domingo, 3 de mayo de 2009

Tiempo de libros: ¿encenderlos?

Hace unos 25 años, estuve con una beca de verano de la entonces Hidroeléctrica Española, S.A. en la, todavía en construcción, Central Nuclear de Cofrentes. Traigo a colación esta referencia porque fue allí donde tuve conocimiento por primera vez del uso de tratamiento de textos en ordenadores (y ni siquiera personales). Era, propiamente, un sistema, no ya una aplicación, de la casa Wang, de la que no he vuelto a saber.

Ignoro en qué momento pasarían (exportarían) todos los manuales a tratamientos de textos más “modernos”, que les permitieran una continua actualización, al menos, entre las distintas versiones de la aplicación. Digo esto porque yo lo he sufrido, especialmente con la Hoja de Cálculo Lotus 123, con la que coincidió el paso de la versión 3 a la 4, y, poco después, la implantación como corportativo en mi empresa, del paquete de Microsoft, lo que supuso el abandono del Lotus 123 y su sustitución por el Excel. Con la desaparición del último ejecutable del Lotus 123 en alguna renovación de equipos, desapareció el acceso a los ficheros que todavía estuvieran por ahí realizados con la versión 3.

Y todo este rollo informático de versiones y compatibilidades, ¿a qué viene?

Pues viene a que esta mañana me he enterado, deprisa y corriendo, sin más detalles, de que esta semana se lanzaba por Amazon el nuevo modelo de su libro electrónico, el Kindle.

Es decir, que a partir de ahora, eso de “encender” un libro simplemente se referirá al on/off electrónico, y no a otra cosa (aunque bueno, según y quien).

De hecho, parece que este segmento de las ventas es el responsable del todavía buen resultado de Amazon. Y es que una oferta de más de 285.000 títulos ya es algo serio.

Esta anotación, con visos de futuro, coincide con dos finales, el de la serie “Tiempo de libros”, y el de la XL Feria del Libro aquí en Valencia (a la cual, según una larga tradición, no he ido; ya visito mi librería habitual no menos de dos veces al mes como para ir a algún lado a hacer bulto).

Este tema, también, ha sido motivo de conversación en la reunión familiar habida hoy, y naturalmente han salido los pros y los contras, desde una perspectiva estrictamente particular.

Desde luego, un pro muy importante es el gran ahorro de espacio que eso supone (puedo asegurar que una biblioteca de más de 3.500 volúmenes ocupa mucho espacio, y no sólo en una casa).

El contra es todo lo ya expuesto: el posible problema de compatibilidades y cambios de versión al cambio de un tiempo, tanto en software como en hardware. El riesgo de obsolescencia es importante, y nos podemos encontrar con un montón de trastos no inútiles, sino inservibles: si en la oficina todavía hay quien recuerda los discos de 5”¼, en casa, alguno se ha quedado con su colección de películas (a un precio ciertamente elevado) en formato BetaMax, e incluso en Philips 2000, o más recientemente, los LáserDiscs del tamaño de los discos elepé de vinilo, los cuales también todavía hay quien tiene.

El caso es que, si se quiere para perdurar, soy, todavía, del formato clásico. Y es que tener en las manos, hojear, leer durante un rato, incluso, un libro de 100, 150 ó 200 años, transmite algo especial.

Lo dice quien lo ha hecho… y lo sigue haciendo.

1 comentario:

  1. Hay, hay todavía gente, no seres humanos según Bibi, que le pone lo de "encender" o quemar libros, a la Almeida por poner un ejemplo cercano.
    En cuanto a lo otro, yo me esperaré mucho, pero que mucho tiempo antes de que quede un solo sistema. Tonterías, las justas

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