“ADELA.- Entonces, ¿qué miradas te preocupan?
JULIÁN.- Otras, las que le envías a cierto tenor.
ADELA.- Pero ¿es posible que digas eso?
JULIÁN.- Te crees que soy tonto.
ADELA.- ¿Que yo miro a Anselmi?
JULIÁN.- La otra noche no le perdiste de los ojos.
ADELA.- ¿Dónde?
JULIÁN.- En el Real.
ADELA.- Pero, majadero, ¿a quién iba a mirar si
estaba cantando?
JULIÁN.- Podías haber mirado a unos y a otros.
ADELA.- A la lámpara del techo, a los acomodadores,
a ti, que estabas descosiendo una silla para ver si encontrabas chinches; a Pedro,
que se había dormido e iniciaba un solo de ronquidos que desarrolló durante la
romanza... Miraba a Anselmi, claro, porque
cantaba.”
Es una pena que Pedro, en 1900, no hubiera llegado a
conocer al doctor Bremón, del que se
decía, allá por 1860:
“LUISA.- ¡Una de las cosas que dicen que ha inventado es unas píldoras
para no dormirse en la ópera!
CORUJEDO.- ¡Qué cerebro!
EMILIANO.-
Eso es más grande que lo del seguro de vida, señor Corujedo.”
(Bueno, también puede ser
porque la obra de aquél se estrenó dieciséis años más tarde que la de éste.)
El caso es que quien se
ha ‘dormido’ he sido yo, y hasta hace unos días no he comprobado que la nueva
temporada de ópera del Teatro Real de Madrid ya está anunciada.
Aunque lo único (nuevo) que
encuentro en ella es, paradójicamente, la traviata.
Créditos:
Extracto del Acto Primero
de El baile, obra incluida en Obras selectas, de Edgar Neville,
edición preparada por él mismo, y publicada por Biblioteca nueva, en enero de
1969, tomado de una edición facsimilar (pág. 207), de la biblioteca del autor.
Extracto del primer acto
de Cuatro corazones con freno y marcha atrás, tomado de Obras completas de
Enrique Jardiel Poncela, Tomo I, según la séptima edición de AHR, de 1973 (pp. 889-890),
de la bibliteca del autor.
Fotografía del publico,
en patio de butacas y palcos, en el estreno de Fidelio, en el Teatro Real de Madrid, en abril de 2008, del autor.
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