadanos", ha recalcado [la ministra]”. Sin embargo, en la noticia no se recoge nada sobre la implicación de la Administración en el tabaquismo, a través de las concesiones de estancos y los impuestos especiales que, gravándolo, ayudan a incrementar los ingresos del erario.

Hacia el final de la noticia, se puede leer “El pasado 18 de junio, el Congreso instó al Gobierno a endurecer la Ley Antitabaco, "avanzando en la ampliación de los espacios libres de humo de manera progresiva"”. Estos espacios tienen su correspondiente cartelito en los accesos, para así, además de servir como propaganda políticamente correcta, informar a los posibles interesados en entrar en ellos.

Lo que suelen tener estas propuestas, reglamentos y leyes tan buenistas, tan “por nosotros”, es que se puede caer en situaciones típicas de farsa, pudiendo generar un cierto rechazo, efecto contraproducente respecto de las saludables intenciones de las disposiciones. Por ejemplo, encontrarte el cartel de “Espacio sin humo”… en un estanco.

Sí, por el humo se sabe… dónde está el absurdo.

Montar una escena

Esta primavera pasada, comiendo un día con un compañero de trabajo, estuvimos hablando de cómo acababa la temporada de ópera del Palau de les Arts (con el ciclo completo del Anillo del Nibelungo), y cómo él, que no conocía la obra de Wagner, dudaba de ir, y, en su caso, a qué representación. Yo le comenté que me estaba planteando ir a ver “El ocaso de los dioses”, tanto por la obra como por la curiosidad sobre la escenografía de La Fura dels Baus.

Como ya he comentado, sin esperármelo, pude asistir a una representación de “La Valquiria”, dentro del referido ciclo, ocasión en la que adquirí el libro El anillo del Nibelungo, que incluye una entrevista de Justo Romero a Carlus Padrissa, director de escena e integrante de La Fura dels Baus, como también he dejado dicho.

Decir Carlus Padrissa es decir La Fura dels Baus. (…) Padrissa se ha sumergido en la inmensa Tetralogía de Wagner sin complejos ni temores. Armado en una imaginación tan inagotable como su capacidad de trabajo y de ilusionarse”.

A una pregunta, reconoce que se metió en la obra “poco a poco”. Se documentó viendo versiones de otros estilos y épocas: “Había visto otra, la de Patrice Chéreau, de Bayreuth, de 1976, que me mandó Helga [Schmidt, Intendente y Directora Artística del Palau de les Arts], dirigida por Pierre Boulez y en la que Wotan sale como empresario, como el jefe de la Revolución Industrial, que controla la industria hidráulica… Un montaje en el que todo está muy ligado. Yo pensé: «Bueno, si esto lo han hecho en 1976, yo me voy más al mundo de la degradación de la naturaleza, a la crisis climática que tanto nos afecta y amenaza». Y entonces ahí decidí un poco pensar en esa línea.

Sobre los inconvenientes, como hombre de teatro, dice: “Desde el mundo del teatro el problema más grande es la lentitud de los tiempos. ¡Y son 15 horas! ¡Parece una locura! ¿Cómo vas a hacer 15 horas de teatro? (…) ¡Te tienes que dejar llevar por la música! ¡Tienes que empaparte, zambullirte en su tempo más lento! (…) Es una historia que te la explican muy pausadamente, y tienes que aceptar esta dinámica. Si no, estás perdido y es mejor dejarlo.

O sobre el uso de la luz: “Luces que quedan despegadas. O esas luces un poco más desintegradas, como lo haría Dalí, por ejemplo… ¡Ya tienes los dioses ahí! La verdad es que nuestra puesta en escena es muy daliniana. Está todo un poco descompuesto. Los dioses son como estrellas luminosas”.

Y más adelante, dice: “Otro problema que suele haber: los cantantes wagnerianos tienen que tener una voz muy buena, pero generalmente no suelen ser grandes actores, algo que no les hace falta con este procedimiento técnico, porque los ponemos encima de unas grúas, que no las hemos inventado nosotros: son la continuación de las grúas que usaba el propio Wagner en su viejo teatro, ésas de madera que están dibujadas en los libros y todos hemos visto. Roland Olbeter, nuestro escenógrafo, las ha diseñado en aluminio, pero la técnica es exactamente la misma.

Resumiendo: “No queremos inventar. No somos tan egoístas como para aplicar una dictadura del maestro y decir: «No, no. Es que Wagner estaba equivocado. Yo sé cómo tiene que ser. Éste no tienen que estar, Éste tiene que salir del otro lado…» No. Yo no soy nadie. No voy a ser yo el que se cargue 25 años de trabajo de este tío. Yo lo respeto y voy a intentar hacerlo como él lo había pensado. A mi manera, eso sí. Pero Wagner, el músico, el hombre de teatro, me impone mucho respecto y admiración”.

Y también: “La verdad es que estamos siempre al límite del lenguaje furero. El lenguaje furero tiene muchos caminos, pero en el de ópera normalmente es más comedido, porque no podemos hacer ruido, esto sí que lo tenemos que respetar ¡Estamos ante la música! Ahí es más provocación el silencio que el grito”.



También comentan “los característicos cuerpos colgados de La Fura”. De hecho, dentro del II Festival del Mediterráno, se incluía el espectáculo “Anell de llum” (“Anillo de luz”) realizado en el exterior del edificio del Palau de les Arts, para lo que una hermosa grúa estuvo esperando el tiempo (y dinero) que hiciera falta.

En su día, cuando se comentó el bis de Leo Nucci en su representación de “Rigoletto” en el Teatro Real de Madrid, enlacé con una entrevista que le hizo Aurora Intxausti para El País. En ella se podía leer: “Defensor a ultranza de los compositores frente a los directores de escena, con los que ha mantenido más de una confrontación por su desconocimiento de la obra, Nucci sostiene que en la ópera "la dramaturgia está en la partitura, y cuando uno canta lo que debe hacer es leer lo que escribió el autor"

Y ayer me entero de que Tarantino no va a ser el director de escena del Anillo en Bayreuth: “Tarantino nicht Regisseur des neuen "Rings"

Concluyendo: al final no fui a ver “El ocaso de los dioses”.

¿Abierto por vacaciones?

Hace un tiempo, hice una anotación en relación con el hecho de que los museos cerraran los lunes (salvo el Reina Sofía, que lo hace el martes), con independencia de circunstancias especiales que, por lo menos en mi opinión, lo desaconsejaran.

Hace menos, con el “invento” del Día Internacional de los Museos, el Ayuntamiento de Valencia, a través de la Concejalía de Cultura, programóuna serie de actividades con motivo de la celebración, el próximo lunes, del Día Internacional de los Museos. Además de abrir gratuitamente las puertas de los museos municipales durante toda la jornada, está prevista la realización de diversas actividades, entre las que destacan las organizadas por el Museo de Ciencias Naturales y por el Museo de Historia de Valencia”. Estas actividades eran para el día 18 de mayo,… sí, efectivamente, este año ha sido lunes.

Estos días ha estado aquí en Valencia un cuñado mío que hace años se mudó a Canarias. Quedamos para vernos y comer por el centro, y como estábamos cerca, nos acercamos al lado de la Catedral para ver el Museo abierto hace poco de La Almoina, que sólo llegó a conocer en su versión de excavaciones arqueológicas a lo largo de años, años,… y más años.

Como en la comida nos ajustamos bastante al horario tempranero de los turistas, resultó que siendo agosto, miércoles, y poco más de las dos de la tarde, sólo los turistas de verdad y nosotros íbamos andando por las calles.

Todo decidido dirijo el grupo hacia la puerta del “Centro Arqueológico L’Almoina”, para… poder leer bien claramente el cartel del horario.

Con lo que sólo pudimos apreciar la alberca que cubre la estructura que protege las ruinas (principalmente, mezcla de romanas y visigodas), lo que tampoco resultó muy ilusionante, por mucho que al fondo viéramos parte de la Catedral y su cimborrio, o, asomando un poco por la derecha, la fachada trasera de la Basílica de la Virgen.



Sin muchas esperanzas nos acercamos al Museo de la ciudad, con el mismo resultado. Eso sí, pudimos apreciar que la cercana Iglesia de San Esteban se encontraba de obras.

En resumen, que mucho Día Internacional de los Museos, muchas Noches de los museos, gastos extraordinarios y fuera de tiesto, y cuando de verdad hay gente para verlos, sea mucha o poca gente, no hay servicio.

Y si los turistas extranjeros quieren ir a un museo, que aprendan a comer a las tres de la tarde y aprovechen así que están cerrados. Do fueres, haz lo que vieres, ¿no?

Pues no.

martes, 4 de agosto de 2009

Listas de libros listos... para leer

Un cuatro de agosto de 2006 compraba cuatro libros en el local que la librería París-Valencia tiene en la plaza de Alfonso el Magnánimo, más conocida como el Parterre (aunque éste es propiamente, el jardín central de la plaza), aquí en Valencia, claro.

Hacía ya muchos años que tanto esa librería como el local en concreto, se habían convertido en mi proveedor oficial de libros, y casi único; sin embargo, con la compra de este día se iniciaba un procedimiento nuevo. Aunque su origen se sitúa a finales del junio inmediato anterior.

Y es que el 27 de junio les había facilitado una lista de libros como encargo. Hasta aquí, nada de particular, ¿no? El matiz es que dicha lista se componía de dos bloques: en uno, los libros eran los clásicos de encargo, y su cantidad varía de una lista a otra según me dé; en el otro, siempre cinco libros, eran ellos los que elegían qué dos o tres libros me iba a llevar. Además, de su propia iniciativa, había que añadir un libro adicional.

Es decir, que con este ‘juego’ entre libreras y cliente, llevamos ya tres años, y los que espero seguir rondando.

El resultado hasta la fecha, es el siguiente:
listas presentadas: 32, es decir, una media de una lista cada cinco semanas.
total de libros implicados: 302
total de libros comprados: 168
total de libros pendientes: unos 55

Por vergüenza torera, no pongo la estadística de libros leídos (además de porque no la llevo más que desde hace poco)

La pregunta clave, en todo esto, es ¿Y dónde @#!*%& pongo ahora los libros?

Para satisfacer la curiosidad general, los libros en cuestión fueron:





de los cuáles, el primero, lo empezaré mañana, para celebrar el cumpleaños; los dos pares llevarán su turno, y el tercero lo leí en su momento, y lo mismo lo comento algún día. Ya puestos…

¡Ah, por cierto! Mañana me pasaré otra vez, para saludar, ver si hay algo para recoger,... y dejar una nueva lista.

Un rato a pie, y otro nadando

Ya comenté la sorpresa que tuvimos el día de las últimas elecciones al Parlamento Europeo cuando nos encontramos con que la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (RABASF) abría bastante más tarde de su hora habitual. A pesar de la cercanía del famoso reloj, no era cuestión de esperar en la puerta hasta que abrieran, por lo que cambiamos el orden de la agenda.

Cuando volvimos a la calle de Alcalá, ya abierta la Academia al público, lo ajustado del horario nos obligó a ver sólo la exposición temporal Settecento Veneziano, ya que concluía precisamente ese día.






La exposición no era muy amplia, ni en número de obras, ni en el espacio dedicado a ella. No sé si fue más una sensación consecuencia de esto último, que una realidad: me llamó la atención la elevada afluencia de público a la exposición. También pudo ser que se tratara del último día y de que la entrada fuera gratuita.

Las obras expuestas, básicamente, eran las esperadas o similares en el estilo. El problema fue que éramos muchos. La Academia organizaba visitas guiadas para grupos de hasta 15 personas: eso seguro que era otra cosa, pero tendrá que ser en otra ocasión.

La visita al Museo para ver la colección permanente quedó, pues, para, también, otro viaje.

sábado, 1 de agosto de 2009

Blanca y en botella

Hace treinta y tantos años, en casa teníamos un par de cazos, de una capacidad aproximada, supongo, de unos dos litros, que tenían un complemento en forma de chimenea, con una base, que se colocaba en el interior del cazo. Estos cazos servían para hervir la leche (en aquel entonces, directamente de la vaca), de manera que por el flujo hidrodinámico que se provocaba, la leche ascendía por la chimenea, en vez de rebosar por el borde del cazo, evitando, además del desperdicio de leche y suciedad sobre la cocina, también el peligro de que pudiera apagarse el fuego, y el butano se escapara sin problemas por el quemador de la cocina. Por cierto, cuando digo que la leche era de vaca, lo que quiero decir es que se compraba directamente a la lechera.

En una anotación he comentado la presencia de Fernando García de Cortázar en la Feria del Libro de Madrid este pasado 6 de junio. Ese mismo día, se daba la circunstancia de que ABC publicaba una Tercera (es decir, un artículo de opinión en la tercera página del periódico) precisamente de Fernando García de Cortázar, sobre Europa (recordemos que ese día era la víspera de las elecciones al Parlamento Europeo).

La mayoría de las grandes ideas necesitan ser explicadas en caudalosos volúmenes, pero también pueden resumirse en el fogonazo de una sensación, en un pormenor cualquiera de la vida cotidiana, a veces en una imagen”. Y nos recordaba una imagen que no por repetida pierde su inmensa y contundente elocuencia: “la democracia, para Churchill, eran las pisadas lentas de un caballo y las ruedas de un carro con botellas de leche a la media luz del amanecer”.

Me entero por barcepundit de una lista de 25 cosas a punto de extinguirse en Estados Unidos. Sin entrar a valorar dichas cosas, y hasta dónde se trata de algo propio de EE.UU. o si se puede aplicar en el caso concreto de España, sí me llamó la atención la que figura con el número 10:
According to the U.S. Department of Agriculture, in 1950, over half of the milk delivered was to the home in quart bottles, by 1963, it was about a third and by 2001, it represented only 0.4% percent. Nowadays most milk is sold through supermarkets in gallon jugs.

En su momento, la lechera venía a casa en las primeras horas de la noche, no al amanecer, lo que se explica porque no éramos una democracia.

Ahora, el lechero de la democracia está desapareciendo. Tengo que decir que el ambiente general me deja la duda de si no se trata de una primera etapa.

No han pasado dos mil años

Instigado por la serie de televisión (de la BBC, pero en la única televisión que había por aquí, o sea, TVE), hace treinta años, un mes y un día compré Yo, Claudio, de Robert Graves, en El libro de bolsillo (número 691 del de entonces), de Alianza Editorial, según traducción de Floreal Mazía. Dos meses y medio después compré la continuación Claudio, el dios, y su esposa Mesalina, también de la misma editorial y colección. La serie de televisión reunía y adaptaba ambas obras en una sola trama dramática, trágica, más bien.

Si bien los libros los leí en su momento, la serie de televisión (que adquirí en vídeo y fascículos en una colección de kiosco hace también muchos años), la vi nuevamente hace poco.

La obra consta de muchas escenas memorables, aunque la que ahora recuerdo sólo es ejemplar en el sentido cervantino. Se sitúa siendo Tiberio emperador y, en concreto, es el momento de la caída de Lucio Elio Sejano, Prefecto de la Guardia, es decir, a todos los efectos, segundo del Imperio. El momento y las consecuencias se recogen en este fragmento de la serie de televisión. Una de las consecuencias es narrada así en la novela:

Los hijos que [Sejano] había tenido con Apicata fueron ejecutados por decreto. Había un joven mayor de edad, otro menor que él y la joven que había estado prometida con mi hijo Drusilo; ahora tenía catorce años de edad. El chico menor de edad no podía ser legalmente ejecutado, por lo que, siguiendo un procedimiento de la guerra civil, le hicieron ponerse en la ocasión su túnica viril. Como la joven era virgen, estaba aún más fuertemente protegida por la ley. No existían precedentes para la ejecución de una virgen cuya único delito consistía en ser hija de su padre. (…) Macro dio orden de que, para evitar la mala suerte que caería sobre la ciudad si la ejecutaban cuando todavía era virgen, el verdugo la violara.” (pág. 396)

Vía barcepundit me entero de que esa tiranía que existió en Roma hace dos mil años, se ha reencarnado en el actual Irán, uniendo ahora a la tragedia, la farsa.

UN MIEMBRO de las milicias progubernamentales iraníes Basij ha admitido en una entrevista que violan a las prisioneras jóvenes antes de ejecutarlas:

«In the Islamic Republic it is illegal to execute a young woman, regardless of her crime, if she is a virgin, he explained.»


(para leerlo todo, aquí)

Sé que se extenderán las condenas… después de las vacaciones.

¿Sin sombra de duda?

Es conocida La sombra del viento, novela de Carlos Ruiz Zafón. También es conocida su portada, ya que durante mucho tiempo, Planeta no sacó la edición de bolsillo, ni siquiera en rústica, manteniendo la edición en tapa dura (y por tanto, su precio), dado el éxito de la obra.

La novela comienza así:
Todavía recuerdo aquel amanecer en que mi padre me llevó por primera vez a visitar el Cementerio de los Libros Olvidados. Desgranaban los primeros días del verano de 1945 y caminábamos por las calles de una Barcelona atrapada bajo los cielos de ceniza y un sol de vapor que se derramaba sobre la Rambla de Santa Mónica en una guirnalda de cobre líquido.

La portada, más bien, la sobrecubierta, como se expresa en la solapa de ella, se fundamenta en una fotografía de Francesc Catalá-Roca. Como se puede ver, ilustra perfectamente el inicio de la novela: un padre, con el bigotito de los años cuarenta, un hijo, el vapor, o la niebla, derramándose sobre la calle; “una Barcelona atrapada bajo los cielos de ceniza”.

Hace unos días, caragüevo, en la anotación correspondiente a la exposición de Juan Muñoz en el Centro de Arte Reina Sofía, comentaba otras exposiciones vistas en el Museo, y en particular decía:

En una sala había una gran cantidad de fotografías, de España en los años 50 y 60, ya del siglo pasado.
Había algunas que me gustaron mucho, pero como hace casi dos meses, no hice fotos, fotos a las fotos, y no tomé notas no me acuerdo de los títulos, pero eran paisajes urbanos de Madrid y Barcelona y algún otro de pueblos de la meseta.
Por supuesto todo en blanco y negro.


Esas fotos se integraban en lo que la página de Internet del Museo llama “Neorrealismo en España. España en dictadura: realidad social y vanguardia”, en donde se dice:

Junto a la abstracción, que aparecía como el único modo de responder a la realidad social desde el arte de vanguardia, iba a persistir una importante vena naturalista que parecía vivir ajena a sus dictados, así como a las circunstancias políticas del momento. Frente a este naturalismo estetizado, se desarrolla un modo más comprometido de representación de la realidad por parte de la fotografía, vinculada en su interés por retratar la diversidad de lo social con las corrientes de fotografía documental europeas y norteamericanas.

La página incluye dos fotografías, siendo una de ellas la que acompaña estas líneas, titulada “Cenicienta en la Gran Vía”, fechada sobre el año 1950, y cuyo autor es Francesc Catalá Roca.

La foto que ilustra la sobrecubierta famosa de la conocida novela, también forma parte de la colección, solo que… solo que, salvo error mío, no es de Barcelona, sino de Madrid.

Tiempo de libros. Serie 2: Ahora que vamos despacio…

Retomando la serie correspondiente a la Feria del Libro de Madrid, hace tiempo abandonada, nos toca hablar de una situación curiosa.

Mientras comprábamos uno de los libros ya comentados, se estaba produciendo, con cierta lógica, la firma de ejemplares de otro autor justo al lado. Comentando el nombre del autor y el título de las novelas, llegamos a la conclusión de que nos sonaba porque figuraría la obra en una de mis listas de posibles libros a comprar. “Por tanto –dedujimos– debe de estar bien”. O sea, que lo compramos, tanto mi hermano como yo.

Al regresar a casa e intentar poner orden en el fichero de libros (respecto de los volúmenes, físicamente, lo he dejado por imposible) compruebo, con satisfacción, que efectivamente, la novela figuraba en la lista de posibles libros para comprar.

Sigo comprobando, y observo que… ya tenía el libro: había sido un regalo por mi último cumpleaños… de mi hermano.

Todo lo anterior puede creerse o no, pero nada tiene que ver con que el libro se titule Mentira, obra de Enrique de Hériz.





En la solapa del ejemplar se recogen varias críticas y comentarios… y una mentira: en realidad no se trata de la 10ª edición sino de la 9ª reimpresión. Lo triste para el autor (aparte del hecho de que un servidor tenga su obra y no lo recuerde –de leerla, ya ni hablamos), es que dicha 9ª reimpresión es de febrero de 2006, y se tenga que comprar en junio de 2009, aunque, claro, el ejemplar que me regaló mi hermano en diciembre de 2008 era de la primera edición… de enero de 2004.

Pero creo que no son éstas las verdades a las que se refería Enrique de Hériz en su dedicatoria. Para cumplir la cual,… tendré que leer el libro.

Me he perdido

Los lugares no identificados e inidentificables, es decir los que no están en ‘ningún sitio’ o ‘en ninguno susceptible de ser nombrado’, fueron una constante en la obra de Muñoz desde sus inicios a mediados de los ochenta. (…) Dado que esos ámbitos reales son enseguida sacados de su contexto literal, el desplazamiento, el nomadismo y la alienación se convirtieron en temas centrales del arte de Muñoz. Anthony Vidler acuñó la contundente expresión «entornos vagabundos» para aludir a lugares que «rechazan los tópicos de la chimenea y el hogar con el fin de expresar las incertidumbres de la tierrra de nadie». Para él, esos extraños espacioes arquitectónicos son los «equivalentes más directos de la otredad que anida en el fondo del yo moderno». En consecuencia, los espacios residuales y de transición, entre ellos los balcones y las escaleras, se convierten en refugios de todas las figuras, reales e imaginarias, de Muñoz.

Este texto (tomado del folleto) es de Lynne Cooke, quien (en el MNCARS) junto con Sheena Wagstaff (en la Tate Modern), son las personas encargadas del comisariado de la exposición.

Hace unos días, caragüevo publicó una anotación sobre la retrospectiva de Juan Muñoz en el Centro de Arte Reina Sofía. En ella, comentaba que “si se te olvida en la entrada coger el programa de la exposición date por jodido. Te volverás loco y no encontrarás ninguna indicación realmente útil para encontrar alguno de los espacios expositivos”. Y si lo coges, y lo lees, también te vuelves loco.

Menos mal que en su anotación hacía el enlace a un reportaje de TeleMadrid sobre la exposición, que cumple perfectamente con una frase del folleto: “Como pone de manifiesto este folleto, el lenguaje escrito, aun acompañado de ilustraciones, también es un medio muy imperfecto cuando se trata de evocar algo tan fundamentalmente escurridizo como una ilusión óptica. Es decir, ni la grabación ni el texto pueden eficazmente engendrar la imagen, que donde mejor se plasma es en la imaginación visual.

En la presentación del reportaje se dice, en relación con las diversas salas y lugares del Museo en que se ubica la exposición, que “sus instalaciones necesitan mucho espacio”. Efectivamente uno se queda pensando que este tipo de obras son, desde su propia concepción, “institucionales”, orientadas directamente a Museos y Fundaciones, porque a ver quién va a tener en su casa un salón capaz de albergar una performance como la de los ‘orientales’.

En el texto de Lynne Cooke se dice de la obra de Muñoz que produce “un efecto extrañamente perturbador”, que “desorientaba al espectador”, que “descolocan al espectador”, que “su contexto no deja de ser críptico”: “Aquí, al igual que en toda su obra, el marco del relato se presenta sin ninguna indicación clara sobre cómo pueda desarrollarse.

Desde luego, y no hace falta que lo jure, quien no puede dar “ninguna indicación clara” sobre la obra de Juan Muñoz, soy yo.