domingo, 9 de junio de 2013

Florido y hermoso, ¿mayo?

¡Qué maravilla para la vista aquel verdor de los pastos después del blanco infinito! Había, además, otro verde que aún superaba en delicadeza y encantadora dulzura al de la hierba nueva. Eran los haces de agujas recién nacidas de los alerces. Hans Castorp, en sus obligados paseos, no podía evitar acariciarlos con la mano o frotar sus mejillas contra ellos, pues su frescura y su tierna suavidad eran irresistibles.


- Dan ganas de hacerse botánico –dijo el joven a su compañero–; ciertamente, se despierta el interés por esa ciencia por el mero placer que supone el despertar de la naturaleza después de un invierno aquí arriba. Eso que ves en la ladera de la montaña es genciana, y esto de aquí es un tipo de violeta que no conozco.Y aquí tenemos ranúnculos… Son todas muy parecidas dentro de la familia de las ranunculáceas, una planta preciosa, hermafrodita, por cierto. Mira, aquí hay un grupo de estambres y algunos ovarios, un androceo y un gineceo, según creo recordar. Me parece que acabaré comprándome algún libro de botánica para informarme un poco mejor sobre ese campo de la vida y de la ciencia. ¡Qué maravilla cómo se llena de colores la vida en primavera!
- En junio será mucho más bello –anunció Joachim–. La flora de estos prados es célebre.


El equinoccio de primavera había quedado atrás hacía tres meses, había llegado el solsticio de verano. Sin embargo, allí arriba, el año natural obedecía al calendario con cierto retraso: era ahora, en realidad, en estos días, cuando por fin reinaba un tiempo primaveral, una primavera aún fresca, ligera, sabrosa, carente de la pesadez del verano, con un resplandeciente cielo azul plateado y praderas tan cuajadas de flores multicolores como en los dibujos de un niño.
Hans Castorp encontró en las montañas las mismas flores que Joachim había colocado amablemente en su habitación a su llegada para darle la bienvenida: aquileas y campanillas, ahora eran las primeras y entonces habían sido las últimas de la temporada; un signo, para él, de que el año cerraba su ciclo. Toda suerte de formas  –estrellas, cálices, campanas… –, un prodigio de la vida orgánica, brotaban ahora entre la hierba nueva, de color esmeralda de los prados y las laderas de la montaña, llenando el aire soleado de olores y colores: macizos de glicinias y pensamientos silvestres, belloritas, margaritas, prímulas rojas y amarillas, mucho más grandes y hermosas de las que Hans Castorp creía haber visto nunca en el mundo de allá abajo, en la medida en que se había fijado en ellas; a ellas se sumaban las graciosas soldanelas, con esas campánulas que parecían rematadas en un volante, azules, púrpuras o rosadas, las flores típicas de aquella región.


Cogía de todas aquellas bellísimas flores y llevaba a su habitación ramos enteros, no sólo con fines decorativos, sino también más serios, pues se había propuesto un riguroso estudio de la botánica. Para ello se había hecho con un manual, una pequeña pala para extraer las plantas con raíz, un herbario, una potente lupa, y con todo esto se instalaba nuestro joven en la terraza, ya vestido de verano con uno de los trajes que había traído en la maleta desde el principio: un nuevo signo de que se había cumplido el ciclo del año.

Ya llegó el 40 de mayo. Y, según parece, la primavera.


Y con ella, todas esas flores cuyo nombre desconozco, aunque, lo siento, no pueda hacer como Hans Castorp, y ponerme a estudiar botánica.




Créditos:
Extractos de La montaña mágica, de Thomas Mann,, según traducción de Isabel García Adanes (de 2005), tomados de la séptima reimpresión (septiembre de 2012) de la primera edición (abril de 2009), realizada por Edhasa como número 233 de su colección Pocket Edhasa (pp. 526-527 y 533)
Fotografías de diversas flores o conjuntos de flores, en distintas zonas de Valencia, la antevíspera del solsticio de verano de 2005, dela autor.

3 comentarios:

  1. Distingo hibisco, rosas variadas, begonias, creo que gitanillas (la imagen no me permite distinguir las hojas con claridad) y petunias... Y unas que tenían mis tías en su jardín, pero no recuerdo su nombre... ¡Están preciosas! Yo he tenido en la terraza una azucena preciosa durante la semana pasada, aunque entre ayer y hoy, con el subidón de calor se me ha puesto de lo más lánguido...

    Abrazos.

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  2. ¡Agapantos! Ése era el nombre que no recordaba...

    Besos

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  3. MGae:
    Eso sólo no vale. ¿Cuál es cuál?

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