viernes, 18 de junio de 2010

Aun de noche, aún tienen brillo

A ellos, españoles de lenguas y tierras diferentes entre sí, pero solidarios en la ambición, la soberbia y el sufrimiento, y no a los figurones retratados en primer término del lienzo, era a quien el holandés entregaba su maldita llave. A aquella tropa sin nombre ni rostro, que el pintor dejaba sólo entrever en la falda de una colina que nunca existió; donde a las diez de la mañana del día 5 de junio del año veinticinco del siglo, reinando el España nuestro rey don Felipe Cuarto, yo presencié la rendición de Breda junto al capitán Alatriste, Sebastián Copons, Curro Garrote y los demás supervivientes de su diezmada escuadra. Y nueve años después, en Madrid, de pie ante el cuadro pintado por Diego Velázquez, me parecía de nuevo escuchar el tambor mientras veía moverse despacio, entre los fuertes y trincheras humeantes en la distancia, frente a Breda, los viejos escuadrones impasibles, las picas y las banderas de la que fue la última y mejor infantería del mundo: españoles odiados, crueles, arrogantes, sólo disciplinados bajo el fuego, que todo lo sufrían en cualquier asalto, pero no sufrían que les hablaran alto.

MANDER.– (Cinismo frío.)
Como queráis. Hoy termina,
de todas suertes, la guerra.
Vos con amor, yo con odio,
veremos hoy quién acierta.
(…)
Decid…: ¿no encendéis, Juan Pablo,
esta noche las hogueras
para festejar el triunfo?
¡Toda Flandes hace fiesta!
JUAN PABLO.–
(Con dignidad.)
Olvidáis que ésta es la casa
de un español; si yo en ella
me encuentro, es para mostrar
cuánto me obligan noblezas
que conmigo se tuvieron
en los días de la guerra.
(…)
MAGDALENA.– ¿Qué hay de vil en mis brazos,
Que te los tendí al llegar
Y sólo una sombra hallaron?
DON DIEGO.–
¿Pues esperabas tú luces
si vuelvo con el ocaso?


Es conocida la expresión relativa al Imperio de Felipe II en el sentido de que en él “no se ponía el sol”. Aunque ambientadas en una época bajo otro monarca, estas dos obras hacen el correspondiente juego de palabras: una recuerda el momento en que todavía lucía el sol de los triunfos; la otra, recoge el momento en que dejó de hacerlo.

No lejos de Flandes, en Brabante, donde en realidad se sitúa la obra de teatro, se produjo otro ocaso, también de gran importancia. Las lluviosas circunstancias meteorológicas hicieron que los caminos enfangados dificultaran la oportuna llegada de unos convenientes refuerzos, de tal suerte que el Emperador, Napoléon I, acabó vencido por el ejército enemigo, a cuyo mando se encontraba el Duque de Wellington, quien de esta manera rememoraba los triunfos ya obtenidos en España, especialmente, en Vitoria.

En esta ocasión, fue cerca de Bruselas, en Waterloo, también en junio, como en Breda, pero no el cinco, sino tal día como hoy, de hace 195 años, en 1815.

Créditos:
Portada y transcripción del párrafo final de El sol de Breda, de Arturo Pérez-Reverte, en edición de 1998 de Alfaguara (pág. 246)

Portada y transcripción parcial del IV Acto La Paz de En Flandes se ha puesto el sol, de Eduardo Marquina, según edición de 1962 de Editorial Juventud (pp. 175 y 182)

Fotografía del sol, el 15 de mayo de 2010, en Valencia, del autor.

Imagen tomada de Google Earth.

No hay comentarios:

Publicar un comentario