martes, 27 de septiembre de 2011

κίνηματος: Lo sucedido no era novedad

Nos encontramos con la historia de dos amigas; una con novio, y la otra no:
- Te debe de querer mucho.
- No tanto como yo a él.
- No hace falta que lo digas; basta mirarte. Nunca te he visto tan feliz… y en un momento como éste.
- Sí, lo sé. Esto no se sabe cómo terminará. No obstante, Dios me perdone, me siento tan feliz. Ahora mismo, donde vive él… Si supieras lo que significa para mí poder verle, hablarle cada día… Ya verás el día que tú te enamores.
- Me he enamorado ya tantas veces…
- Pero nunca de veras. De veras es muy distinto. La vida cambia, se transforma, te sientes más serena, más confiada.
- Eso son cuentos. El amor, para las mujeres, es un hombre que nos gusta y nada más. Al menos hasta ayer así era para mí.
- ¡Ah, vaya! ¿Hoy es diferente?
- Sin embargo…


La primera, muy enamorada, y haciendo, incluso en circunstancias muy difíciles, planes para la boda:
- ¿Ya no tienes fe? Pues yo en cambio, sí la tengo. Dios no puede permitir que muera tanta gente inocente. Nos salvaremos, Carmen. Antonio también dice que nos salvaremos. ¿Sabes una cosa? Hemos decidido casarnos en cuanto salgamos de aquí. Y luego, cuando Antonio sea Alférez, iremos a Madrid. ¡Figúrate, a Madrid!

La segunda, enamorada “ya tantas veces”, en encuentra con una antigua amistad, aunque, en esta ocasión, “sin embargo”:
- Buenos días, Carmen.
- Buenos días, Pedro.
- Quiero hablarte.
- Voy a la enfermería, llego tarde.
- Cinco minutos, por favor. No me digas que no. ¡Casémonos!
- ¿Estás bien?
- Estoy muy bien. ¿Nos casamos?
- ¿En vísperas de saltar por los aires?
- Con mayor razón. Si me presento ante Dios contigo, será más indulgente con mis pecados. ¿Quieres casarte, sí o no?
- ¿Casarnos tú y yo?
- ¿Y por qué no? Se casan tantos. Y ahora que España necesita españoles, el matrimonio es un acto de patriotismo. Caería en lo patético, y no me creerías, si te dijera que este ambiente me ha cambiado. Y si logro salir con vida de estos muros, ya no llevaría la vida de antes. ¿Me creerías acaso?
- Sí te creo. Aun ahora te creo.
- Casémonos entonces.
- No, Pedro. Eso sería una locura. No lo hicimos hace un año cuando ella yo quien quería y tú no. Evitemos el error.
- ¿Cómo se llama?
- ¿Quién?
- Vamos, Carmen, te conozco demasiado. Para que hables así has de estar enamorada de otro. ¿El Capitán Vela?
- Sí, Pedro.
- ¿Le quieres mucho?
- Le quiero mucho. Le he conocido. He aprendido a quererle también. Y quizás, si Dios nos salva la vida, me iré de aquí sin que entre nosotros dos se haya cruzado una palabra.
- Lo dices con una gran amargura.
- Con sentimiento. Si uno tuviera que vivir un sólo día, desearía que éste fuera un día feliz.


La primera, finalmente, se casa, aunque…:
“- Quiere casarse in articulo mortis. ¿Con quién?
- Conmigo.
- Se llama usted…
- Conchín.
- ¿Y él?
- Antonio.
- Conchín, ¿quiere por esposo a Antonio?
- Sí.
- Antonio, ¿quiere por esposa a Conchín?
(asiente con la cabeza)
-
Ego vos en matrimonium coniungo: In nomine Patris et Filii, et + Sancti Spíritus.

Mientras que la segunda consigue cruzar más de una palabra:
- Es verdad. Cuando se concentra la vida en una persona, perderla… Es preciso pasarlo para poderlo comprender.
- Habla como si temiera perder un ser querido.
- Así es. Tengo miedo de perderla a Usted.
- ¿Por qué me dice eso?
- Porque la quiero.
- Capitán, se lo suplico… No sabe lo que significan para mí esas palabras.
- Son verdaderas, Carmen. La quiero y quisiera salvar mi vida para dedicársela por completo.
- No sabe Usted cómo… cómo esperaba oír esas palabras. Ahora me doy cuenta de que cada herido que he curado, cada dolor al que me he acercado, todo cuanto aquí he hecho ha sido por merecer este momento.
- No será un momento, Carmen. Tenemos la muerte debajo de nosotros, pero todo es posible todavía.
- Que Dios le oiga.
- Dios me oirá.


Estos romances de amor, que discurren en paralelo, son, como tantos otros, habituales en la historia, en la literatura, en el cine.

Las circunstancias históricas en las que se desarrollan, un grupo de personas, hombres, mujeres, ancianos y niños, que se resisten al totalitarismo, defendiendo sus ideales, sus valores, y su fe, todo esto, en España, tampoco era ninguna novedad.

Créditos:
Carátula, diálogos y fotogramas de la película Sin novedad en el Alcázar, producción italoespañola de 1940, dirigida por Augusto Genina, e interpretada por Rafael Calvo, Mireille Balin, Fosco Giachetti y Maria Denis.

4 comentarios:

  1. ¡Hala! Otra película más de la Guerra Civil.
    Y luego quieren que vayamos al cine.
    Yo creo que la última que vi en el cine fue "Up".

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  2. Sí, pero en ésta, los que ganan, al final, saludan de forma rara, porque no levantan el puño; y cantan no sé qué del sol (será por el veranito que les dieron).
    Vamos, que los guionistas se lucieron.
    ¡Y en blanco y negro!

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  3. Yo creo, que efectivamente, lo del sol era por el veranito de bombas,morterazos y asedio sin tregua que los pacíficos señores del otro lado del Alcázar les dieron.
    Entrañables chicos los de Largo Caballero...

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  4. Lo de "chicos de", sobre todo, hacia el final, cuando aquél, más Largo que Caballero, se hizo con el Gobierno y se obcecó tanto con la toma del Alcázar, que incluso fue en persona a dirigir las operaciones finales.
    Un saludo.

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