viernes, 8 de mayo de 2009

Los crímenes de Oxford. Una serie... de comentarios

Volviendo a la novela Los crímenes de Oxford, de Guillermo Martínez (Ediciones Destino – colección Áncora y Delfín, volumen nº 992), unas cosillas variadas:

1. El libro lo compré a finales de febrero de 2008 (ahora confirmo que la película se había estrenado el 18 de enero inmediato anterior). En la sobrecubierta se lee que la novela “ha sido llevada al cine por el director Álex de la Iglesia”, lo que en ese momento, ya era sabido (por los demás, claro), y de hecho el “diseño de la sobrecubierta [es] a partir del cartel original de la película dirigida por Álex de la Iglesia”. También me entero ahora que el rodaje de la película se inició en enero de 2007, y los trabajos previos eran de finales de 2006. Normal, ¿no?
Pues bien, el ejemplar que tengo es de la octava edición de Destino, de octubre… de 2004. O sea, que la sobrecubierta es original,… a fuer de no ser la original.

2. El concierto que tiene lugar en el Blenheim Palace incluye como una de las obras, “«Primavera Cheyenne», de Aaron Copland [foto de la Biblioteca del Congreso], la tercera de la serie de estaciones, para triángulo y orquesta”. Lo siento, pero no he conseguido encontrar esta obra, sólo la «Appalachian Spring». Si alguien puede subsanar esta ausencia en mi saber, se lo agradeceré.


3. Asimismo, cuando se habla de la cercana celebración del referido concierto se dice, al hojear el programa: “El concierto de 1884 con cañones auténticos y fuegos artificiales”. Con cañones sólo me viene a la memoria la Obertura 1812 de Tchaikovski (y con campanas), recordando, como el cuadro de Adolph Northern, el fracaso de Napoleón ante Moscú; y con fuegos artificiales, el conjunto de piezas con tal nombre de Haendel. Pero no conozco ningún concierto de 1884, por lo que reitero mi anterior petición de ayuda para subsanar este hueco en mi saber y, también, mi agradecimiento.

4. “Seguí caminando por el sendero y me detuve en un ángulo bajo la sombra de los árboles a contemplar el enigma indescifrable de un partido de criquet. Me pareció durante unos minutos que estaba mirando sólo los preparativos anteriores al juego, o una serie de intentos fallidos por comenzar. Escuché en algún momento aplausos entusiastas de unas mujeres con grandes sombreros, que tomaban ponche sentadas en una esquina del campo. Evidentemente me había perdido una gran jugada, quizás incluso el juego había llegado a su clímax en ese momento delante de mis ojos, sin que yo hubiera sido capaz de ver más que esa exasperante inmovilidad.” (pp. 105-106). Hay que señalar que el protagonista es argentino, no inglés, ni siquiera australiano o del subcontinente indio, otros de los pocos lugares de la Tierra donde son capaces de entender el criquet (la foto es de la Wikipedia).

Y Fermat. Pero de modo similar a como él mismo escribió, no queda espacio suficiente aquí para el comentario.

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