En este detalle podemos ver, justo encima de la Plaza de Oriente, en un lateral del trayecto que normalmente se seguiría para llegar al Convento de la Encarnación, quedando, por ello, un tanto relegados, los Jardines del Cabo Noval.
Como otros muchos nombres de los lugares de las ciudades, salvo para los vecinos más inmediatos, ya es una suerte que se sepa de su existencia; más aún saber del quién y del porqué del nombre.
Yo supe de la historia del cabo Noval, no por los libros de historia ni, mucho menos, porque lo explicaran en clase: lo supe por un tebeo, o cómic, como era la revista Trinca.
Entre otras series, como “Manos” Kelly y El Cid, el dibujante Antonio Hernández Palacios desarrollaba la titulada La paga del soldado, mediante la que ilustraba diversos hechos heroicos habidos en la milicia española. En concreto, en el número 46, del 15 de septiembre de 1972, relataba lo sucedido la noche del 28 de septiembre de 1909, es decir, hace un siglo, durante esa nueva guerra de Marruecos, más centrada entonces en El Rif y Melilla.
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Sin embargo, la posición se convirtió, sin quererlo ni esperarlo, en el objetivo de un ataque sorpresa. Los puestos avanzados se vieron obligados a replegarse hacia la posición, y entre ellos, el mando que se encontraba en plena ronda de inspección: el Cabo Noval.
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Tras ayudar a unos soldados, se queda rezagado intentando cruzar la alambrada por otro lado. En el intento, es capturado. Sólo que en vez de ser hecho prisionero y como tal llevado a la retaguardia, se ve utilizado como “llave” para cruzar las líneas, al ser, lógicamente, conocedor del santo, seña y contraseña.
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Y él fue el primero en caer bajo su propia orden.
En 1912, el Ayuntamiento de Madrid no parece que pusiera muchos problemas a que se erigiera el monumento, cuya importancia se refleja en que fue obra de Mariano Benlliure. En el monumento hay dos lápidas principales: en la peana, al frente, se puede leer “Iniciado por mujeres españolas, se eleva este monumento a la gloria del soldado Luis Noval. Patria, no olvides nunca a los que por ti mueren”; en la segunda, nos resumen lo sucedido, y que tuvo como recompensa la Cruz Laureada de San Fernando.
Así pues, quien se acerque por estos jardines, aunque sea un momento, puede recordar al Cabo Luis Noval y a todos los que, por su profesión o movilizados obligatoriamente, decidieron cumplir con su obligación moral más allá de lo que les exigía el deber.
Sobre todo ahora que los que rigen la Patria encuentran como primera obligación (inmoral), la de olvidar.
La primera obligación (inmoral) es la de olvidar para estos que rigen la patria, y la primera de nuestro flamante ejército es, al parecer, morir antes que matar. ¿Dónde vaaaamooos así?
ResponderEliminarPues a pesar de que les cogía el Trinca a mis hermanos mayores y me lo leía de cabo a rabo, no sé si esta historia pasaría por mis ojos para luego olvidarla o, simplemente, nunca la leí; pero lo cierto es que no tenía ni idea de quién era el cabo Noval. Gracias por ilustrarme :-)
Saludos.
S. Cid