domingo, 30 de junio de 2013

Érase una vez…

... un país donde reinaba un rey, el cual padecía diversos achaques y demás trastornos y alteraciones propios de una atribulada vida. Era padre de varias hijas y de un hijo, aunque por la reciente política de recortes presupuestarios, no podía meterlos en sendas botijas y botijo, al no tener con qué comprar éstos.

Dicho monarca llevaba tiempo atornillado en el trono, preocupándose intensamente por todo, todos y todas en su Reino. Miraba el futuro suficientemente confiado, pues ya eran varias las primaveras que entre los brotes verdes de los jardines de Palacio, correteaban sus nietas, hijas de su hijo y príncipe heredero.

Sin embargo, esta vez, el paisaje se presentaba con nubarrones de tormenta.

- Papi, he dezidido que voy a zer un hombre.
- ¿Pero qué dices?
- Lo que oyez. Con la nueva ley, parezida a la que un tal Jozé Luiz conziguió en zu paíz, puedo hazerlo.
- ¿Una ley? ¿Y cuándo nos ha importado a nosotros una ley? ¿No te han enseñado aquello de «ahí van leyes, donde quieren reyes»? Sí que está mal la enseñanza en este país, sí.
- Puez eztá la ley y la voy a uzar.
- Pero alma de cántaro, si esa ley obliga a unos requisitos que tú no cumples… Si se ve a la legua que tú eres una mujer…
- ¿Y qué máz da? No nezezito ninguna operación, ez todo interior, mental.
- ¿Y los certificados médicos de eso «mental» que dices?
- ¿Zertificadoz? Zi nezezito alguno, ya lo conzeguiré.
- ¿Y quién lo va a firmar, cuando no es así?
- ¿Tú no zabez que hay zitios donde ze conziguen zertificadoz médicoz, y no eztoy hablando del aborto, zin problemaz
- Pero hija mía… si además estás casada, bien que lo sabemos todos.
- Menoz problema aún. En loz Eztadoz Unidoz zeguiremoz unidoz zin problemaz.
- Bueno, haz lo que quieras.
- Como ziempre.

El monarca miró los nubarrones, y vio que la tormenta, además, iba a serlo de granizo.

- ¿Y cómo le digo ahora a mi nuera que esta hija mía, al hacerse hombre, adelanta a su marido en la sucesión al trono?

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