Hace ya tiempo que
Esperanza Aguirre fue la primera (creo) en propugnar para los docentes la
consideración de «Autoridad».
Hace, por tanto, el mismo
tiempo, menos un poco, que tengo pendiente una anotación para manifestar mi
oposición a tal consideración, así, sin mayores condiciones (que no recuerdo
que ella expusiera en su momento, ni después).
Esperanza Aguirre parece
que ya no está en plena actividad política, pero el problema de la enseñanza
sigue plenamente activo, por lo que la actualidad de esta semana que acaba me
sirve para publicar la anotación.
El motivo de mi oposición
a dicho reconocimiento como «Autoridad» de los docentes, así en general y por
definición, es que, en general, se trata, ahora y en España, de una «contradictio
in terminis»: la inmensa mayoría de los docentes vienen de los polvos logsianos, y por tanto, con los lodos «anti-autoridad».
Difícilmente, pues, van a poder asumir dicha función, para la cual, además, en
ningún momento fueron preparados.
Es más, consecuencia de
ese mayoritario posicionamiento ideológico, el uso que previsiblemente se
acabaría haciendo de la «Autoridad» no sería el de la Auctorĭtas sino el de la Potestas,
resultando peor el remedio que la enfermedad.
Naturalmente, a lo
expuesto se pueden poner objeciones, pero esperen un poco, y háganlo después,
no de la publicidad, sino del resumen de prensa sobre la huelga del jueves (tal
vez con los mismos resultados académicos
que el año pasado en Valencia), la decisión de no aplicar la Ley por parte de
la… Autoridad, y la situación en Baleares porque actúan con Potestas, es decir, porque pueden (y les
dejan).
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