“«Bulgákov
estaba triste.
»Dada
la imposibilidad en que se encontraba de publicar, inventaba pequeñas
historias, graciosas y melancólicas a un tiempo, y las contaba a sus amigos,
delante de una taza de té.
»Recuerdo
una de ellas...
»Bulgákov
llega a casa de Stalin, triste y fatigado.
»-
Siéntate, Misha. ¿Por qué traes la cara descompuesta? ¿Qué te pasa?
»-
Es que he escrito una obra de teatro.
»-
Bueno, cuando se escribe una obra, se está contento, y tú, por el contrario,
¡estás tan triste!
»-
Los teatros no la quieren, Iosif Visarionovich.
»-
¿Y dónde habrías querido representarla?
»-
¡En el Teatro del Arte, Iosif Visarionovich, no lo dude!
»-
¡Qué tonterías hacen los teatros! ¡No te preocupes, Misha! ¡Siéntate!
»Y
Stalin coge el teléfono.
»-
¡Señorita! ¡Señorita!, ¿me escucha? ¡Páseme con el Teatro del Arte! ¡Sí, el
Teatro del Arte! ¿Quién está al aparato? ¿El director? Aquí Stalin, ¿está usted
ahí?
»Stalin
comienza a enfadarse, resopla con todas sus fuerzas en el aparato.
»-
Estos comisarios de comunicaciones con unos idiotas. Su teléfono no deja de
hacer de las suyas. Señorita, vuelva a ponerme con el Teatro del Arte. Sí,
vuelva a ponerme, ¿o es que hablo en chino? ¿Quién está al aparato? ¿El Teatro
del Arte? Aquí Stalin. ¡No cuelgue! ¿Dónde está el director? ¡Cómo! ¿Que se ha
muerto? ¿De repente? ¡Qué nerviosa está la gente últimamente!»”
Lo irónico del caso es que hace 60 años,
a Stalin le pasó algo parecido: era tal el terror de quienes lo cuidaban, que
no se atrevieron a ver si se encontraba mal, por si lo molestaban… y en cambio,
se estaba muriendo… o lo “estaban muriendo”.
Y lo curioso es... la división de opiniones.
Aunque yo la tengo muy clara.
Créditos:
Extracto de la nota a una carta de Mijail
Bulgákov, de principios de 1931, tomado de Cartas
a Stalin, recopilación de cartas dirigidas por Mijail Bulgákov y Evgeni
Zamiatin, según traducción de Víctor Gallego, en la edición realizada por
Veintisiete letras en enero de 2010 (pp.
36-37).
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