domingo, 4 de septiembre de 2011

Silvática escuela

Era en la época en la que Baloo le enseñaba la Ley de la Selva. El serio, viejo y enorme oso pardo estaba contentísimo con un discípulo tan listo, porque los lobatos no quieren aprender de la Ley de la Selva más que lo que se refiere a su propia manada y tribu; escapándose en cuanto saben de memoria estas palabras de la Canción de caza: «Pies que no causan el menor ruido; ojos que ven en la oscuridad; orejas que pueden oír los diferentes vientos desde el cubil; blancos y afilados dientes: todo esto son señales características de nuestros hermanos, exceptuando a tabaqui el chacal, y a la hiena, que odiamos».
Pero Mowgli, que era un hombrecito, tuvo que aprender bastante más. Algunas veces Bagheera, la pantera negra, se acercaba, curioseando por la selva, para ver cómo le iba a su niño mimado, y, apoyando la cabeza contra un árbol, escuchaba, con sordo ronquido, la lección que Mowgli recitaba a Baloo. (…)
Todo esto os demostrará las muchas cosas que tuvo que aprender Mowgli de memoria, llegando a cansarse ya de tanto repetir lo mismo más de cien veces; pero es lo que le dijo Baloo a Bagheera un día en que hubo que pegarle al muchacho y éste se marchó malhumorado:
- Un cachorro humano es un cachorro humano, y tengo el deber de enseñarle toda la Ley de la Selva.
- Pero ten presente lo pequeño que es –dijo la pantera negra, que habría mimado con exceso a Mowgli si la hubieran dejado educarlo a su modo–. ¿Cómo pueden caber en cabeza tan chica todos tus largos paliques?
- ¿Hay, acaso, en la selva cosa alguna que de puro pequeña no pueda matarse? No. Pues bien: por esta razón le enseño todo eso, y por lo mismo le pego, con mucha suavidad, cuando se le olvida algo.
- ¡Con suavidad! ¿Qué sabes tú de suavidades, viejo Patas de hierro? –gruñó Bagheera–. Toda la cara le has llenado hoy de cardenales con tu… suavidad. ¡Uf…!
- Valdría más que estuviera lleno de cardenales de cabeza a pies, mientras fueran causados por mí, que le quiero, que no que le ocurriera alguna desgracia por ignorancia –contestó Baloo con suma gravedad–. Ahora le estoy enseñando las Palabras Mágicas de la Selva, que han de protegerle contra los pájaros, contra el pueblo de las Serpientes y contra todo cuadrúpedo que caza, excepto contra su propia manada. Desde hoy, con sólo recordar tales palabras, podrá ya pedir protección a todos lo habitantes de la selva. ¿No vale esto la pena de recibir algunos golpes?


Créditos:
Ilustración de Ángel Domínguez y extracto del capítulo La caza de Kaa, de El libro de la selva, de Rudyard Kipling, según traducción de Ramón D. Perés, tomados de la edición de 2009 de Editorial Juventud (pp. 39-42).

5 comentarios:

  1. Me traigo la pregunta que te hice en el blog de Caraguevo al tuyo, ya que no me contestas: "Posodo, amigos, intenté leer KIM de Kipling y me empalagué con tanta brillantez en las primeras diez páginas, así que dejé su lectura para otro siglo, dime, ¿hice bien, me pierdo algo grande dejando de leer a Kipling?

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  2. A ver, por un toxón; ¿merece la pena invertir tiempo en leer a Kipling?

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  3. Yo es que no he leído Kim, estoy con El libro de ls selva, y por lo que llevo avanzado, sí, merece la pena.

    Disculpe el retraso en la contestación, y un saludo.

    PD: ¡Ah! CVM ya ha vuelto de la India. Se lo ha pasado muy bien yendo al cine (con su hija) a ver una película Made in Bollywood.

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  4. ¿pero ha vuelto de la India envuelto en un dhoti azafranado o no?

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  5. Si ha vuelto así, al menos en la radio-tele no sale con él.

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