“Sería indecente exhibir
en esa primera noche de Marte un aparato ruidoso, brillante y tonto como una
estufa. Sería algo así como una blasfemia importada. Ya habría tiempo para eso;
ya habría tiempo para tirar latas de leche condensada a los nobles canales
marcianos; ya habría tiempo para que las hojas del New York Times volaran arratrándose
por los solitarios y grises fondos de los mares de Marte; YA HABRÍA TIEMPO para
dejar cáscaras de bananas y papeles grasientos en las hermosas y frágiles
ruinas de las ciudades de este antiguo valle. Habría tiempo de sobra para eso.
Y Spender se estremeció al pensarlo.”
Créditos:
Fotografía de un tocón
hueco utilizado como papelera, en Valencia, en la esquina de las calles Amadeo
de Saboya y Naturalista Arévalo Baca, en octubre de 2012, del autor.
Extracto del relato Aunque siga brillando la luna, de Crónicas marcianas, de Ray Bradbury,
según la traducción de Francisco Abelenda, publicada por Minotauro, como octava
reimpresión, en 1985 (pp. 70-71).
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