miércoles, 3 de abril de 2013

Filosofar no es… algo mecánico

Hoy, hace un siglo… y un mes, Albert Einstein pronunció la primera de las tres conferencias que dio en la Universidad Central, en Madrid.

Son las seis y media de la tarde; la fiebre de expectación agita al numeroso y distinguido auditorio reunido en la Universidad Central: entra Einstein y estalla una salva de aplausos. El gran sabio sube a la cátedra, coge el clarión como si fuese un cigarrillo, quita el sillón del medio, echa un poco adelante su poderosa cabeza característica e inconfundible…

Y esperó…, aunque no hiciera falta, a ser presentado.

… se vuelve hacia D. Pedro Carrasco y espera. El joven catedrático de Física matemática le presenta al público en algunas frases discretas y sentidas.

El “joven catedrático”, 4 años y medio más joven que Albert Einstein, ese mismo año cumpliría los cuarenta, pues Pedro Carrasco Garrorena había nacido, en Badajoz, un 17 de noviembre de 1883.

La Naturaleza ofrece al hombre una multiplicidad asombrosa de fenómenos, cuya variedad es tal, que difícilmente se concibe cómo ha podido ordenarlos, clasificarlos y hasta someterlos a leyes; sólo la labor incesante, durante siglos, de generaciones sucesivas, ha podido construir ese monumento del genio humano que se conoce con el nombre de Ciencias físico-naturales.

Dentro de su prolija producción científica, mayoritariamente en revistas especializadas, y, principalmente, en cuestiones relativas a la astronomía (fue nombrado Director del Observatorio Astronómico de Madrid en 1934), dio a la imprenta, cinco años más tarde de la presentación que hizo de Einstein, una obra sobre Mecánica, en un momento en que la popularidad de las teorías de Einstein, a pesar de apenas ser correctamente comprendidas, hacía del trabajo todo un reto.

La misteriosa verdad y nuestra inteligencia no marchan paralelamente, sino que podemos afirmar, sin temor a error, que avanzamos hacia la verdad de una manera asintótica: será preciso un caminar eterno para llegar a la meta, pero qué importa, si tan cerca de ella llegaremos a estar que podremos considerarla como nuestra y lo será prácticamente. Ni debe preocupar al investigador que, al conquistar una región rebelde de la Naturaleza, ésta le descubra, burlona, otras nuevas regiones inexploradas; lejos de aminorar esto el triunfo, lo amplía y lo estimula, haciéndoles conocer nuevas facetas del misterio y brindándole campo para nuevas hazañas.

En una reseña publicada sobre la obra, ésta era calificada como “original y atrevida, escrita con gran sencillez, para que todo el mundo pueda entender sus nuevos problemas.

Y es que, efectivamente, había nuevos problemas tras las recientes teorías, desafíos sobre los que también avisaba la reseña antedicha: “aventura la hipótesis de que la velocidad límite sea función de la masa mecánica o de un límite de energía, hipótesis que ha de ser muy discutida entre los aficionados a esta clase de estudios, porque roza las teorías de Einstein, que tanto predicamento tienen en la actualidad.

Como vemos, la presentación de cinco años antes no amilanó a Pedro Carrasco, de quien, así, bien podía decirse que ‘lo cortés, no quita lo valiente’.

Es indudable que lo primero y primordial para buscar las leyes mecánicas del Universo es admitir que tales leyes existen. Si sólo el azar, lo fortuito, rigiera el mundo físico, si no existiese ni siquiera un criterio de probabilidad, cuanto hiciera el hombre para construir una ciencia de la Naturaleza sería agitarse inútilmente en el vacío.

Este párrafo no deja de ser una explicación del título de la obra, Filosofía de la Mecánica, en tanto que expone que tiene sentido un planteamiento científico, en general (es decir, filosóficamente).

Curiosamente, también en esas fechas Einstein acabaría discutiendo filosóficamente diversas teorías científicas, especialmente en lo relativo a las implicaciones de la física cuántica precisamente sobre el azar, y sus famosos dados de Dios.

Pero dejémoslo por el momento, pues corremos el riesgo de ponernos muy filosóficos en esta anotación que no quería ser sino un pequeño recordatorio y sencillo homenaje.

Créditos:
Extractos del artículo publicado en ABC el 4 de marzo de 1923, tomado de la hemeroteca del periódico en internet.
Portada, fotografía de Pedro Carrasco, y extractos del apartado inicial, Marcha asintótica de la Ciencia, y La unidad de la solución, del capítulo I La geometrización de la Mecánica, de la obra Filosofía de la Mecánica. Hacia una concepción energética del Universo, de Pedro Carrasco, tomados de la edición realizada por Editorial Páez, en 1928.
Extracto de la reseña publicada en ABC el 5 de diciembre de 1928, tomado de la hemeroteca del periódico en internet.

2 comentarios:

  1. Era muy inteligente. Estudió toda su vida sin libros (dependiendo de los ratos en los que se los pudieran prestar sus compañeros). Sin embargo, según su hermano Rafael, el más inteligente de todos ellos era Rogelio.

    Interesante y curiosa anotación.

    Gracias por escribirla :-)

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  2. Muy, muy interesante. Creo que ya lo he dicho en algún momento, pero es muy cierto: ¡cuánto aprendemos por estos lares!

    Saludos.

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