“Del mismo modo, todos los jefes de los sacerdotes y el pueblo
multiplicaron sus infidelidades, según todas las costumbres abominables de las
gentes, y mancharon el templo de Yahvé, que él se había consagrado en Jerusalén.
Yahvé, el Dios de sus padres, les envió desde el principio avisos por medio de
sus mensajeros, porque tenía compasión de su pueblo y de su Morada. Pero ellos
se burlaron de los mensajeros de Dios, despreciaron sus palabras y se mofaron
de sus profetas, hasta que subió la ira de Yahvé contra su pueblo a tal punto
que ya no hubo remedio.
Entonces hizo subir contra ellos al rey de los
caldeos, que mató a espada a los mejores en el edificio de su santuario, sin
perdonar a joven ni a doncella, a viejo ni a canoso; a todos los entregó Dios
en su mano. Todos los objetos del templo de Dios, grandes y pequeños, los
tesoros del templo de Yahvé y los tesoros del rey y de sus jefes, todo se lo llevó
a Babilonia. Incendiaron el templo de Dios y derribaron las murallas de Jerusalén,
pegaron fuego a todos sus palacios y destruyeron todos sus objetos preciosos. Y
a los que escaparon de la espada los llevó cautivos a Babilonia, donde fueron
esclavos de él y de sus hijos.”
Este IV Domingo de
Cuaresma hemos podido oír en la primera de las lecturas la causa de la ruina
del reino de Judá y del consiguiente destierro de Babilonia.
Igualmente, en la lectura
de los Salmos, se nos ha recordado los lamentos de los desterrados:
“A orillas de los ríos de Babilonia,
estábamos sentados llorando,
acordándonos de Sión.
En los álamos de la orilla
colgábamos nuestras cítaras.
(…)
¿Cómo podríamos cantar
un canto de Yahvé
en un país extranjero?”
El caso es que unos 2.300
años después sí pudieron…
..., aunque fuera merced
a un gentil.
Y si recordaban las cítaras,
o arpas, mudas colgadas de los árboles, también recordaban “un suono di crudo lamento” por el
destino de Jerusalén, y con ella, de todo el pueblo judío.
Pero, eso, como se dice,
es llorar por la leche (y miel) derramada. Porque también hay que recordar cómo
había comenzado todo:
“Sed et universi principes sacerdotum, et populus, praevaricati sunt inique
iuxta abominaciones gentium”
Palabra (praevaricati) muy actual que nos llega
desde el antiguo latín, teniendo en cuenta que no sólo la practicaban las jefaturas,
sino también el populus.
Aunque queramos creer que
ahora sea mucho jefe y poco pueblo quien la practique.
Créditos:
Extractos del Libro Segundo de las Crónicas (36,
14-20), y del Salmo 137 (136) (1-2,
4), tomados de la Nueva Biblia de
Jerusalén, revisada y aumentada, editada en 1998 por Desclée De Brouwer, de
la biblioteca del autor.
En el título, fragmento final del versículo
1 del Psalmus 136, y extracto del libro
2 Paralipomenon (36, 14), tomados de
la Biblia Vulgata, en edición de
Colunga-Turrado, publicada por Biblioteca de Autores Cristianos (duodécima
edición, de 2005), de la biblioteca del autor.
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