Los misterios de los calendarios han conseguido que este año la Semana Santa llegue bastante entrada la primavera, que la semana de Pascua dé entrada a la campaña electoral de las municipales y bastantes autonómicas, a pesar de ser en el tradicional mayo, “florido y hermoso”.
Esta situación ha conducido al Gremio de Libreros de Valencia, organizador de la Feria del Libro de esta Ciudad, a cambiar las tradicionales fechas de la Feria (cuyo inicio sí coincide con el Día del Libro, más o menos), trasladándolas a la segunda semana de abril (en concreto, del 7 al 17).
Vale con lo de las fiestas y vacaciones escolares (o no), vale con lo de la campaña electoral, pero lo que nunca hubiera yo pensado es la novedad de que, precisamente este año, en fechas algo más tardías “el sol puede ser molesto”, y de que “el mes de mayo implica la posibilidad de que haga demasiado calor para pasear por Viveros”.
Hablando del tiempo, nunca llueve a gusto de todos, y dos días después, a alguien se le ocurrió mirar el calendario, y se dio cuenta de que las nuevas fechas de la Feria del Libro coincidirán con las de la Mostra de Cine con su especialización de Mostra Cómic, que conlleva la presencia de casetas de editoriales y librerías especializadas en este sector.
La queja viene por tener que decidir dónde estar: si en un sitio, en cuál; y si en dos, el problema del doble gasto (de donde se deduce que ya era intención de quienes estuvieran en Mostra Cómic no estar en la Feria del Libro).
«No hay complementariedad, una le quita clientes a la otra», dicen.
“Un centenar de puestos, cerca de 80 en Viveros y una veintena en el Passeig Ruzafa, dos citas separadas por una veintena de semáforos y 1,9 kilómetros, el espacio que hay entre la zona ajardinada y la céntrica calle”, escribe el periodista.
Como creo haber comentado en alguna ocasión, no suelo acercarme a la Feria del Libro de Valencia (voy a mi librería de cabecera y pregunto, encargo y/o compro según las circunstancias), por lo que no me he encontrado nunca en la tesitura de, en el plazo de diez días, tener que ir a la Feria, y a otro sitio distinto, en mi misma ciudad, y a la friolera de veinte semáforos de distancia (sé, en cambio, de gente que con gran esfuerzo, coge el coche y carretera para ir a ver una película en un centro comercial en las afueras; aún hay héroes).
Todo esto me ha vuelto a recordar, tras haberlo hecho José Antonio con su comentario en otra anotación, el dibujo de Tono en La codorniz (sí, hace muchos años, pero para eso están las Antologías), y que ya traje a estas páginas, precisamente, con la inauguración de una Feria del Libro (pero la de Madrid).
Y como esta anotación es toda de letras, y no hay santos, tampoco hay créditos de los mismos. ¡Hala!
Esta situación ha conducido al Gremio de Libreros de Valencia, organizador de la Feria del Libro de esta Ciudad, a cambiar las tradicionales fechas de la Feria (cuyo inicio sí coincide con el Día del Libro, más o menos), trasladándolas a la segunda semana de abril (en concreto, del 7 al 17).
Vale con lo de las fiestas y vacaciones escolares (o no), vale con lo de la campaña electoral, pero lo que nunca hubiera yo pensado es la novedad de que, precisamente este año, en fechas algo más tardías “el sol puede ser molesto”, y de que “el mes de mayo implica la posibilidad de que haga demasiado calor para pasear por Viveros”.
Hablando del tiempo, nunca llueve a gusto de todos, y dos días después, a alguien se le ocurrió mirar el calendario, y se dio cuenta de que las nuevas fechas de la Feria del Libro coincidirán con las de la Mostra de Cine con su especialización de Mostra Cómic, que conlleva la presencia de casetas de editoriales y librerías especializadas en este sector.
La queja viene por tener que decidir dónde estar: si en un sitio, en cuál; y si en dos, el problema del doble gasto (de donde se deduce que ya era intención de quienes estuvieran en Mostra Cómic no estar en la Feria del Libro).
«No hay complementariedad, una le quita clientes a la otra», dicen.
“Un centenar de puestos, cerca de 80 en Viveros y una veintena en el Passeig Ruzafa, dos citas separadas por una veintena de semáforos y 1,9 kilómetros, el espacio que hay entre la zona ajardinada y la céntrica calle”, escribe el periodista.
Como creo haber comentado en alguna ocasión, no suelo acercarme a la Feria del Libro de Valencia (voy a mi librería de cabecera y pregunto, encargo y/o compro según las circunstancias), por lo que no me he encontrado nunca en la tesitura de, en el plazo de diez días, tener que ir a la Feria, y a otro sitio distinto, en mi misma ciudad, y a la friolera de veinte semáforos de distancia (sé, en cambio, de gente que con gran esfuerzo, coge el coche y carretera para ir a ver una película en un centro comercial en las afueras; aún hay héroes).
Todo esto me ha vuelto a recordar, tras haberlo hecho José Antonio con su comentario en otra anotación, el dibujo de Tono en La codorniz (sí, hace muchos años, pero para eso están las Antologías), y que ya traje a estas páginas, precisamente, con la inauguración de una Feria del Libro (pero la de Madrid).
Y como esta anotación es toda de letras, y no hay santos, tampoco hay créditos de los mismos. ¡Hala!
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