Tras la primera y más famosa trilogía, Sergio Leone rodó la segunda, que finaliza con Érase una vez en América, y que comienza con Érase una vez en el Oeste, en España, Hasta que llegó su hora.
La música, como era habitual, la compuso Ennio Morricone y entre sus temas, se encuentra el de Cheyenne, nombre del personaje que interpreta Charles Bronson, y que trae aires del tranquilo paso de un caballo, resonando los cascos contra un suelo duro como la roca.
Con un volumen algo más elevado se puede oír en este otro enlace.
Los que tengan una cierta edad, reconocerán en este tema la sintonía de la primera tertulia política radiofónica en España, al menos que yo recuerde. Se titulaba, en consonancia con el ambiente de la película, La espuela, y la dirigía Alejo García en las noches de Radio Nacional de España, con la presencia, únicos y siempre fijos colaboradores, de Ramón Pi y Carlos Dávila.
Hace ya tiempo de eso (treintaitantos años), pero con mucho o poco menos pelo en la cabeza que entonces (Ramón Pi sigue con la misma barba, eso sí), aquí estamos, los unos leyendo (y a veces, escribiendo), y los otros escribiendo, con más popularidad, o menos, pero sin pelos en la lengua.
La música, como era habitual, la compuso Ennio Morricone y entre sus temas, se encuentra el de Cheyenne, nombre del personaje que interpreta Charles Bronson, y que trae aires del tranquilo paso de un caballo, resonando los cascos contra un suelo duro como la roca.
Con un volumen algo más elevado se puede oír en este otro enlace.
Los que tengan una cierta edad, reconocerán en este tema la sintonía de la primera tertulia política radiofónica en España, al menos que yo recuerde. Se titulaba, en consonancia con el ambiente de la película, La espuela, y la dirigía Alejo García en las noches de Radio Nacional de España, con la presencia, únicos y siempre fijos colaboradores, de Ramón Pi y Carlos Dávila.
Hace ya tiempo de eso (treintaitantos años), pero con mucho o poco menos pelo en la cabeza que entonces (Ramón Pi sigue con la misma barba, eso sí), aquí estamos, los unos leyendo (y a veces, escribiendo), y los otros escribiendo, con más popularidad, o menos, pero sin pelos en la lengua.
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