“En Inglaterra se hace mucho caso de los muertos. No los entierran hasta
cuatro, seis o más días de su fallecimiento; bien que, así en esto como en las
fiestas de toros, es menester que el tiempo lo permita. Durante estos días se
paga o arregla el pago de sus deudas; y aún creo que hay una ley para no dar
tierra a nadie hasta que sus acreedores queden satisfechos. En la abadía de
Westminster enseñan el cuerpo de un embajador de España, a quien no han
enterrado por esta causa; y según las trazas, largo tiempo permanecerá
insepulto, ejercitando la elocuencia del cicerone, que diariamente repite su panegírico.
(…)
Los muertos que no tienen dinero, o gustan de
hacer ejercicio, no van en coche, sino a caballo en cuatro mozos, alquilados y
enlutados a este fin, siguiendo detrás el duelo pedestre; pero éstos son
muertos de poca entidad, y nadie hace caso de ellos. Volvamos a tratar de los
sujetos de forma.
(…)
El lugar del entierro es, o en las paredes de la
iglesia (y esto supones desde luego urna, escudo, cipreses mustios, reloj de
arena y geniezuelos llorones), o es en el cementerio, donde en cada sepultura
ponen una lápida de cuatro de dos de grueso, una vara de ancho y una y media de
alto, colocada verticalmente, y en ella el nombre, edad y títulos del muerto. A
los seis meses ya está la lápida derrengada; y es de ver en tales parajes ¡cuán
presto empieza a burlarse de la vanidad humana el tiempo destructor! Bien que,
si se considera, peor modo de poner las tales lápidas no pudiera elegirse. Los
muertos prudentes, que saben lo que sucede con los demás, se hacen un sepulcro
en toda forma, y se rodean con verjas para evitar los insultos de los
muchachos, que son regularmente los que más profanan estos lugares de horror.”
Y es que, a pesar de la
advertencia de Cicerón, la memoria de los vivos suele fallar muchas veces, sea
en Londres, o mucho más cerca de nosotros.
Créditos:
Extracto de la anotación
XIII del Cuaderno Segundo, de Apuntaciones sueltas de Inglaterra, de
Leandro Fernández de Moratín, tomado de la primera edición (de noviembre de
1984) publicada por Editorial Bruguera como número 1.058 de su colección Libro Amigo (pp. 86-88).
Fotografía de unas
lápidas en el Cementerio de Brompton, en Londres, en septiembre de 2012, del
autor.
Es verdad que, cuando estuve en Edimburgo, y eso que es otro país, los cementerios, muchos por cierto, estaban muy descuidados y todas las lápidas de medio lado...
ResponderEliminarNo obstante lo que dices, Alawen, sigo teniendo en la lista de 'pendientes' una visita a Edimburgo.
ResponderEliminarUn saludo.