“-
¡Ah, Dios mío! –exclamó Toby–. Los periódicos abundan en observaciones de este
género, y también el Parlamento. He aquí el periódico de la semana pasada –dijo
Toby, sacando de su bolsillo una hoja bastante sucia y abriéndola en toda su
extensión-.¡Está lleno de observaciones! ¡Abarrotado de observaciones! Me gusta
enterarme de las noticias como los demás –prosiguió Toby lentamente, doblando la
hoja y metiéndola de nuevo en su bolsillo–, pero ahora me produce casi
repugnancia leer un periódico. Casi me asusta. No sé qué va a ser de los
pobres. ¡Dios quiera que en el Año Nuevo anden las cosas algo mejor para nosotros!
- ¡Eh,
padre, padre! –dijo una dulce voz desde muy cerca.
Pero
Toby, sin oírla, seguía trotando de un lado a otro, siempre meditativo y hablando
consigo mismo.
- Parece
como si no pudiéramos conducirnos bien o hacer el bien u obrar bien –dijo Toby–.
Cuando era muchacho, fui poco a la escuela, y no sabría decidir si tenemos que cumplir
alguna misión sobre la faz de la tierra. A veces pienso que debiéramos poseer...
algo, y a veces pienso que no somos más que unos intrusos. A veces, en fin, me
siento tan turbado que no sabría decir si nacemos con algunas buenas cualidades
o nacemos enteramente malvados. Parece ser que hacemos cosas terribles y causamos
muchas inquietudes. Constantemente se quejan de nosotros y se ponen en guardia
contra nosotros. De una manera o de otra, llenamos constantemente las columnas
de los periódicos. ¡Que vengan a hablarme del Año Nuevo! –añadió Toby
melancólicamente–. Puedo resistir casi siempre como el que más, pues soy fuerte
como un león, y no todos los hombres podrían decir lo mismo, pero suponer que
no tenemos realmente ningún derecho al Año Nuevo, suponer que somos realmente
unos intrusos...”
Créditos:
Extracto del Primer cuarto, de la obra Los
carillones, de Charles Dickens, según traducción de Adrià Edo, tomado de la
edición realizada por Barataria en su colección Bárbaros minus (pp. 22-24), de la biblioteca del autor.
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