domingo, 21 de octubre de 2012

Aquí un amigo: Bueno, uno, no, muchismos.

En BiblioCafé, los libros adquieren vida propia: se cambian de estante; los de devolución, se esconden; se 'suicidan' cuando nadie los quiere comprar, y se tiran del estante.

Esta introducción de José Luis Rodríguez, responsable de BiblioCafé, anunciaba una prometedora tarde  pues a continuación tenía lugar la presentación del último libro de Santiago Posteguillo por parte de… Santiago Posteguillo.

Conocido por sus novelas históricas ambientadas en la Roma republicana e imperial, Santiago Posteguillo es, en primer lugar, profesor en la Universidad Jaime I de Castellón, pero no de Historia Antigua ni de Latín, sino de Literatura inglesa y estadounidense. Y sobre esta faceta suya comenzó hablando.

Y es que su último libro va de libros, de sus autores, de sus épocas,… en definitiva, de la vida de unos y otros. Pero a esto, ya llegaremos. Volvamos al principio.

Contó que en un curso (voluntario) de literatura que estudió en la universidad, allá en Estados Unidos, aprendió la metodología del Dr. Kraft, que muy sucintamente nos explicó:
En primer lugar, para abrir boca, Faulkner y su El ruido y la furia. Para situarnos, explicó que Vargas Llosa dijo de esta novela que era el único libro en el que, para poder seguirlo, tuvo que ir tomando apuntes.

Luego, llegaba Conrad, con Lord Jim. Centrémonos sabiendo que el autor utilizaba el polaco con la familia, el francés para viajar, y el inglés para la literatura, “es decir, lo normal”.

Y no era sino después cuando llegaba una lectura más asimilable: Hemingway con su En nuestro tiempo.

Ya cuando tuvo confianza (“y con la nota puesta”, importante detalle) Santiago Posteguillo pudo resolver las dudas acerca del procedimiento gracias a este breve diálogo con el Profesor Kraft:
- ¿Ha pensado hacerlo al revés?
- ¡Jamás! Haciéndolo así se borran todos a los que no les gusta la literatura.

Ilusionado con la metodología (“Algo de razón tendría cuando sobrevivimos al curso sólo 12”), Santiago Posteguillo pensó en aplicar el procedimiento en sus clases en la Universidad, pero… en la Jaime I la asignatura de Literatura inglesa y estadounidense es… obligatoria. Y, además, comienza cronológicamente, es decir, con el Beowulf.

Por tanto... él empieza con El señor de los anillos y Gandalf (momento en el que nos apuntó la eterna cuestión de plagio frente a intertextualidad).

Y acaba leyendo en anglosajón el Beowulf.

Ya entrando en el libro, Santiago Posteguillo comentó diversos capítulos del mismo, y, haciendo como antes, es decir, volviendo al principio, nos expuso lo significativo (el adjetivo es mío) del hecho de que se desconoce quién inventó el fuego y quién la rueda, pero sí se conoce quién inventó el orden alfabético (para saberlo, mejor leer el libro).

La técnica narrativa que utiliza en los relatos es sencilla: “Juego a la intriga con el lector”, con un inicio novelado, que luego aclara.

Así, por ejemplo, en el relato sobre Shakespeare y la autoría de las obras a él atribuidas, sobre lo que zanjó todas las dudas: “Creo que no se sabe, pero me da igual”, pues lo importante son sus obras.

Sobre el curioso título del libro, nos remitió al relato en cuestión, recordándonos que durante la famosa estancia en la casa que Lord Byron tenía en Suiza, Percy Shelley leía en voz alta a sus compañeros el Quijote, y que Mary Shelley, su esposa, aprendió español precisamente  (al igual que Pushkin) para poder leerlo sin traducción interpuesta.

Nos mostró su especial cariño a Dostoievski de quien recrea en un relato su capacidad para terminar Crimen y castigo por la mañana y escribir ex novo El jugador por la tarde. Aunque, eso sí, precisó ayuda, no económica (que no hubiera conseguido por sus numerosas deudas, fruto de su ludopatía compulsiva), sino taquigráfica (en la persona de Anna Grigorievna Snitkina), para poder escribir todo lo rápido que su genio le inspiraba.

Santiago Posteguillo nos recordó también la disputa interna que hubo en España acerca de las propuestas para el Premio Nobel a favor, bien de Benito Pérez Galdós, bien de Ángel Guimerá, con el resultado de que ni uno ni otro. Introdujo el tema con el curioso hecho de que en Valencia, las calles que llevan el nombre de dichos literatos confluyen, cosa que no sucedió en los esfuerzos por apoyar la concesión del Premio para ambos. Y es que, en conclusión, “cuando los políticos se meten en otras aguas, naufragamos”.

El pequeño paseo entre los relatos del libro acabó, como no podía ser de otra manera, en otro principio: “Los adultos nos empeñamos en decirles a los niños qué libros deben leer”. No así es J.K. Rowling y su Harry Potter: “la chispa es que no trata a los chavales como idiotas”.

El libro consta de 24 relatos, pero… “no está Blasco Ibáñez”, le dijo Antonio Penadés, quien acompañaba en la presentación a Santiago Posteguillo.
Y muchos más. No se trata de un libro de 1.000 páginas de historia de la literatura”. Se quería “algo ágil”, y, claro, “hay que cortar”. Recordó sobre Blasco Ibáñez Tiempo de valientes, la reciente novela de Basilio Trilles. Y sobre la importancia literaria de Blasco Ibáñez señaló que en 1919 el libro más vendido en EEUU era de Blasco Ibáñez (aunque él no dijo cuál, lo digo yo: Los cuatro jinetes del Apocalipsis).

Pero (¿otro pero?) aún hay esperanza: “me están pinchando para continuar”.

El último relato del libro acaba recordándonos que la historia de la literatura empieza mucho antes que la escritura, es decir, con el cuento y la tradición oral.

Lo que es una forma de decir que ya he escrito bastante.

Del libro y de su presentación. Del autor sólo recogeré lo que comentó Antonio Penadés:
Me hubiera gustado tenerlo por profesor de literatura, pero lo tengo como amigo, lo que es mejor.

Créditos:
Fotografías de la presentación de La noche en que Frankenstein leyó el Quijote, acto y libro de Santiago Posteguillo, en BiblioCafé este pasado miércoles día 17.
Imagen del cartel publicitario, tomada de la página de facebook de BiblioCafé.
Imagen de la ilustración de inicio del relato Veintiséis días, dedicado a Dostoievski, obra de alademosca, tomada del libro en cuestión.

5 comentarios:

  1. Sólo os faltaron los truenos y rayos que tuvimos en la presentación que hizo de este mismo libro en el hotel Astoria Palace.
    Es un libro peligroso, como muchos otros, porque pide seguir leyendo más y como no tengas cuidado te lo acabas en una sentada.
    Gracias por el enlace y me permito autocitarme, qué mal, qué mal, con la entrada que hice de Los cuatro jinetes del Apocalipsis.

    Antonio Penadés moderó una mesa redonda sobre el caballero medieval este fin de semana en las I Jornadas de Literatura histórica.

    Un saludo

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  2. Vaaaaleeee, entre Caraguevo y tú me habéis convencido: ¡me compraré el libro! De hecho, no puedo esperar. ¿Cuando abren las librerías, pero cuándo, cuándo?

    En cuanto a que no haya incluido ningún relato de Blasco Ibáñez, tranquilo, por mi parte ya estaba en mente. De modo que, con tiempo y si no faltan ganas, habrá relato suyo en... Y hasta aquí puedo leer. ;-)

    Lo que no he entendido muy bien es la primera parte de tu anotación, de modo que voy a leerla de nuevo. Ah, y que sepas que las obras de Conrad, en cualquier caso, eran revisadas por correctores nativos. Y, por si a alguien le interesa (aunque supongo que no, pero aprovecho para lanzar el lamento), sufrí horrores para entender "Heart of darkness". De hecho, todavía me duele, al recordarlo

    Saludos.

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  3. Ciertamente, tiene muy buena pinta. Habrá que apuntárselo por partida doble.

    Saludos.

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  4. caraguevo: más bien, lo peligroso del libro es que te pide leer más... de otros libros.

    S.Cid: el comentario sobre Conrad lo dijo, entiendo, para indicar lo difícil que llegaba a ser entender su prosa, cosa que tú misma ratificas.

    Dama Camelias, S.Cid y MGae: en efecto, el libro es curioso en lo que cuenta, e interesante en lo que apunta (que, como digo más arriba, es donde radica el peligro). Pero así es la vida... y la literatura.

    Un saludo a todos.

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