Supongo la película La gran evasión lo bastante conocida (está a punto de cumplir 50 años, sí, 50) como para hacer una sinopsis detallada de la misma: sí en cambio, hago la recomendación de disfrutarla (incluyendo la música de Elmer Berstein).
En la edición de que dispongo (parte de una colección de kiosco de cine bélico) figura un breve documental sobre los hechos históricos en que se basa y cómo se realizó la película. De dicho documental son varias de las imágenes que ilustran esta anotación.
“-Alguno hay que ha intentado fugarse 17 veces. Jefe de Grupo, ¡esto raya en locura!
- Cierto.
- ¡Y debe acabar!
- Coronel, ¿espera que los oficiales olviden su deber?
- No. (…) Renuncien a sus vanos intentos de fugas, y con inteligente cooperación, esperaremos todos el final de la guerra… lo más cómodamente posible.”
Este diálogo entre dos oficiales de las Fuerzas Aéreas, a poco de comenzar la película, nos muestra dos cosas: una, el habitual humor inglés, al reconocer que tantos intentos de evasión rayan en la locura (y por tanto, lo cuerdo sería liberar a todos los prisioneros - matiz que lógicamente no capta el alemán); y la otra la actitud del coronel alemán, simplemente esperadora del final de la guerra (la esperanza en cómo éste sea, ya es otra cosa).
Como corresponde, se trata de una película coral, en la que la organización extrema la llevan los británicos, en vez de los alemanes. El ritmo de la película no decae en ningún momento, aunque no sea precisamente el aspecto cronológico el más destacado de ella: sólo en una ocasión sabemos en qué día vivimos (“¡It’s the Fourth of July!”) pero no de qué año, e incluso la Navidad sólo la intuimos por unos ensayos de villancicos. Resulta, por tanto, difícil darse cuenta de las circunstancias propias de la guerra en que se desarrollan los hechos.
La evasión apenas tuvo éxito, más allá del trastorno generado entre las fuerzas alemanas que pasaron a estar ocupadas en la búsqueda y captura de los fugados, lo que, por otro lado, era precisamente el objetivo de la fuga.
En un aspecto más humano, veintitrés de los fugados fueron capturados y devueltos al campo de prisioneros. Otros cincuenta, también capturados, por el cínico argumento de que siendo militares vestían de civil y por tanto eran espías, fueron ametrallados (ni siquiera’decentemente’ fusilados). A estos cincuenta está dedicada la película, y se encuentran erigidos unos monumentos en donde se halló el campo de prisioneros.
En lo que parece un guiño de la película, uno de los que consiguen escapar (y además, llegar a España) es australiano, al igual que Paul Brickhill, autor del libro en el que se basa la película.
Y es que el libro no es una novela sino, en todo caso, un relato novelado autobiográfico, pues el mismo Paul Brickhill fue prisionero en el campo Stalag Luft III, en el que se desarrollan los hechos, aunque no formó parte del grupo de los que escaparon.
Quien sí formó parte del grupo de evadidos, siendo uno de los reales tres con éxito en la operación, fue Jack Harrison, quien el pasado lunes, finalmente, se evadió de esta vida y pasó a una mejor. Y en cuyo recuerdo la noche de este domingo me he programado en casa La gran evasión.
Hace poco recordé la dedicatoria de Churchill a los integrantes de la Real Fuerza Aérea, de la que formó parte, aunque dos años más tarde, Harrison.
También, hace mucho más, recordé, al hilo de otra película, un poema épico. Era otra época, otra guerra, y otra arma, pero, en cierto modo, aquel poema de Alfred Tennyson también es aplicable a la R.A.F. de la Batalla de Inglaterra.
Y siendo ésta la anotación número seiscientos uno, sea un pequeño tributo a aquellos seiscientos junto con Harrison.
“Cañones a su derecha,
cañones a su izquierda,
cañones frente a ellos
descargaron y tronaron;
embestidos por balas y obusescabalgaron con bravura;
en las fauces de la Muerte,
en la boca del Infierno
cabalgaron los seiscientos.
Relucieron sus sables desnudos,
destellaron volteados al aire,
atravesando a los tiradores,
cargando contra un ejército,
para asombro del mundo.”
“All the world wonder’d”
Créditos:
Fotogramas tomados del documental Return to The Great Escape.
Carátula y fotogramas de La gran evasión.
Transcripción parcial de The Charge of the Light Brigada, de Alfred Tennyson, según traducción de Antonio Rivero Taravillo, editado en 2002 por Pre-Textos.
Cartel original de The great escape, tomado de internet
En la edición de que dispongo (parte de una colección de kiosco de cine bélico) figura un breve documental sobre los hechos históricos en que se basa y cómo se realizó la película. De dicho documental son varias de las imágenes que ilustran esta anotación.
“-Alguno hay que ha intentado fugarse 17 veces. Jefe de Grupo, ¡esto raya en locura!
- Cierto.
- ¡Y debe acabar!
- Coronel, ¿espera que los oficiales olviden su deber?
- No. (…) Renuncien a sus vanos intentos de fugas, y con inteligente cooperación, esperaremos todos el final de la guerra… lo más cómodamente posible.”
Este diálogo entre dos oficiales de las Fuerzas Aéreas, a poco de comenzar la película, nos muestra dos cosas: una, el habitual humor inglés, al reconocer que tantos intentos de evasión rayan en la locura (y por tanto, lo cuerdo sería liberar a todos los prisioneros - matiz que lógicamente no capta el alemán); y la otra la actitud del coronel alemán, simplemente esperadora del final de la guerra (la esperanza en cómo éste sea, ya es otra cosa).
Como corresponde, se trata de una película coral, en la que la organización extrema la llevan los británicos, en vez de los alemanes. El ritmo de la película no decae en ningún momento, aunque no sea precisamente el aspecto cronológico el más destacado de ella: sólo en una ocasión sabemos en qué día vivimos (“¡It’s the Fourth of July!”) pero no de qué año, e incluso la Navidad sólo la intuimos por unos ensayos de villancicos. Resulta, por tanto, difícil darse cuenta de las circunstancias propias de la guerra en que se desarrollan los hechos.
La evasión apenas tuvo éxito, más allá del trastorno generado entre las fuerzas alemanas que pasaron a estar ocupadas en la búsqueda y captura de los fugados, lo que, por otro lado, era precisamente el objetivo de la fuga.
En un aspecto más humano, veintitrés de los fugados fueron capturados y devueltos al campo de prisioneros. Otros cincuenta, también capturados, por el cínico argumento de que siendo militares vestían de civil y por tanto eran espías, fueron ametrallados (ni siquiera’decentemente’ fusilados). A estos cincuenta está dedicada la película, y se encuentran erigidos unos monumentos en donde se halló el campo de prisioneros.
En lo que parece un guiño de la película, uno de los que consiguen escapar (y además, llegar a España) es australiano, al igual que Paul Brickhill, autor del libro en el que se basa la película.
Y es que el libro no es una novela sino, en todo caso, un relato novelado autobiográfico, pues el mismo Paul Brickhill fue prisionero en el campo Stalag Luft III, en el que se desarrollan los hechos, aunque no formó parte del grupo de los que escaparon.
Quien sí formó parte del grupo de evadidos, siendo uno de los reales tres con éxito en la operación, fue Jack Harrison, quien el pasado lunes, finalmente, se evadió de esta vida y pasó a una mejor. Y en cuyo recuerdo la noche de este domingo me he programado en casa La gran evasión.
Hace poco recordé la dedicatoria de Churchill a los integrantes de la Real Fuerza Aérea, de la que formó parte, aunque dos años más tarde, Harrison.
También, hace mucho más, recordé, al hilo de otra película, un poema épico. Era otra época, otra guerra, y otra arma, pero, en cierto modo, aquel poema de Alfred Tennyson también es aplicable a la R.A.F. de la Batalla de Inglaterra.
Y siendo ésta la anotación número seiscientos uno, sea un pequeño tributo a aquellos seiscientos junto con Harrison.
“Cañones a su derecha,
cañones a su izquierda,
cañones frente a ellos
descargaron y tronaron;
embestidos por balas y obusescabalgaron con bravura;
en las fauces de la Muerte,
en la boca del Infierno
cabalgaron los seiscientos.
Relucieron sus sables desnudos,
destellaron volteados al aire,
atravesando a los tiradores,
cargando contra un ejército,
para asombro del mundo.”
“All the world wonder’d”
Créditos:
Fotogramas tomados del documental Return to The Great Escape.
Carátula y fotogramas de La gran evasión.
Transcripción parcial de The Charge of the Light Brigada, de Alfred Tennyson, según traducción de Antonio Rivero Taravillo, editado en 2002 por Pre-Textos.
Cartel original de The great escape, tomado de internet
Yo me quedo con "El águila ha llegado" (the eagle has landed), de Preston Sturges y protagonizada por Michael Caine, Donald Suthernald, Robert Duval, Donald Pleasence, entre otros. La música, de mi paisano Lalo Schifrin.
ResponderEliminarYo he visto hace poco las dos y ¿por qué hay que quedarse con una?
ResponderEliminarSteve McQueen contra Michael Caine, o contra Donald Sutherland (que hace un papelón), no sabría con quien quedarme.
Definitivamente, las dos y algunas más.
Siguiendo el comentario de Guido este domingo (por la tarde, guido) he localizado mi ejemplar de Ha llegado el águila,, le he quitado el celofán que aún tenía, y la he re-visionado después de muchos años.
ResponderEliminarEntre ambas películas, yo me quedo con la dirigida por Sturges y donde sale Donald Pleasance, o sea... ambas.
Precisamente en Ha llegado el águila se hace referencia a lo comentaod en mi anotación sobre los militares y el uniforme. El Coronel Steiner dice que llevan sus uniformes alemanes porque no quieren ser tratados como espías.
Hay otras frases, pero ya las iremos publicando en estas páginas, porque seguro que hay ocasión para ello.
Un saludo.