“En BiblioCafé, los libros adquieren vida
propia: se cambian de estante; los de devolución, se esconden; se 'suicidan'
cuando nadie los quiere comprar, y se tiran del estante.”
Esta introducción de José Luis Rodríguez,
responsable de BiblioCafé, anunciaba una prometedora tarde pues a continuación tenía lugar la
presentación del último libro de Santiago Posteguillo por parte de… Santiago Posteguillo.
Conocido por sus novelas históricas
ambientadas en la Roma republicana e imperial, Santiago Posteguillo es, en
primer lugar, profesor en la Universidad Jaime I de Castellón, pero no de
Historia Antigua ni de Latín, sino de Literatura inglesa y estadounidense. Y
sobre esta faceta suya comenzó hablando.
Y es que su último libro va de libros, de
sus autores, de sus épocas,… en definitiva, de la vida de unos y otros. Pero a
esto, ya llegaremos. Volvamos al principio.
Contó que en un curso (voluntario) de
literatura que estudió en la universidad, allá en Estados Unidos, aprendió la
metodología del Dr. Kraft, que muy sucintamente nos explicó:
En primer lugar, para abrir boca,
Faulkner y su El ruido y la furia.
Para situarnos, explicó que Vargas Llosa dijo de esta novela que era el único
libro en el que, para poder seguirlo, tuvo que ir tomando apuntes.
Luego, llegaba Conrad, con Lord Jim. Centrémonos sabiendo que el
autor utilizaba el polaco con la familia, el francés para viajar, y el inglés
para la literatura, “es decir, lo normal”.
Y no era sino después cuando llegaba una
lectura más asimilable: Hemingway con su En nuestro tiempo.
Ya cuando tuvo confianza (“y con la nota puesta”, importante
detalle) Santiago Posteguillo pudo resolver las dudas acerca del procedimiento
gracias a este breve diálogo con el Profesor Kraft:
“-
¿Ha pensado hacerlo al revés?
-
¡Jamás! Haciéndolo así se borran todos a los que no les gusta la literatura.”
Ilusionado con la metodología (“Algo de
razón tendría cuando sobrevivimos al curso sólo 12”), Santiago Posteguillo
pensó en aplicar el procedimiento en sus clases en la Universidad, pero… en la
Jaime I la asignatura de Literatura inglesa y estadounidense es… obligatoria.
Y, además, comienza cronológicamente, es decir, con el Beowulf.
Por tanto... él empieza con El señor de los anillos y Gandalf
(momento en el que nos apuntó la eterna cuestión de plagio frente a
intertextualidad).
Y acaba leyendo en anglosajón el Beowulf.
Ya entrando en el libro, Santiago
Posteguillo comentó diversos capítulos del mismo, y, haciendo como antes, es
decir, volviendo al principio, nos expuso lo significativo (el adjetivo es mío)
del hecho de que se desconoce quién inventó el fuego y quién la rueda, pero sí
se conoce quién inventó el orden alfabético (para saberlo, mejor leer el
libro).
La técnica narrativa que utiliza en los
relatos es sencilla: “Juego a la intriga con el lector”, con
un inicio novelado, que luego aclara.
Así, por ejemplo, en el relato sobre
Shakespeare y la autoría de las obras a él atribuidas, sobre lo que zanjó todas
las dudas: “Creo que no se sabe, pero me
da igual”, pues lo importante son sus obras.
Sobre el curioso título del libro, nos
remitió al relato en cuestión, recordándonos que durante la famosa estancia en
la casa que Lord Byron tenía en Suiza, Percy Shelley leía en voz alta a sus
compañeros el Quijote, y que Mary
Shelley, su esposa, aprendió español precisamente (al igual que Pushkin) para poder leerlo sin
traducción interpuesta.
Nos mostró su especial cariño a Dostoievski
de quien recrea en un relato su capacidad para terminar Crimen y castigo por la
mañana y escribir ex novo El jugador por la tarde. Aunque, eso sí, precisó
ayuda, no económica (que no hubiera conseguido por sus numerosas deudas, fruto
de su ludopatía compulsiva), sino taquigráfica (en la persona de Anna
Grigorievna Snitkina), para poder escribir todo lo rápido que su genio le
inspiraba.
Santiago Posteguillo nos recordó también
la disputa interna que hubo en España acerca de las propuestas para el Premio
Nobel a favor, bien de Benito Pérez Galdós, bien de Ángel Guimerá, con el resultado de que ni uno ni otro. Introdujo el
tema con el curioso hecho de que en Valencia, las calles que llevan el nombre
de dichos literatos confluyen, cosa que no sucedió en los esfuerzos por apoyar
la concesión del Premio para ambos. Y es que, en conclusión, “cuando los políticos se meten en otras
aguas, naufragamos”.
El pequeño paseo entre los relatos del
libro acabó, como no podía ser de otra manera, en otro principio: “Los adultos nos empeñamos en decirles a los
niños qué libros deben leer”. No así es J.K. Rowling y su Harry Potter: “la chispa es que no trata a los chavales como idiotas”.
El libro consta de 24 relatos, pero… “no está Blasco Ibáñez”, le dijo Antonio
Penadés, quien acompañaba en la presentación a Santiago Posteguillo.
“Y
muchos más. No se trata de un libro de 1.000 páginas de historia de la
literatura”. Se quería “algo ágil”,
y, claro, “hay que cortar”. Recordó
sobre Blasco Ibáñez Tiempo de valientes,
la reciente novela de Basilio Trilles. Y sobre la importancia literaria de
Blasco Ibáñez señaló que en 1919 el libro más vendido en EEUU era de Blasco
Ibáñez (aunque él no dijo cuál, lo digo yo: Los cuatro jinetes del Apocalipsis).
Pero (¿otro pero?) aún hay esperanza: “me están pinchando para continuar”.
El último relato del libro acaba
recordándonos que la historia de la literatura empieza mucho antes que la
escritura, es decir, con el cuento y la tradición oral.
Lo que es una forma de decir que ya he
escrito bastante.
Del libro y de su presentación. Del autor
sólo recogeré lo que comentó Antonio Penadés:
“Me
hubiera gustado tenerlo por profesor de literatura, pero lo tengo como amigo,
lo que es mejor.”
Créditos:
Fotografías de la presentación de La noche en que Frankenstein leyó el Quijote,
acto y libro de Santiago Posteguillo, en BiblioCafé
este pasado miércoles día 17.
Imagen del cartel publicitario, tomada de
la página de facebook de BiblioCafé.
Imagen de la ilustración
de inicio del relato Veintiséis días, dedicado a Dostoievski, obra de alademosca, tomada del libro en cuestión.