“Aquel público que aplaudía los periodos sabiamente redondeados, cadenciosos y rimados del orador, que hacía pagar al comediante la menor falta de gramática o de prosodia; aquel público, repito, poseía la lengua madre, que había sido estudiada a fondo y que llegó a ser el bien común de todas las clases. Según los escritores contemporáneos, incluso aquellos que son más benévolos en su juicios, la cultura helénica de los italianos en el año 690 [ab Urbe Condita] estaba muy en decadencia comparada con la que era un siglo antes. Estos mismos escritores deploraban la corrupción del hermoso y puro latín de otros tiempos, que solo era cultivado por muy escasos personajes. Todavía se oye en los labios de algunas ancianas matronas de la alta sociedad romana; pero las tradiciones de la verdadera elegancia, el vigor y la gracia del antiguo latín, la delicadeza de Lucilio y los giros literarios de los Escipiones, todo esto ya se había perdido.”
A los dos días de regresar de Roma, mis hijos empezaron las clases de eso de la ESO, y en particular, mi hija, en Cuarto, recogió el libro de Latín, al que, por curiosidad, le eché un vistazo.
Es sabido que una de las primeras cosas que más llaman la atención del latín es el tema de los casos, y también el de las declinaciones. Los casos son fácilmente identificables una vez se conoce algo de gramática: sujeto, atributo, objeto o complemento directo, los complementos indirectos y circunstanciales, y finalmente, la interpelación; es decir, nominativo, genitivo, acusativo, dativo, ablativo y vocativo. Seis casos y poco más de un par de párrafos… una vez que, en Cuarto de ESO y con quince años, se supone que ya se sabe algo de gramática del español, aunque uno no sea Nebrija.
Pues bien, en el libro en cuestión, los casos terminan de explicarse, en concreto con el dativo, ¡en la página ciento veintitantos!
Sinceramente, yo no sé cuánto latín acabará aprendiendo.
Créditos:
Extracto del capítulo Religión, cultura, literatura y arte, del Libro Quinto: Fundación de la monarquía militar, de la obra Historia de Roma, de Theodor Mommsen, según traducción de A. García Moreno (publicada en 1876), editada por RBA Coleccionables en la colección Grandes obras de la cultura (Tomo IV - pág. 586).
A los dos días de regresar de Roma, mis hijos empezaron las clases de eso de la ESO, y en particular, mi hija, en Cuarto, recogió el libro de Latín, al que, por curiosidad, le eché un vistazo.
Es sabido que una de las primeras cosas que más llaman la atención del latín es el tema de los casos, y también el de las declinaciones. Los casos son fácilmente identificables una vez se conoce algo de gramática: sujeto, atributo, objeto o complemento directo, los complementos indirectos y circunstanciales, y finalmente, la interpelación; es decir, nominativo, genitivo, acusativo, dativo, ablativo y vocativo. Seis casos y poco más de un par de párrafos… una vez que, en Cuarto de ESO y con quince años, se supone que ya se sabe algo de gramática del español, aunque uno no sea Nebrija.
Pues bien, en el libro en cuestión, los casos terminan de explicarse, en concreto con el dativo, ¡en la página ciento veintitantos!
Sinceramente, yo no sé cuánto latín acabará aprendiendo.
Créditos:
Extracto del capítulo Religión, cultura, literatura y arte, del Libro Quinto: Fundación de la monarquía militar, de la obra Historia de Roma, de Theodor Mommsen, según traducción de A. García Moreno (publicada en 1876), editada por RBA Coleccionables en la colección Grandes obras de la cultura (Tomo IV - pág. 586).
Y tu hija probablemente sabe localizar un CD en la oración. Imagina el compañero de clase que ha pasado con hasta 18 (se dan casos así) asignaturas pendientes.
ResponderEliminarNo, si ahora no hay problema alguno con los CD, mp3, y demás cachivaches diaboli machinae.
ResponderEliminar¡Ah! Te refieres al Complemento Directo...
¿18? Eso ya es mayoría de edad, ¿no?