Cuando a finales del año 1999 se desató la histeria milenarista en su versión tecnológica, es decir, el famoso efecto 2000, en previsión de lo que pudiera suceder, el gobierno estableció los pertinentes protocolos, comisiones y tal y cual, para que los servicios públicos esenciales siguieran funcionando sin problemas.
En particular, dentro de lo establecido en esos protocolos, en previsión de que, a pesar de todo, fallaran las comunicaciones, bien por ellas mismas, bien porque lo que fallara fuera el sistema eléctrico que las alimenta, se facilitaron para su uso, en su caso, en los centros críticos de funcionamiento de los servicios públicos esenciales, unos teléfonos con cobertura por satélite.
Fue así como me enteré de la existencia de los teléfonos Iridium.
Hace justo un mes, no sé cómo, llegué a una página de Internet en la que se recogen noticias tecnológicas, y en particular, a la noticia de que había dos compañías que habían anunciado sus planes de establecer redes de comunicación telefónica vía satélite. Esta noticia me recordó lo que ya he comentado, y aproveché para intentar averiguar algo más del famoso Iridium, pues en la noticia se decía que “somewhat surprisingly, Iridium is still around”.
Lo curioso del caso es que, a través de su página de Internet, me entero de que la compañía original entró en bancarrota en agosto de 1999, es decir, en vísperas de la proliferación del uso, aun de reserva y emergencia, de sus teléfonos. No recuerdo el modelo que se facilitó hace diez años, pero el último es el de la imagen, el 9555.
Carlo Longino concluye la noticia que desencadenó estos recuerdos, reconociendo que “while most things in the tech world tend to come down in price over time, satellites remain really expensive, and that's a difficult obstacle for companies to overcome”.
En resumen, que tendremos que seguir viendo estos extraños árboles, y esperemos no tener que ver muchos casos como el reflejado en el dibujo del The Wall Street Journal de este pasado día 30 de abril.
En particular, dentro de lo establecido en esos protocolos, en previsión de que, a pesar de todo, fallaran las comunicaciones, bien por ellas mismas, bien porque lo que fallara fuera el sistema eléctrico que las alimenta, se facilitaron para su uso, en su caso, en los centros críticos de funcionamiento de los servicios públicos esenciales, unos teléfonos con cobertura por satélite.
Fue así como me enteré de la existencia de los teléfonos Iridium.
Hace justo un mes, no sé cómo, llegué a una página de Internet en la que se recogen noticias tecnológicas, y en particular, a la noticia de que había dos compañías que habían anunciado sus planes de establecer redes de comunicación telefónica vía satélite. Esta noticia me recordó lo que ya he comentado, y aproveché para intentar averiguar algo más del famoso Iridium, pues en la noticia se decía que “somewhat surprisingly, Iridium is still around”.
Lo curioso del caso es que, a través de su página de Internet, me entero de que la compañía original entró en bancarrota en agosto de 1999, es decir, en vísperas de la proliferación del uso, aun de reserva y emergencia, de sus teléfonos. No recuerdo el modelo que se facilitó hace diez años, pero el último es el de la imagen, el 9555.
Carlo Longino concluye la noticia que desencadenó estos recuerdos, reconociendo que “while most things in the tech world tend to come down in price over time, satellites remain really expensive, and that's a difficult obstacle for companies to overcome”.
En resumen, que tendremos que seguir viendo estos extraños árboles, y esperemos no tener que ver muchos casos como el reflejado en el dibujo del The Wall Street Journal de este pasado día 30 de abril.
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