martes, 1 de septiembre de 2009

¿A qué santo nos quedamos?

Estamos a primero de mes, a uno de septiembre, para ser más exactos o, según la señora lo entiende, el día de… –en este punto Oscar se volvió hacia la señora, que de inmediato masculló las palabras «san Gil» antes de volver a ejecutar una reverencia–, su primer día en su nuevo trabajo, de ahí el sombrero, su mejor sombrero.

Estas palabras las podemos leer en la página 33 de Oscar Wilde y una muerte sin importancia, novela a la que ya he hecho referencia, y de la que tengo pendiente algo más que referencias al vuelo.

En esta ocasión el motivo de la referencia no es el acierto en el día, sino en el santo. Hay festividades grandemente conocidas, otras bastantes conocidas, y siempre hay otras totalmente desconocidas. El caso de San Gil se encuentra en un punto intermedio entre el conocimiento (más bien histórico) y el desconocimiento (más bien en la actualidad).

Por eso me llamó la atención que anoche Juan Pablo Colmenarejo se despidiera mencionando para este día no sé qué festividad, en vez de la más conocida, al menos para mí, para Oscar Wilde y para la buena señora de la novela, de San Gil.

Y claro, cuando no sabes a qué santo quedarte, lo que se te queda es una cara de g…

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