“Eso había sido a principios de noviembre, en las proximidades de Todos
los Santos.”
“Con todo, le parecía un poco prematuro hablar de Navidad antes del
primer domingo de Adviento.”
“Hans Castorp no se hubiera sorprendido de que ya considerasen también
la Navidad como una fecha pasada y hablasen directamente del Año Nuevo y el Carnaval...”
“La Pascua ya había pasado por el valle blanco, abril avanzaba y Pentecostés
comenzaba a destacarse en el horizonte.”
Una de las características
de La montaña mágica es el transcurso
del tiempo, si bien, curiosamente, no se muestra por fechas concretas, sino,
como muestran los ejemplos anteriores, por festividades (y, en su caso, por las
estaciones del año).
Y teniendo en cuenta,
además, que las festividades son, como se corresponde con una obra de un autor
europeo, cristianas, es de temer que en cualquier momento se requiera de notas
aclaratorias en las ediciones que se realicen en Bélgica.
Por cierto, salvo error, sólo
se menciona en una ocasión una fecha concreta, y ni siquiera se refiere al día
en que se sitúa la acción:
“- ¿Sabe que dentro de cinco días estaremos de nuevo a primero de mes? –oyó
decir a Herminie Kleefeld dirigiéndose a dos jóvenes de su mesa (…)
- ¡Uno de octubre! Lo he visto en el calendario de
la oficina.”
Y, desde luego, la que no
se menciona es la del Primero de Mayo.
Actualización del 17 de mayo:
Si ayer fue jueves, esto
no es Bélgica, sino Asturias.
Créditos:
Extractos de La montaña mágica, de Thomas Mann, según traducción de Isabel
García Adanes (de 2005), tomados de la séptima reimpresión (septiembre de 2012)
de la primera edición (abril de 2009), realizada por Edhasa como número 233 de
su colección Pocket Edhasa (pp. 387, 389, 390, 502 y 317-318).
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