“Tenemos
la fortuna de poder narrar a nuestros lectores uno de los incidentes de mayor
importancia del viaje de Einstein a Madrid.
Los
periódicos han dicho que a uno de los banquetes con que fué obsequiado el ilustre
personaje asistió el ex ministro señor conde de Gimeno, que en clase de sabios
es de lo mejor que tenemos en España, como demostró en los largos años en que
desempeñó una cátedra sin molestarse demasiado en aparecer por ella. Los periódicos
han dicho que el señor conde de Gimeno se sentó a la derecha de Einstein. Pero los
periódicos no han contado una palabra de la interesantísima conversación
sostenida entre ambas glorias de la humanidad. Es una omisión imperdonable que
estas líneas vienen a corregir. He aquí, casi literalmente, lo que hablaron.
- (…)
Lo que usted intenta, profesor, es terrible.
El
Sr. Gimeno meditó un poco y explicó:
- He
leído el ejemplo de Géza Nágel acerca de la relatividad del movimiento. Resulta
que un aeroplano al que vemos volar en línea recta, no vuela en línea recta,
porque para precisar su dirección hay que contar: con la rotación de la Tierra,
con la traslación de la misma alrededor del Sol y de todo el sistema hacia la
constelación de Hércules. Esto, referido a un aeroplano, es bastante grave;
pero trasladado a la política es demoledor.
Es
demoledor, D. Alberto. A nosotros nos interesa muchísimo conservar la fe en lo
absoluto; las gentes están acostumbradas a la idea del absoluto. En cuanto su
teoría y los desdichados ejemplos con que imprudentemente es vulgarizada,
enseñen a estas gentes a pensar con otra orientación, analizando minuciosamente
los fenómenos, nuestro edificio se tambaleará. Permita usted que aclare… He aquí,
por ejemplo, un político que afirma: «¡Soy liberal!» Fíjese usted. Llamemos A prima a este político. Yo
también entiendo algo, como uestd ve, de matemáticas. El político A prima ha gritado: «¡Soy liberal!» Para el caso,
es igual que se declare conservador o reformista: todos están comprendidos en
el mismo riesgo, y si le achaco ese matiz es porque alguno hay que asignarle. (…)
¿Cuál sería el estupor de la Prensa y del pueblo al saber que este político no
es liberal, ni conservador, ni integrista, ni socialista, ni nada, y que sus
movimientos se parecen mucho a los embrollados movimientos del avión de Géza Nágel?
Y,
sin embargo, profesor, es así.
El
político A prima se propone trazar su trayectoria en línea rectamente liberal; pero está
sujeto a un movimiento de rotación alrededor del jefe de su grupo, que cohibe
casi siempre sus actos y sus ideas. Este jefe de grupo y todo su estado mayor
tienen un movimiento de atracción hacia las grandes Compañías y los intereses
creados; y el sistema parlamentario en masa deriva, a una velocidad
indescriptible, hacia la Retórica.
¿Es
esto todo? No, no es todo aún. No podemos olvidarnos de la familia. La familia
influirá grandemente sobre A prima, le forzará a cometer injusticia, a falsear
el sufragio, a inventar cargos que maldita la falta que hacen, a llenar las
Subsecretarías y las Direcciones generales de parientes próximos al cretinismo…
Y todavía vendrá a complicar esta serie de zigzagueos la diferente psicología
de la oposición y el Poder. En la oposición, cualquier político adquiere una
marcha uniformemente acelerada: En el Poder, es uniformemente retardada. Después
de todo esto determine usted, si puede, cuál es la verdadera posición de A
prima en el espacio político.
- Ich verstche nicht –afirmó Einstein.
El conde volvió a mirar de reojo al ilustre sabio,
con creciente recelo.
- Meditando acerca de esto, una parte del pueblo
caería en la locura. La otra parte nos perdería el respeto. Esta es al triste
conclusión, querido Sr. Einstein. ¿Cómo subsistiría el turno entre liberales y
conservadores, si todos andaríamos mezclados, y al sernos arrebatada la
denominación clasificadora perderíamos la única razón en que nos apoyamos para
disfrutar del Poder? Respetemos los convencionalismos. ¡Viva la línea recta,
aunque sea aparente! Un pueblo no debe suponer nunca que lo que es puede dejar
de ser. (…) Lo viejo es siempre lo mejor, y una buena cita de un muerto vale más
y es más cómoda que una excelente idea de un vivo. Nosotros gobernamos en España
rememorando frases de Cánovas, de Moret, de Silvela, de Canalejas, de Romero
Robledo… Y somos felices. ¿Qué le parece a usted?
- Kein Wort verstche ich. (No
entiendo una palabra), gruñó el sabio.
-
Algo hay de eso –dijo el conde, que, a su vez, desconoce el alemán, después de
meditar un instante–; pero nuestra Constitución tiene previsto el caso.
Y
enmudecieron.”
Créditos:
Extracto de la columna titulada Impresiones de un hombre de buena fe, de
Wenceslao Fernández Flórez, publicada en ABC
el 14 de marzo de 1923, tomado de la hemeroteca en internet del periódico.
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