“El 26 de marzo llegaron dos oficiales de la Luftwaffe al Stalag Luft III con un mandamiento judicial en el que se acusaba a Von Lindeiner de
incompetencia y se le relegaba de sus funciones. Tres días después cayó presa
de graves palpitaciones, aunque pudo recuperarse gracias a la oportuna
intervención de un médico. (…)
El nuevo Kommandant era otro oficial que
compartía el molde caballeroso del comandante Rumpel y el coronel Von
Lindeiner. El coronel Braune parecía estar también incómodo en su papel de «vulgar
carcelero» pero es de suponer que, al igual que sus predecesores, no dispuso de
ninguna alternativa.”
“Durante los dos meses siguientes fueron llegando al Stalag Luft III las
urnas que contenían los restos incinerados de los cincuenta. Para entonces, Von
Lindeiner se encontraba ya en la mansión de Jeschkendorf para preparar su
causa. Tenía que enfrentarse al poder formidable del régimen nazi y en aquellas
circunstancias era difícil presentar una defensa. En un momento tan delicado
para él el anciano coronel encontró tiempo para pensar en los que fueron sus
prisioneros y pagó el material y las herramientas necesarios para que erigieran
un monumento en memoria de los cincuenta.”
“En diciembre [de 1944] se
había terminado de erigir el monumento de homenaje a las 50 víctimas frente al
campamento, y poco después se viviría en el Stalag Luft III el que debió ser
uno de los episodios más extraordinarios de la guerra. El 4 de diciembre se
ofició una ceremonia de conmemoración. Entre el pequeño grupo de asistentes se
encontraban oficiales superiores de la Luftwaffe en la Kommandantur y una guardia de honor compuesta por
soldados alemanes, el capitán de grupo Wilson y 15 oficiales en representación
de cada una de las nacionalidades de los fallecidos. A la ceremonia, presidida
por un sacerdote anglicano y otro católico, asistieron también dos miembros de
la Legación Suiza en representación de la potencia protectora. Al término, un corneta
del Recinto Norte tocó el Last Post•
y la guardia de honor alemana disparó una salva al helado cielo de Silesia.
Pocos homenajes rendidos por parte de un bando a otro en la Segunda Guerra Mundial
deben haber sido más emotivos que éste.
• El último toque del día, que
señalaba a los soldados británicos el fin de la jornada y que, del mismo modo,
en los funerales invitaba a los caídos a descansar tras una vida de servicio.
(N. de los T.)”
Aunque no se cumpla aniversario
alguno, entiendo que este recuerdo no desentona hoy, Jueves Santo, Día del Amor
Fraterno.
Créditos:
Cubierta y extractos de La gran evasión, de Tim Carroll, según
traducción de Daniel Cortés Corona y Soledad Alférez Ródenas, tomados de la edición
en rústica realizada en abril de 2007 por Inédita Editores (pp. 277, 280 y 282),
de la biblioteca del autor.
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