Hace dos semanas, había quedado con mi hermano para que mi hijo eligiera algún tebeo o novela gráfica, y así, regalárselo. En ese momento no le atrajo nada de lo que vio (a mí, sí, pero ya hablaré de ello), tras lo que cambiamos de librería y nos fuimos a la de siempre. Aquí, mi hijo sí vio algo que llevaba un tiempo esperando (también hablaremos de ello), yo me decidí por un libro que también tenía hace tiempo in mente, y mi hermano, también, claro, hizo acopio de libros.
Al salir, me doy cuenta de que uno de los libros que él había comprado lo tenía yo (aunque a la espera de leerlo), y así se lo dije. En resumen, que como al día siguiente nos íbamos a ver (en el teatro), quedamos en que se lo acercaría.
El caso es que me vi, moralmente, obligado a leer Los crímenes de Oxford antes de dejárselo. Él, por su parte, lo leyó también en seguida, y ya nos dejó hecha una breve referencia.
Para situarnos, sólo diré que a poco del principio de la novela sucede un asesinato con el que se inicia una serie de mensajes y muertes. La novela versa sobre el desarrollo policíaco-intelectual para resolver los mensajes y muertes.
Hoy hemos coincidido de nuevo (y como estaba “programado”, nos hemos hecho intercambio de cromos, es decir, nos hemos devuelto cosas y nos hemos vuelto a prestar, o incluso, dar, otras).
Al disponer del libro, he aprovechado para plantear a los presentes la serie que figura en el libro como ilustración de que no es tan fácil saber el hilo conductor de una serie, y es que “es por eso que en los tests se dan al menos tres símbolos antes de preguntar por el siguiente. Dos símbolos admiten todavía demasiadas ambigüedades.” (pp. 99-110)
Pues bien, la serie es la que se acompaña aquí al lado (pág. 37).
Mientras se intentaba resolver, mi padre propuso otra serie:
2 – 10 – 12 – 16 – 17 – 18 – 19
De la solución a la primera puedo reflejar lo que se dice en la misma novela, un par de páginas después; de la segunda, la pista es lo que se comenta sobre la primera serie en el libro: “resulta difícil despegar a estas tres figuras de su interpretación más obvia e inmediata” (pág. 39).
Al salir, me doy cuenta de que uno de los libros que él había comprado lo tenía yo (aunque a la espera de leerlo), y así se lo dije. En resumen, que como al día siguiente nos íbamos a ver (en el teatro), quedamos en que se lo acercaría.
El caso es que me vi, moralmente, obligado a leer Los crímenes de Oxford antes de dejárselo. Él, por su parte, lo leyó también en seguida, y ya nos dejó hecha una breve referencia.
Para situarnos, sólo diré que a poco del principio de la novela sucede un asesinato con el que se inicia una serie de mensajes y muertes. La novela versa sobre el desarrollo policíaco-intelectual para resolver los mensajes y muertes.
Hoy hemos coincidido de nuevo (y como estaba “programado”, nos hemos hecho intercambio de cromos, es decir, nos hemos devuelto cosas y nos hemos vuelto a prestar, o incluso, dar, otras).
Al disponer del libro, he aprovechado para plantear a los presentes la serie que figura en el libro como ilustración de que no es tan fácil saber el hilo conductor de una serie, y es que “es por eso que en los tests se dan al menos tres símbolos antes de preguntar por el siguiente. Dos símbolos admiten todavía demasiadas ambigüedades.” (pp. 99-110)
Pues bien, la serie es la que se acompaña aquí al lado (pág. 37).
Mientras se intentaba resolver, mi padre propuso otra serie:
2 – 10 – 12 – 16 – 17 – 18 – 19
De la solución a la primera puedo reflejar lo que se dice en la misma novela, un par de páginas después; de la segunda, la pista es lo que se comenta sobre la primera serie en el libro: “resulta difícil despegar a estas tres figuras de su interpretación más obvia e inmediata” (pág. 39).
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