“En aquel año de elecciones presidenciales, pasé los meses de agosto y septiembre
recorriendo Dallas en el Sunliner a la caza de un apartamento...”
1960 fue en Estados Unidos
un año cuyas elecciones presidenciales
presentaron unas características curiosas. Por ejemplo, fue el primero desde 1892
en que ya no se pudo hacer el recorrido de campaña de estado en estado sin salir
de la zona de las elecciones (incluso, fue el primero en el que la caravana
electoral no pudo acceder por tierra a uno de los estados en disputa -Hawai-); fue
también el primero con la actual composición de los Estados Unidos de 50 estados,
y por tanto, en el que ya no ondeaba la conocida bandera de las 48 estrellas; fue también nuevamente, como en 1864, un año con
candidatos nacidos en el mismo siglo de las elecciones.
Y al igual que en 1892, y
que en las primeras elecciones del siglo XX (1904), tuvieron lugar un martes 8
de noviembre.
Pero por lo que se
conocen las elecciones de 1960 no es por nada de lo comentado, sino por ser las
que ganó John Fitzgerald Kennedy.
“El 22 de septiembre finalmente encontré un lugar que parecía habitable.”
Otra cosa curiosa de
aquellas elecciones es que fueron las primeras en las que la televisión tuvo un
papel importante, no ya como canal de información, sino como lugar de debates
electorales.
Aunque fueron cuatro los
debates, el que marcó la campaña (y, podría decirse, la Historia) fue el
primero, celebrado el 26 de septiembre, ante una audiencia de 70 millones de
televidentes, atraidos supongo que más que por la política por la novedad de un debate televisado.
Por eso resulta también
curioso que en una novela que se desarrolla en esos tiempos, y siendo Kennedy
el personaje que continuamente está presente en ella, la siguiente referencia
tras el 22 de septiembre sea:
“El 28 de septiembre, una semana antes del inicio previsto de la Serie Mundial,...”
Es decir, nada. A pesar
de lo que, supuestamente, marcó aquel primer debate, en el desarrollo vital que
se nos muestra en la novela, no hay ninguna referencia a él. En realidad, no
deja de tratarse de una novela y por tanto, como bien se nos indica más
adelante:
“Vamos a dar otro salto adelante en el tiempo (las narraciones también contienen
madrigueras de conejo, cuando uno se para a pensarlo), pero primero tengo que
relatar un suceso más de 1960 [¿se tratará, ahora, de las mismas
elecciones?]. Fort Worth. 16 de noviembre
de 1960 [pues no, ya han pasado]. Kennedy,
el presidente electo desde hacía poco más de una semana.”
Como podemos ver, no
siempre marca la vida un hecho histórico en el preciso momento en que se
produce. Ni siquiera aunque haya sido televisado, como aquel primer debate. De
hecho, la misma novela se preocupa de mostrarnos cuánto tardamos en darnos
cuenta de la importancia de las cosas:
“[Jamás subestimes] el poder de la televisión. Sin la tele,
Kennedy nunca hubiese ganado a Nixon.”
(Este comentario se sitúa
en marzo de 1963, dos años y medio después del primer debate.)
“Eran las siete cuarenta y cinco de la tarde del 18 de mayo de 1961.”
Y claro, si nada de lo
anterior ha sido merecedor de figurar en las páginas de la vida, aunque sea
novelada, la toma de posesión el 20 de enero de 1961, menos aún, ¿no?
Sin embargo, paso a paso,
la Historia va construyéndose.
Créditos:
Extractos de los capítulos
12 y 13, en la Parte 3 Viviendo en el
pasado, y 21, en la Parte 4 Sadie y
el General, de la obra de Stephen King 22/11/63,
según traducción de José Óscar Hernández Sendín y Gabriel Dols Gallardo, tomado
de la primera edición (marzo de 2012) realizada por Plaza y Janés (pp. 315, 317,
332, 333,566 y 337), de la biblioteca del autor.
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