“Pocos son los documentos de las épocas clásicas que han llegado hasta
el presente sin ser calladas víctimas de manipulación, extravío, ocultación o
mera desidia. «Lo que llamamos cultura –advertía Umberto Eco– es, en realidad,
un largo proceso de selección y filtro. Colecciones enteras de libros, de
cuadros, de películas, de cómics, de objetos de arte han sido confiscadas, han
desaparecido o se han perdido por simple neglicencia. ¿Eran lo mejor de la
creación? ¿Eran lo peor? En el campo de la creación, ¿hemos recogido pepitas de
oro o lodo? Aún leemos a Eurípides, a Sófocles, a Esquilo, y los consideramos
los tres grandes poetas trágicos de la antigua Grecia. Ahoran bien, cuando
Aristóteles en su Poética, dedicada a
la tragedia, cita los nombres de los representantes más ilustres, no los
menciona. Lo que hemos perdido, ¿era mejor, era más representativo del teatro
griego que lo que hemos conservado? En este punto, ¿quién nos quitará la duda?»”
Recordé este párrafo
cuando leí hace unas semanas la noticia de que se había recuperado una obra de
Eurípides, Hipsípila, por parte de unos
profesores de instituto… junto con la compañía formada por alumnos suyos.
Se trata de los
profesores Miguel Navarro y Joaquín Pastor, quienes con el Grupo de Teatro Griego Komos (con alumnos de los institutos
Distrito Marítimo y Vicenta Ferrer Escrivá, en Valencia), han conseguido
recuperar una obra de hace más de 2.400 años.
Y aunque sea con retraso,
traigo aquí noticia de este esfuerzo, para felicitarles, y para que no tengan que
esperar otros 2.400 años en recibir aplausos.
Créditos:
Extracto del inicio del
artículo «F for Fake», de Fernando R.
Lafuente, en su columna Cero en conducta,
publicado en ABC Cultural el 23 de
febrero de 2013.
Fotografía de las ruinas
del teatro romano de Segóbriga (Cuenca), en septiembre de 2002 gentileza de caraguevo.
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