“(Hacia 430), Irlanda, que era todavía, según la frase del cronista Próspero
de Aquitania, «una isla bárbara», fue objeto de la solicitud del Papa San
Celestino. Envió éste a los «Escotos» (como se llamaba entonces a los
Irlandeses) a un Obispo misionero, llamado Paladio. Pero la gran tarea de la
conversión del «Eire», la constitución de este bastión del Catolicismo que ha
seguido siendo siempre hasta nuestros días, se debió a San Patricio, al que muy justamente se le ha considerado
como el héroe nacional. Se trataba de un bretón nacido hacia 385, en la ciudad
que es hoy Daventry. Un comando de
piratas irlandeses, cruzó «el mar de cabeza loca» según dice un contemporáneo,
y apresó en la costa de «Bretaña» (es decir de Inglaterra) a un grupo de cautivos
que trajo a la isla, en donde la mano de obra era sin duda rara. Entre ellos se
hallaba un mozo de dieciséis años: Patricio o Patrick. He aquí el primer rasgo
del milagro irlandés: los mismos irlandeses fueron a buscar a su apóstol. Al cabo
de seis años logró escapar, desembarcó en el Continente y se hizo monje en la Abadía
de Lerins. Pero conservó gran ternura hacia los honrados paganos, a quienes había
conocido durante su detención. «Yo oigo, exclamaba a veces, yo oigo que me
llama de Irlanda la voz de los niñitos que todavía no han nacido.» En 432,
exponía a San Germán (vuelto de su primera misión en Bretaña) su deseo de
partir para evangelizar las islas, cuando se supo la muerte de Paladio; el de
Auxerre lo consagró en el acto y San Patricio partió. Durante treinta años,
hasta su muerte (461), prosiguió un esfuerzo misionero, en el que no se sabe si
ha de admirarse más la perseverancia, la valentía o la habilidad. Luchó a golpe
de milagros contra los sortilegios de los Druidas; discutió de poesía y de música
con las escuelas de Bardos o Filid,
cuya influencia era considerable; ganó para Cristo a las Princesas reales (pues
también aquí hubo influencia de las mujeres) y triunfó, según parece, en este
alarde de bautizar a Irlanda sin choques y sin violencia –no hubo mártires en
Irlanda–, puesto que logró que el Cristianismo sustituyese de algún modo al
Druidismo, por el juego de una libre concurrencia y por la manifestación de un
superior poder espiritual y milagroso; hecho de una importancia capital, no sólo
para los destinos de la Isla, sino para el Cristianismo entero, que demostró,
en este caso, de modo clamoroso, que, nacido en el cuadro de la Cultura Grecorromana,
podía adaptarse a todas las demás formas de cultura y darles una nueva
vitalidad. Segundo aspecto del «milagro irlandés» fue, pues, el de esta
implantación de la Cruz en una tierra en la que Roma no le había desbrozado el
camino. La Sede Episcopal de Armagh fue fundada en 444, y había de convertirse
en la Sede Primada de Irlanda. Y, a la muerte de Patricio, el Eire contaba con
tantas Cristiandades vivas y con tantos monasterios que pudo ser llamada, legítimamente,
«la Isla de los Santos».”
Hoy, como bien cabe deducir,
se celebra la festividad de San Patricio, patrón de Irlanda “que extiende sus llanuras verdeantes en el
seno de las ondas”.
Créditos:
Extracto del apartado El milagro irlandés y los monjes misioneros,
del capítulo IV La Iglesia covierte a los
Bárbaros, en el Tomo III La Iglesia
de los tiempos bárbaros, de la obra de Daniel Rops, Historia de la Iglesia de Cristo, tomado de la edición especial realizada
para Círculo de Amigos de la Historia, en 1970 (pp. 151-152).
Cita del geógrafo Avienus
(siglo IV) tomada de la nota a pie de la página 151 del antedicho libro.
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