El último relato recogido en Las paradojas de Mr. Pond, titulado “Un asunto de altura”, versa sobre un asunto de espionaje de una potencia extranjera, o mejor, dicho, de contraespionaje, pues de identificar y capturar a unos espías se trata.
El relato se desarrolla durante la Gran Guerra, y se centra en lo que podríamos llamar el espionaje activo, es decir, aquel en que los agentes se muestran activos para localizar información y robar documentos, por ejemplo. Sin embargo, durante la guerra hay otro tipo de espionaje más pasivo, por así decirlo, un espionaje “descuidero”: los agentes, gracias a los descuidos de la gente que habla y dice cosas sin especial transcendencia, las van ensamblando y finalmente dar forma a una información importante.
Buscando por la red gracias al señor Google, he localizado una página donde figuran diversos carteles que se editaron durante la II Guerra Mundial avisando sobre este peligro, recomendando, por tanto, la discreción y no hablar de nada que pueda ser útil al enemigo.
Aunque en general el enemigo no está identificado (se refleja en una sombra, como en el cartel alemán, o en alguien embozado u ocultado por un periódico, como el italiano), en este cartel británico no es así, y el enemigo sí es fácilmente identificable.
En España, durante la última Guerra Civil, no fue diferente, aunque sí distinto. Por ejemplo, se editó este cartel por la CNT-FAI cuya identificación del enemigo es muy “identificadora”.
Lo triste de todo esto es la guerra que había.
Ayer sábado, en ABC un dibujo de Martinmorales recordaba estas publicaciones de hace décadas. Lo triste de ello es que, se supone, no hay guerra.
Lo que no deja de hacer peligrosamente actual este otro cartel alemán, editado por un régimen nacionalsocialista, sobre el que el comentario de la página en cuestión, incide en la útil duplicidad del mensaje, tanto respecto a los espías, como respecto del gobierno: “lo que no quieras que se sepa, ni lo pienses”.
Así de histórica es la actualidad española.
El relato se desarrolla durante la Gran Guerra, y se centra en lo que podríamos llamar el espionaje activo, es decir, aquel en que los agentes se muestran activos para localizar información y robar documentos, por ejemplo. Sin embargo, durante la guerra hay otro tipo de espionaje más pasivo, por así decirlo, un espionaje “descuidero”: los agentes, gracias a los descuidos de la gente que habla y dice cosas sin especial transcendencia, las van ensamblando y finalmente dar forma a una información importante.
Buscando por la red gracias al señor Google, he localizado una página donde figuran diversos carteles que se editaron durante la II Guerra Mundial avisando sobre este peligro, recomendando, por tanto, la discreción y no hablar de nada que pueda ser útil al enemigo.
Aunque en general el enemigo no está identificado (se refleja en una sombra, como en el cartel alemán, o en alguien embozado u ocultado por un periódico, como el italiano), en este cartel británico no es así, y el enemigo sí es fácilmente identificable.
En España, durante la última Guerra Civil, no fue diferente, aunque sí distinto. Por ejemplo, se editó este cartel por la CNT-FAI cuya identificación del enemigo es muy “identificadora”.
Lo triste de todo esto es la guerra que había.
Ayer sábado, en ABC un dibujo de Martinmorales recordaba estas publicaciones de hace décadas. Lo triste de ello es que, se supone, no hay guerra.
Lo que no deja de hacer peligrosamente actual este otro cartel alemán, editado por un régimen nacionalsocialista, sobre el que el comentario de la página en cuestión, incide en la útil duplicidad del mensaje, tanto respecto a los espías, como respecto del gobierno: “lo que no quieras que se sepa, ni lo pienses”.
Así de histórica es la actualidad española.