jueves, 25 de octubre de 2012

That fought with us upon Saint Crispin’s day

¡Oh, no ansíes un hombre más! Proclama antes, a través de mi ejército, Westmoreland, que puede retirarse el que no vaya con corazón a esta lucha; se le dará su pasaporte y se pondrán en su bolsa unos escudos para el viaje; no querríamos morir en compañía de un hombre que temiera morir como compañero nuestro. Este día es el de la fiesta de San Crispín; el que sobreviva a este día volverá sano y salvo a sus lares, se izará sobre las puntas de los pies cuando se mencione esta fecha, y se crecerá por encima de sí mismo ante el nombre de San Crispín. El que sobreviva a este día y llegue a la vejez, cada año, en la víspera de esta fiesta, invitará a sus amigos y les dirá: "Mañana es San Crispín." Entonces se subirá las mangas, y al mostrar sus cicatrices, dirá: "He recibido estas heridas el día de San Crispín." Los ancianos olvidan; empero el que lo haya olvidado todo, se acordará todavía con satisfacción de las proezas que llevó a cabo en aquel día. Y entonces nuestros nombres serán tan familiares en sus bocas como los nombres de sus parientes: el rey Harry, Bedford, Exeter, Warwick y Talbot, Salisbury y Gloucester serán resucitados por el recuerdo viviente y saludable con copas rebosantes. Esta historia la enseñará el buen hombre a su hijo, y desde este día hasta el fin del mundo la fiesta de San Crispín y Crispiniano nunca llegará sin que a ella vaya asociado nuestro recuerdo, el recuerdo de nuestro pequeño ejército, de nuestro feliz pequeño ejército, de nuestro bardo de hermanos; porque el que vierta hoy su sangre conmigo será mi hermano; por muy vil que sea, esta jornada ennoblecerá su condición, y los caballeros que permanecen ahora en el lecho en Inglaterra se considerarán como malditos por no haberse hallado aquí, y tendrán su nobleza en bajo precio cuando escuchen hablar a uno de los que ha combatido con nosotros el día de San Crispín.

Shakespeare nos muestra poéticamente esta arenga del rey Enrique V en los momentos previos a la batalla de Agincourt, momento crucial en la Guerra de los Cien Años, en que el ejército de Inglaterra, muy inferior en número al de Francia, derrotó a éste, y, por diversos problemas, que ahora diríamos de logística, no pudo acabar ese mismo otoño de 1415 tomando París y acabar así la guerra.

Prescindiendo, igual que Shakespeare, de la masacre imperdonable que sucedió tras la batalla, sí podríamos leer, con otro enfoque, tanto la arenga como el desarrollo posterior de la guerra.

Y es que tal vez sí sea de aplicación lo de que los caballeros que permanecen ahora en el lecho en Inglaterra se considerarán malditos”, visto en relación con quienes, no este día de San Crispín, sino el pasado de San Hilarión (21 de octubre), o, previsiblemente, el próximo de Santa Catalina (25 de noviembre), permanezcan en su lecho, es decir, en la abstención, en unas elecciones en las que no sólo se dirimía (o se dirimirá) si la gestión de un asunto regional se realiza de un modo u otro.

Sí, mejor que se retire el que no vaya con corazón a la lucha planteada en esas elecciones. No se necesita, supuestamente al lado, a nadie que tema morir en esa lucha. El ejército, en este caso, de votantes no muestra muchas banderas desplegadas, pero se merece las palabras de quien no tema mostrar las cicatrices de las heridas recibidas en estos lances.

Y de lo que también se trata es de evitar que, por una deficiente gestión, una batalla ganada tan en el límite, no conlleve el triunfo final.

Y es que, Inglaterra, a pesar de la victoria en Agincourt, acabó, cuarenta años más tarde, perdiendo la Guerra de los Cien Años ante Francia, y con ella, sus territorios en el continente (desde entonces, salvo Calais, aislado).

Créditos:
Extracto del discurso del rey Enrique V, en la escena III del cuarto acto de La vida del Rey Enrique V, de William Shakespeare, según traducción de Luis Astrana Marín, editada en su día por Aguilar, y reeditada en 2007 en la colección de kiosco Grandes clásicos Aguilar, en el volumen I de las Obras completas de  William Shakespeare (pág. 722)
Ilustración mostrando el final de la batalla (de autoría sin acreditar) y verso final de la arenga (en el título de la anotación) de King Henry V, de William Shakespeare, tomados de The Illustrated Stratford Shakespeare, publicado por Chacellor Press en 1982 (reimpresión de 1991) (pp. 464 y 461).

3 comentarios:

  1. Posodo, aquí, desgraciadamente, la peña es más de ensalzar a Krispín Jander Klander. Y así nos va.


    Un abrazo, o dos.

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  2. Sí, Bate. Y a crispar, haciéndose luego las víctimas cuando se denuncia sus atropellos (por decirlo suavemente).

    Un saludo.

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