lunes, 28 de enero de 2013

Calderas de habas

El intercambio de las ideas y de los resultados es necesario para un desarrollo sano de la ciencia y de toda la vida cultural. Está claro que la intromisión de las autoridades de este país en el libre intercambio de conocimientos entre los individuos ya ha originado daños significativos. Por ahora este daño se extiende sólo sobre las disciplinas científicas, pero poco a poco se manifestará actuando en todas las formas de la producción.
Esta intromisión de las instancias políticas en la vida científica de todo el país se ha hecho flagrante al decretarse la prohibición para los científicos de viajar al extranjero, y la negativa a dejar entrar a científicos extranjeros en los Estados Unidos. Un comportamiento tan minucioso por parte de una nación de tal poderío no es más que el síntoma de una enfermedad grave.
Pues esa injerencia, organizada después de una reestructuración política, demuestra una desconfianza general y un comportamiento lleno de temor hacia los seres humanos, que obliga a abstenerse de toda publicación y vuelve sospechosa cualquier versión oral o escrita de novedades científicas.
Pero la enfermedad verdadera de la que todo lo anterior no son más que los síntomas, es un criterio que ha surgido de las gueras mundiales: tenemos que organizar nuestra vida en la paz de modo tal que en la guerra estemos seguros de la victoria.
Este punto de vista da origen a otro, según el cual es evidente que no sólo nuestra libertad sino aun nuestra existencia están amenzadas por aquel enemigo que logre mayor poder.
Y es esta idea la que da lugar a todas estas abominaciones que enumeré el principio llamándolas síntomas, y conduce casi irremesiblemente a la guerra y a la destrucción. Encontramos su manifestación más clara en el presupuesto de los Estados Unidos.
Sólo cuando hayamos logrado superar esta obsesión podremos volvernos hacia la resolución razonable del verdadero problema político: «¿Cómo contribuir a hacer segura la existencia de los hombres sobre la Tierra?»
Y todo esto, ¿por qué? Porque nadie puede librarse de los síntomas de una enfermedad sin antes haber eliminado ésta.

Según ha leído, un 22 de noviembre de 1559, Felipe II prohibía a los españoles estudiar en las universidades extranjeras.

Hay quien opina de Felipe II que era un fanático religioso (y mientras lo dice, pequeños espumarajos le asoman por la comisura de los labios), que atenazó la libertad en España y Europa.

Mientras, para el mismo tal, y similares, Estados Unidos y su sistema político, son, de siempre, un ejemplo de libertad y tolerancia.

Y es que no hay nada como estar a dieta… sobre todo, de habas.

Créditos:
Texto de Albert Einstein, que con el título Síntomas de enfermedad en la vida cultural, se publicó en Estados Unidos, en el Bulletin of the Atomic Scientist’s, en septiembre de 1952, según traducción de Sara Gallardo y Marianne Bübeck, tomado de la recopilación realizada por Carl Seelig de diversos textos de Albert Einstein bajo el título Mi visión del mundo, publicado por Orbis como número 33 de su colección Biblioteca de Política, Economía y Sociología, en 1985 (pp. 74-75)

1 comentario:

  1. No hay nada más grotesco que el papanatismo que considera a los EEUU el paradigma y espejo de todas las virtudes, mientras nos fustigamos a nosotros mismos como país enfangando nuestra historia e incluso abjurando de ella.
    País de complejos... y de acomplejados.

    Saludos.

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