“- Bécquer, ya la tenemos
localizada – dijo el detective Expuesto mientras se dirigía hacia el ordenador.
La inspectora Catalina Bécquer levantó la cabeza del informe que estaba
leyendo, y se acercó a la pantalla de última teconología orgullo material del
Departamento y gentileza del alcalde por haber resuelto un extraño caso hacía dos
meses, y que, como el regalo lo hacía aún más extraño, habría que revisar un día
de éstos.
- De acuerdo con los
datos del GPS incorporado en el móvil y cruzándolos con los planos que figuran
en el Departamento de Urbanismo, nuestra sospechosa, la señorita Marion Leigh
está ahora mismo en su apartamento,... en… ¡el cuarto de baño! – dijo triunfal el
detective mientras ofrecía con un gesto de la mano la imagen de la pantalla.
- ¡Uuuuhhh! –exclamó
Ricardo Cassen– En plena ducha, enjabonándose suave, delicada,
placenteramente. Esta sí es una escena ‘heat’, ¿verdad, chicos? –dijo con un
guiño a los detectives.– ¡No, mejor aún! –continuó sin esperar respuestas cómplices– ¡Ñííííí, ñííííí, ñííííí! – forzó el nivel de agudos mientras movía su brazo
hacia arriba y hacia abajo, con el puño cerrado.
Bécquer miró de soslayo a
Cassen, dirigió la mirada hacia arriba, resignada, mientras balanceaba a un
lado y otro la cabeza, como queriendo negar la situación.
- No lo descartes aún,
pero… –dijo el detective Expuesto mientras abría una nueva ventana en la
pantalla– según los datos en tiempo real de la Compañía de Aguas, el contador
del agua de su apartamento muestra un consumo que se corresponde con el de una
ducha.
- ¿Lo veis? – dijo entusiasmado
Cassen– ¡Ñííííí, ñííííí, ñííííí!
- ¿Hablando por el móvil
mientras se ducha? El punto es de color rojo, luego está en comunicación –dijo
escéptica la inspectora Bécquer.
- Bueno, hay mujeres que
no dejan de hablar ni bajo el agua… –apuntó Cassen, recibiendo, ahora sí,
gestos de asentimiento de los dos detectives.
- Ya hablaremos de eso –dijo sin mirarlos la inspectora–, pero no, más
bien parece…
- ¡Es verdad! ¡El hombre con un zapato rojo! –casi gritó Cassen, logrando que sus tres compañeros
giraban bruscamente la cabeza hacia él.
- ¡¿Qué?! –dijeron a
una.
- ¡Sí! Veréis, en El
hombre con un zapato rojo, película con un jovencísimo Tom Hanks (imaginaos, es
de 1985), unos jefes de la CIA, para evitar que se les pueda escuchar con los
micrófonos que saben que están instalados en casa de uno de ellos, mantienen
una conversación en el jardín, bajo la ‘lluvia’ de agua de los aspersores que
están regando el césped.
- Vaya, qué ingenioso –dijo la inspectora mientras fijaba la vista en el punto rojo de la pantalla.
- Sí, bueno. La película
es en realidad un remake de una
francesa, pero no queda bien decirlo aquí en Estados Unidos, ¿no crees?
- Expuesto, ¿qué precisión
tiene esto que vemos? –dijo Bécquer, prescindiendo de la explicación de Cassen.
- Unos diez centímetros,
¿por qué?
- Pues porque lleva mucho
rato ‘duchándose’, o hablando, sin moverse en absoluto,… y esto sí que no es
normal. –Y añadió mientras señalaba la pantalla donde parpadeaba un punto rojo
en medio del plano de un apartamento– Y además, no está en la ducha;…
precisamente,… si sigue viva, claro. ¡Vamos! –espoleó a sus compañeros que aún
seguían fijándose en el plano del apartamento y reconociendo los dibujos de lo que,
según el plano, había en el cuarto de baño, mientras ella, ágilmente, recogía
el bolso y la chaqueta
-¡Ah! Y la película
francesa era El gran rubio con un zapato negro, de hace cuarenta años. No eres
el único que ve cine, Cassen. –finalizó la inspectora Bécquer mientras corrían
todos hacia el ascensor.
- Sí, bueno, pero… ¿cine
francés? – balbuceaba Cassen mientras se quedaba rezagado por la impresión.”
Últimamente, en las
series de televisión y películas de cine, nos muestran cómo quienes pueden,
alcanzan a saber mucho (o casi todo) de la gente: el coche y el móvil con el
GPS, las cuentas del banco, el uso de las tarjetas de crédito,… Hasta dónde sea
realidad lo que cuentan en la ficción no es objeto de esta anotación, sino
otro, en parte, distinto.
Esa invasión de la
intimidad, diríamos, es algo que la gente, oficialmente, no acepta, y de ahí
las reclamaciones para que en aplicaciones de internet no se muestre dicha
intimidad, como, por ejemplo, con las peticiones de ocultar las caraas de las
personas y las matrículas de los coches, incluso cuando están en la vía pública,
en el caso del Google Street View.
En cambio, cada vez se
ven más casos de particulares que en sus edificios instalan, por motivos de
seguridad, no diré yo que no, cámaras de videovigilancia. Es más, incluso hay
empresas que las instalan, por los mismos motivos, en el interior de las
viviendas, pudiendo tener acceso el propietario a dichas imágenes a través de
su móvil, por ejemplo.
Incluso con las cámaras
de televisión de la Administración ha habido sus más y sus menos, no ya las de
vigilancia de los edificios, o las de control de tráfico. Y es que las hay que
no se paran sólo en ponerte una multa, sino que encima, te buscan
complicaciones en casa.
¡Ah! Sobre lo de las cámaras
en casa, tenemos lo que me preguntó mi hijo tras oír un anuncio de este tipo
por la radio: “¿Cómo sé yo que esas imágenes no las consigue y utiliza alguien para
entrar a robar?”
Pero es la pregunta de un
niño, ¿no?
Créditos:
Escena basada en el
ambiente, trama y personajes de la serie de televisón Castle.
Fotografías de carteles
de aviso de videovigilancia, de abril de 2011, del autor.
Siempre hay que estar atento a las preguntas de los niños... ;)
ResponderEliminarCoincido con Dama. La sabiduría popular lo asegura, también: "los niños y los locos..."
ResponderEliminarSaludos.
"Los niños, los locos y los leggins..."
ResponderEliminarHace años hubo sus más y sus menos con la ubicación de cámaras de seguridad en el complejo de la Ciudad de las Artes y las Ciencias pues había avarias que podían captar imágenes de la zona de oficinas del Museo lo que contravenía lo dispuesto en el Estatuto de los Trabajadores, según el comité de empresa.
ResponderEliminarLo que está claro es que estamos en una libertad vigilada.
Un saludo
Dama de las Camelias:
ResponderEliminarSí, pues si no, te puedes encontrar en un aprieto.
María Gaetana:
¿Me estás llamando loco?, porque niño tengo claro que no.
Alawen la Arquera:
No diré que no, pero ¿qué son los leggins?
caraguevo:
Pues sí, aunque con un poco de suerte, la cámara estará estropeada y por falta de presupuesto se tardará años en repararla.
Un saludo a todos.