viernes, 22 de noviembre de 2013

En el filo de la navaja

Al principio de la novela, el amigo de Jack Epping, Al, plantea la probabilidad de que Oswald fuera el único tirador en un noventa y cinco por ciento. Después de leer una pila de libros y artículos sobre el tema casi tan alta como yo, la situaría en un noventa y ocho por ciento, quizá incluso en un noventa y nueve. Porque todas las crónicas, incluidas las escritas por teóricos de la conspiración, cuentan la misma historia americana básica: he aquí a un peligroso canijo sediento de fama que se encontró en el lugar adecuado para tener suerte. ¿Que había muy pocas probabilidades de que pasara tal y como sucedió? Sí. También las hay de ganar la lotería, pero alguien la gana todos los días.


Probablemente las fuentes más útiles que leí en la preparación para esta novela fueron Case Closed, de Gerald Posner; Legend, de Edward Jay Epstein (una chifladura a lo Robert Ludlum, pero divertida); Oswald, un misterio americano, de Norman Mailer; y Mr. Paine's Garage, de Thomas Mallon. El último ofrece un brillante análisis de los teóricos de la conspiración y su necesidad de encontrar orden en lo que fue un suceso casi aleatorio. El Mailer también es excelente. Dice que acometió el proyecto (que incluye extensas entrevistas con rusos que conocieron a Lee y Marina en Minsk) creyendo que Oswald era la víctima de una conspiración, pero al final llegó a convencerse –a regañadientes– de que la vieja y aburrida Comisión Warren tenía razón: Oswald actuó solo.
Es muy, muy difícil que una persona razonable crea otra cosa. La Navaja de Occam: la explicación más sencilla suele ser la correcta.

La cuestión es que hay mucha gente que no es razonable, y claro, se corta con la navaja.

Créditos:
Extracto del Epílogo, de la obra de Stephen King 22/11/63, según traducción de José Óscar Hernández Sendín y Gabriel Dols Gallardo, tomado de la primera edición (marzo de 2012) realizada por Plaza y Janés (pág. 855), de la biblioteca del autor.
Fotograma de la película casera rodada en la Dealey Plaza de Dallas por George Jefferies el 22 de noviembre de 1963, justo antes del asesinato de John Fitzgerald Kennedy, tomada de la noticia publicada por ABC el 21 de febrero de 2007, de la hemeroteca del autor.

3 comentarios:

  1. El querido Stephen debería haber añadido a su lista de lecturas los últimos artículos de CVM, donde lo cuenta todo...

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  2. ¿Y qué fue de la conspiración esa que explicaron en no sé qué peli, según la cual la bala entró por la clavícula del presidente, le hizo un looping al tórax de JFK y bajó por el nervio ciático, atravesó la rótula, impactó en el asiento delantero, le perforó el pulmón al copiloto, continuó en su loca trayectoria hasta alcanzar el motor del vehículo, rompió la correa del ventilador, rebotó en el carburador y destrozó la válvula de encendido, volvió atrás en su trayectoria, perforó la carcasa delantera, se cargó el cuadro de mandos, atravesó el brazo del conductor y rebotó en el bolso de Jackeline para acabar, finalmente, incrustándose en el cráneo de su marido, cuya vida segó?

    ¡Con lo fácil que hubiera sido utilizar una navaja!

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  3. Y lo que no, Alawen, no es que se lo invente, sino que «tiene una percepción diferente de la realidad».

    Creo, S.Cid, que esa versión que comentas, es la que, por poner en evidencia la industria estadounidense del automóvil, ha ocasionado la ruina de Detroit.

    Un saludo a ambas.

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