Hace tres meses y una semana, exactamente, y aun cuando sólo llevábamos dos pasajes, desembarcábamos en el aeropuerto de Venecia tres viajeros: mi hermano, éste que lo cuenta y escribe, y, sin separarse de mí lo más mínimo, un tercero.
Había trabado contacto con este personaje la tarde anterior, con motivo de unas jornadas de las que apenas he comentado en un par de anotaciones, más preliminares que propiamente sustantivas. Aunque se trató de un contacto muy somero, plasmado tan sólo en la incomodidad que me generaba su ocasional aunque repetido paso junto a mí, por el molesto roce que me producía el vuelo de los faldones de su chaqueta, fue suficiente para que él se fijara en mí, y se decidiera a entablar conversación.
Este repentino interés hacia mi persona no supuso por mi parte un amistoso acercamiento hacia él; por el contrario, cada vez me encontraba más molesto. Y así es como llegó el momento del viaje.
Salvo despiste, suelo viajar equipado con dos herramientas, una de uso temporal, y resignado, hasta que se acaba mostrando la contundencia de la otra herramienta.
Sin embargo, en esta ocasión, sólo pude pertrecharme de la segunda, por lo que al llegar a Venecia, a la par que paseábamos por sus calles, intentaba localizar dónde poder conseguir la primera.
Finalmente, me indicaron que la obtendría en el equivalente a un estanco. Y así fue.
El resultado final: al día siguiente, ya me encontraba en perfectas condiciones para recorrer y disfrutar de Venecia.
A mediados de diciembre, quien pasó a estar constipado fue mi ordenador. He intentado aplicarle los mismos remedios que a mí me funcionaron, pero los pañuelos de papel más parecen indicados para la impresora (la cual tengo sin tinta), y la aspirina no he conseguido saber por qué puerto debe conectarse. Encima, el teclado tiene una especie de hipo, de modo y manera que las vocales con tilde las convierte en una doble tilde precediendo a la vocal de que se trate.
Remedios menos caseros que los míos, recomendados por familiares y amigos, tampoco han resuelto el problema: o bien no dictaminaban nada útil o bien se acababan contagiando… y ni siquiera llegaban a funcionar.
Finalmente, gracias a un anticipo que amablemente me entregaron los Reyes, y debidamente complementado, he podido corregir y completar esta anotación.
Y aquí estamos de nuevo… aunque me aprovecho de las “nuevas tecnologías”, y publico la anotación con fecha de 31 de diciembre, básicamente por un motivo: me he dado cuenta de que casi había llegado a las 365 anotaciones en este año 2009, así que no voy a dejar pasar la oportunidad de cumplir la media de una anotación por día.
Aunque sea exactamente un mes más tarde.
Había trabado contacto con este personaje la tarde anterior, con motivo de unas jornadas de las que apenas he comentado en un par de anotaciones, más preliminares que propiamente sustantivas. Aunque se trató de un contacto muy somero, plasmado tan sólo en la incomodidad que me generaba su ocasional aunque repetido paso junto a mí, por el molesto roce que me producía el vuelo de los faldones de su chaqueta, fue suficiente para que él se fijara en mí, y se decidiera a entablar conversación.
Este repentino interés hacia mi persona no supuso por mi parte un amistoso acercamiento hacia él; por el contrario, cada vez me encontraba más molesto. Y así es como llegó el momento del viaje.
Salvo despiste, suelo viajar equipado con dos herramientas, una de uso temporal, y resignado, hasta que se acaba mostrando la contundencia de la otra herramienta.
Sin embargo, en esta ocasión, sólo pude pertrecharme de la segunda, por lo que al llegar a Venecia, a la par que paseábamos por sus calles, intentaba localizar dónde poder conseguir la primera.
Finalmente, me indicaron que la obtendría en el equivalente a un estanco. Y así fue.
El resultado final: al día siguiente, ya me encontraba en perfectas condiciones para recorrer y disfrutar de Venecia.
A mediados de diciembre, quien pasó a estar constipado fue mi ordenador. He intentado aplicarle los mismos remedios que a mí me funcionaron, pero los pañuelos de papel más parecen indicados para la impresora (la cual tengo sin tinta), y la aspirina no he conseguido saber por qué puerto debe conectarse. Encima, el teclado tiene una especie de hipo, de modo y manera que las vocales con tilde las convierte en una doble tilde precediendo a la vocal de que se trate.
Remedios menos caseros que los míos, recomendados por familiares y amigos, tampoco han resuelto el problema: o bien no dictaminaban nada útil o bien se acababan contagiando… y ni siquiera llegaban a funcionar.
Finalmente, gracias a un anticipo que amablemente me entregaron los Reyes, y debidamente complementado, he podido corregir y completar esta anotación.
Y aquí estamos de nuevo… aunque me aprovecho de las “nuevas tecnologías”, y publico la anotación con fecha de 31 de diciembre, básicamente por un motivo: me he dado cuenta de que casi había llegado a las 365 anotaciones en este año 2009, así que no voy a dejar pasar la oportunidad de cumplir la media de una anotación por día.
Aunque sea exactamente un mes más tarde.
Tengo una amiga que no se anda con chiquitas y cuando el ordenador le da quebraderos de cabeza, para no tener que darse a la aspirina de forma compulsiva, se limita a amenazarlo con un martillo pilón. Lo que ya no puedo aclararte es si el sistema le funciona o no. Prueba..., a ver si...
ResponderEliminarSaludos.
S. Cid